Domingo de la Sagrada Familia: 31 de diciembre 2023

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. El Espíritu Santo le había revelado que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a las gentes y gloria de tu pueblo Israel. Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y como signo de contradicción – ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! – a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada. Casada en su juventud, había vivido siete años con su marido, y luego quedó viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Presentándose en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Cuando se cumplieron los días en que debían purificarse, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. (Lucas 2,22-40)

Referencias bíblicas

– Yahvé le dijo a Moisés: Di esto a los israelitas: Cuando una mujer quede embarazada y tenga un hijo varón, quedará impura durante siete días, como durante sus reglas. El octavo día será circuncidado el niño; pero ella permanecerá treinta y tres días más purificándose de su sangre. Presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yahvé, haciendo por ella el rito de expiación, y quedará purificada del flujo de su sangre. Ésta es la ley referente a la mujer que da a luz a un niño o una niña. Si no le alcanza para presentar una res menor, tome dos tórtolas o dos pichones, uno para el holocausto y otro para el sacrificio por el pecado; y el sacerdote hará por ella el rito de expiación y quedará pura. (Levítico 12,1-4.6-8)

– Yahvé dijo a Moisés: Conságrame todo primogénito entre los israelitas, tanto de hombres como de animales. Cuando Yahvé te haya introducido en la tierra de los cananeos, como juró a ti y a tus padres, consagrarás a Yahvé todo primogénito. Y cuando el día de mañana te pregunte tu hijo: ¿Qué significa esto?, le dirás: Con mano fuerte nos sacó Yahvé de Egipto, de la esclavitud. Como el faraón se obstinó en no dejarnos salir, Yahvé mató a todos los primogénitos de Egipto, desde el hombre hasta el ganado. Por eso yo sacrifico a Yahvé todo primogénito. Esto será como señal en tu brazo y como recordatorio en tu frente; porque con mano fuerte nos sacó Yahvé de Egipto. (Éxodo 13,1-2.11-12.14-16)

– Consuelen, consuelen a mi pueblo -dice su Dios-. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahvé castigo doble por todos sus pecados. (Isaías 40,1-2)

– He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él: dictará ley a las naciones. No vociferará ni alzará el tono, y no hará oír en la calle su voz. Caña quebrada no partirá, y mecha mortecina no apagará. Lealmente hará justicia; no desmayará ni se quebrará hasta implantar en la tierra el derecho, y su instrucción atenderán las islas. (Isaías 42,1-4)

– Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: Vamos a Belén a ver lo que el Señor nos ha manifestado. Fueron a prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca del niño; y los que lo oyeron se maravillaban de lo que ellos les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por lo que habían oído y visto, como se les había dicho. (Lucas 2,15-20)

– Ha desnudado Yahvé su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y han visto todos los cabos de la tierra la salvación de nuestro Dios. (Isaías 52,10)

–  Escúchenme ustedes, los que han perdido el corazón, los que están alejados de lo justo. Yo hago acercarse mi victoria, no está lejos, mi salvación no tardará. Pondré salvación en Sión, mi prez será para Israel. (Isaías 46,12-13)

– Yo, Yahvé, te he llamado en justicia, te así de la mano, te formé, y te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas. (Isaías 42,6-7)

– Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra. (Isaías 49,6)

– ¡Arriba, resplandece, que ha llegado tu luz, y la gloria de Yahvé sobre ti ha amanecido! Pues mira cómo la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, mas sobre ti amanece Yahvé y su gloria sobre ti aparece. Caminarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu alborada. (Isaías 60,1-3)

– El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yahvé. A anunciar la buena nueva a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad; a pregonar año de gracia de Yahvé, día de venganza de nuestro Dios; para consolar a todos los que lloran, para darles diadema en vez de ceniza, aceite de gozo en vez de vestido de luto, alabanza en vez de espíritu abatido. Se les llamará robles de justicia, plantación de Yahvé para manifestar su gloria. (Isaías 61,1-3)

Comentario

El texto del evangelio de Lucas se refiere a dos ritos tradicionales en el pueblo de Israel, que el evangelista entremezcla hábilmente. De acuerdo con la ley de Moisés, la madre quedaba impura durante siete días después del nacimiento de un niño. Sin embargo, el período de purificación se prolongaba durante treinta y tres días después del nacimiento. Por otra parte, esa misma ley establecía que un hijo primogénito debía ser presentado ante el Señor porque le pertenecía y, luego, debía ser rescatado por su propio padre. El evangelista Lucas combinó en el texto ambos ritos y los ubicó en el templo de Jerusalén, lugar que posteriormente tendría mucha importancia en la vida de Jesús. Antes de la pasión, Jesús culminaría su vida pública enseñando durante el día en el templo y toda la gente madrugaba para ir donde él y escucharle en el templo. (Lucas 21,37-38) Desde un comienzo, Jesús y sus padres cumplieron fielmente todas las exigencias de la ley mosaica. Más tarde, esto le daría a Jesús la autoridad para proponer un nuevo tipo de relaciones con Dios como Padre, que permitiría llevar la ley a su pleno cumplimiento. Como los padres de Jesús eran pobres, ellos sólo pudieron presentar en el templo una modesta ofrenda de expiación, un par de tórtolas o dos pichones, que era lo que les correspondía por la situación socioeconómica en que se encontraban.

A continuación, Lucas quería explicar en el evangelio el significado más profundo de los ritos que aparecían en la primera parte. Después de una breve introducción, hay un oráculo profético. Es presentado un personaje llamado Simeón, que vivía en Jerusalén. Era un hombre justo y piadoso, y, como buen judío, esperaba que llegara la salvación al pueblo de Israel, es decir, que empezara finalmente la época mesiánica. Como el Espíritu Santo estaba con él, le había sido revelada la próxima venida del Mesías. Con estos antecedentes, el texto señala que Simeón llegó al templo justo cuando los padres de Jesús estaban cumpliendo con los ritos que les exigía la ley de Moisés.

Mientras sostenía en sus brazos al niño Jesús, Simeón pronunció un oráculo profético, que asumió la forma de un himno de alabanza a Dios. El evangelista se inspiró en dos textos del profeta Isaías (52,10 y 46,13). Al descubrir que en ese niño se estaban cumpliendo todas las promesas en las que él había creído, él dio gracias a Dios por permitirle que sus ojos hayan podido contemplar la llegada de la salvación. Todas sus esperanzas se habían cumplido en un ahora, que indicaba claramente que la experiencia salvadora había que ubicarla en el momento presente. El período de preparación había sido largo, pero finalmente había llegado el mesías liberador de su pueblo Israel. Pero, llama la atención la perspectiva universalista, al referirse a que Dios había preparado ese momento ante todos los pueblos y para beneficiarlos también a ellos. La salvación es presentada como una luz para iluminar a todos los pueblos paganos y como gloria para el propio pueblo de Israel. La salvación que traía el niño-mesías estaba destinada a cambiar la vida de todo el mundo, sin ninguna excepción.

P. Sergio Cerna, SVD