Domingo de Epifanía: 7 de enero 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle. Al oírlo el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocando a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntaba dónde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel. Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: Vayan e indaguen cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encuentren, comuníquenmelo, para ir también yo a adorarle. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran a Herodes, se retiraron a su país por otro camino. (Mateo 2,1-12)

Referencias bíblicas

– Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Este empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino. Iban todos a empadronarse a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el albergue. (Lucas 2,1-7)

– Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella,

un cetro surge de Israel. (Números 24,17)

– Por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, que harán que nos visite una Luz de lo alto. (Lucas 1,78)

– Y tenemos también la firmísima palabra de los profetas, a la cual hacen bien en prestar atención, como a lámpara que luce en lugar oscuro, hasta que despunte el día y se levante en sus corazones el lucero de la mañana. (2 Pedro 1,19)

– Yo he recibido el poder de mi Padre y le daré el Lucero del alba. (Apocalipsis 2,28)

– Yo, Jesús, he enviado a mi ángel para darles testimonio de lo referente a las iglesias. Yo soy el retoño y el descendiente de David, el Lucero radiante del alba. (Apocalipsis 22,16)

– ¡Cómo has caído de los cielos, Lucero, hijo de la Aurora! ¡Has sido abatido a tierra, dominador de naciones! (Isaías 14,12)

– Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. ¿Quién es éste?, decían. Y la gente decía: Este es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea. (Mateo 21,10)

– Muchos entre la gente, que le habían oído decían: Este es verdaderamente el profeta. Otros decían: Este es el Cristo. Pero otros replicaban: ¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David? Se originó, pues, una disensión entre la gente por causa de él. Algunos de ellos querían detenerle, pero nadie le echó mano. (Juan 7,40-44)

– En cuanto a ti, Belén Efratá, la menor entre los clanes de Judá, de ti sacaré al que ha de ser el gobernador de Israel; sus orígenes son antiguos, desde tiempos remotos. Por eso él los abandonará hasta el momento en que la parturienta dé a luz y el resto de sus hermanos vuelva con los hijos de Israel. Pastoreará firme con la fuerza de Yahvé, con la majestad del nombre de Yahvé su Dios. Vivirán bien, porque entonces él crecerá hasta los confines de la tierra. (Miqueas 5,1-3)

– Vinieron todas las tribus de Israel donde David a Hebrón y le dijeron: Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros. Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel. Yahvé te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel, tú serás el caudillo de Israel. Vinieron, pues, todos los ancianos de Israel donde el rey, a Hebrón. El rey David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahvé, y ungieron a David como rey de Israel. (2 Samuel 5,1-3)

– Se congregó todo Israel en torno a David, en Hebrón, y dijeron: Mira: hueso tuyo y carne tuya somos nosotros. Ya de antes, cuando Saúl era nuestro rey, eras tú el que dirigías las entradas y salidas de Israel; Yahvé, tu Dios, te ha dicho: Tú apacentarás a mi pueblo Israel. Vinieron todos los ancianos de Israel adonde el rey, a Hebrón; David hizo un pacto con ellos en Hebrón, en presencia de Yahvé; y ellos ungieron a David como rey sobre Israel, según la palabra que Yahvé había pronunciado por boca de Samuel. (1 Crónicas 11,1-3)

– Cuando se levantaba la Nube de encima de la Tienda, los israelitas levantaban el campamento, y en el lugar en que se paraba la Nube, ellos acampaban. (Números 9,17)

– El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Los que vivían en tierra de sombras,

una luz brilló sobre ellos. Acrecentaste el regocijo, hiciste grande la alegría. Alegría por tu presencia, cual la alegría en la siega, como se regocijan repartiendo botín. (Isaías 9,1-2)

– Reyes serán tus tutores, y sus princesas, nodrizas tuyo. Rostro en tierra se postrarán ante ti, y el polvo de tus pies lamerán. Y sabrás que yo soy Yahvé; no se avergonzarán los que en mí esperan. (Isaías 49,23)

