Domingo 23° durante el año: 10 de septiembre 2023
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos. Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano. Yo les aseguro: todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Les aseguro también que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18,15-20)
Referencias bíblicas
– Dijo a sus discípulos: Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y le arrojen al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Anden, pues, con cuidado. Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: Me arrepiento, le perdonarás. (Lucas 17,1-4)
– Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23,34)
– Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores. (Mateo 6,12)
– Pedro se acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Le dice Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. (Mateo 18,21-22)
– Y encolerizado su señor, le entregó a los verdugos hasta que pagase todo lo que le debía. Esto mismo hará con ustedes mi Padre celestial, si no perdonan de corazón cada uno a su hermano. (Mateo 18,34-35)
– No odies en tu corazón a tu hermano, pero corrige a tu prójimo, para que no te cargues con un pecado por su causa. No te vengarás ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo, Yahvé. (Levítico 19,17-18)
– Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, los espirituales, corríjanle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado. Ayúdense mutuamente a llevar sus cargas y cumplan así la ley de Cristo. (Gálatas 6,1-2)
– Un solo testigo no bastará como prueba contra un hombre por cualquier culpa o delito, por cualquier delito que haya cometido: sólo por declaración de dos testigos o por declaración de tres testigos se podrá fallar una causa. (Deuteronomio 19,15)
– Les ruego, hermanos, que se guarden de los que suscitan divisiones y escándalos contra la doctrina que han aprendido; apártense de ellos, pues esos tales no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a su propio vientre, y, por medio de suaves palabras y lisonjas, seducen los corazones de los sencillos. (Romanos 16,17-18)
– Al escribirles en mi carta que no se relacionaran con los impuros, no me refería a los impuros de este mundo en general o a los avaros, a ladrones o idólatras. De ser así, tendrían que salir del mundo. ¡No!, les escribí que no se relacionaran con quien, llamándose hermano, es impuro, avaro, idólatra, difamador, borracho o ladrón. Con ésos ¡ni comer! (1 Corintios 5,9-11)
– A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos. (Mateo 16,19)
– A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos. (Juan 20,23)
– Y, al orar, no charlen mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que necesitan antes de pedírselo. Ustedes, pues, oren así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal. Que, si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, les perdonará también a ustedes su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres, tampoco su Padre perdonará sus ofensas. (Mateo 6,7-15)
– Pidan y se les dará; busquen y hallarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿O hay acaso alguno entre ustedes que al hijo que le pide pan le dé una piedra?; ¿o si le pide un pez, le dé una culebra? Si, pues, ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mateo 7,7-11)
– Y todo lo que pidan en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me piden algo en mi nombre, yo lo haré. (Juan 14,13-14)
– Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo conseguirán. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. (Juan 15,7.16)
– Queridos, si la conciencia no nos condena, tenemos confianza total en Dios, y lo que le pidamos lo obtendremos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. (1 Juan 3,21-22)
– Esta es la confianza plena que tenemos en él: que, si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha cuanto le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido. (1 Juan 5,14-15)
– Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros. (Mateo 1,23)
– Enséñenles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (Mateo 28,20)
– Constrúyeme un altar de tierra para ofrecer sobre él tus holocaustos y tus sacrificios de comunión, tus ovejas y tus bueyes. En cualquier lugar donde conmemore mi nombre, vendré a ti y te bendeciré. (Éxodo 20,24)
Comentario
El cuarto libro del evangelio de Mateo (13,53-18,35) trata sobre la iglesia como nuevo pueblo de Dios. La primera parte es narrativa (13,53-17,27) y se refiere a las características del seguimiento de Jesús. La segunda parte es discursiva (18,1-35) y contiene el, así llamado, discurso eclesiástico; su mensaje está relacionado con el cómo debían vivir el Reino de Dios, los miembros del nuevo pueblo de Dios y la comunidad de los seguidores de Jesús. Es en el contexto de este discurso que se encuentra el presente evangelio sobre la corrección fraterna y la oración comunitaria (Mateo 18,15-20).
El texto del evangelio se refiere al tema de las relaciones entre las personas integrantes de la comunidad cristiana, especialmente cuando se producen conflictos entre ellas. El problema concreto consiste en lo siguiente. ¿Cómo proceder ante aquellos, que, con sus actitudes y conductas, se han puesto al margen de la comunidad? En el evangelio aparecen dos recomendaciones muy prácticas. Primero, la corrección fraterna apunta hacia la recomposición de las buenas relaciones que debe haber entre los miembros de la comunidad. Luego, el perdón, también fraterno, se dirige al cambio interior o conversión que debe asumir la persona que no ha procedido correctamente. Se sugiere todo un procedimiento, que considera primero la privacidad, antes de involucrar en el caso a los posibles testigos y a la comunidad entera. Sin embargo, se destaca que todo el proceso debe estar marcado por el amor y el respeto hacia la persona afectada. Esta es, por lo demás, la conclusión natural de la parábola de la oveja perdida, que se encuentra unos versículos antes, en el mismo evangelio de Mateo (18,12-14). El Padre del cielo no quiere que se pierda nadie y se alegra, cuando él puede recuperar una oveja que se había extraviado en el monte.
El evangelio culmina con una recomendación de pedir a Dios, confiadamente y en comunidad, lo que