– Tú entonces al verlo te pondrás radiante, se estremecerá y se ensanchará tu corazón, porque vendrán a ti los tesoros del mar, las riquezas de las naciones vendrán a ti. Un sin fin de camellos te cubrirá, jóvenes dromedarios de Madián y Efá. Todos ellos de Sabá vienen llevando oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahvé.  (Isaías 60,5-6)

– Los reyes de Tarsis y las islas traerán consigo tributo. Los reyes de Sabá y de Seba pagarán impuestos; se postrarán ante él, le servirán todas las naciones. (Salmo 72,10-11)

– ¡Dichosos los que te amen! ¡Dichosos los que se alegren en tu paz! ¡Dichosos cuantos hombres tuvieron tristeza en todos tus castigos, pues se alegrarán en ti y verán por siempre toda tu alegría! (Tobías 13,14)

Comentario

El evangelio de Mateo es el único que ofrece el relato de los sabios de oriente trayendo dones para el recién nacido rey de los judíos. Ellos eran extranjeros, no pertenecían al pueblo judío ni practicaban su religión. No ejercían la magia, sino que eran especialistas que estudiaban el universo. Tampoco eran reyes ni eran tres ni aparecen identificados con sus nombres. Una estrella del cielo los guio desde su lejana patria hasta Jerusalén; su llegada causó gran conmoción en la corte del rey Herodes y en toda la ciudad. Basándose en las Escrituras, los sacerdotes y los escribas identificaron a Belén de Judá, como el lugar donde debía nacer el Mesías. El propio rey Herodes manifestó su deseo de rendir homenaje al niño. Luego, la misma estrella anterior les indicó a los sabios el camino hasta el lugar preciso del nacimiento de Jesús, en Belén. Oro, incienso y mirra fueron las ofrendas que ellos trajeron para el niño, a quien encontraron en su casa, junto a su madre María. Finalmente, los sabios de oriente habrían regresado a su país de origen por un camino diferente, para evitar volver a Jerusalén y encontrarse nuevamente con Herodes.

Con este relato, el evangelista Mateo quería transmitir una buena noticia a su comunidad, proporcionando una información sobre la persona de Jesús, como el salvador esperado, e invitando a todos a asumir una clara postura frente a él. Según las Sagradas Escrituras, la aparición de una nueva estrella en el cielo sería la señal de la llegada del Mesías que gobernaría sobre el pueblo de Israel. Sin embargo, serían los propios pueblos paganos los que reconocerían el significado de este hecho y vendrían, con alegría, a rendir un homenaje al rey de los judíos. Incluso los sacerdotes y escribas, que posteriormente serían los más duros adversarios de Jesús, tenían muy claro que el Mesías sería descendiente del rey David y que debía nacer en la ciudad de Belén. Él sería el nuevo pastor y caudillo, que iluminaría la vida del pueblo y lo guiaría hacia su meta final, por encargo del mismo Dios. 

En el texto del relato, ya hay un anticipo de las diferentes reacciones que produciría la llegada del Mesías. En Jerusalén, el nacimiento de Jesús no fue una buena noticia, sino que provocó sobresalto, temor y preocupación en toda la población. El rey Herodes planeó incluso eliminarlo, ya que percibió en el niño un potencial adversario. Los sumos sacerdotes del templo y los maestros de la ley, integrantes del Sanedrín, conocían muy bien el lugar del nacimiento, pero no se tomaron la molestia de ir a comprobar la veracidad de la información que habían traído los sabios de oriente. Por el contrario, su reacción fue de absoluta indiferencia ante la importante noticia relacionada con su pueblo, su Dios y su religión. Al parecer, ellos estaban preocupados de otras cosas más importantes. No debería sorprender su posterior reacción ante el inicio del ministerio de Jesús. El propio pueblo tuvo también una reacción similar de indiferencia y rechazo. Los sabios paganos, procedentes de un país extranjero y después de recorrer un largo camino, tuvieron una actitud completamente diferente. Experimentaron una gran alegría y reconocieron en Jesús al rey de los judíos. Ya en esta escena preliminar se anuncia la apertura del evangelio a los paganos y su posterior integración a la comunidad cristiana.

P. Sergio Cerna, SVD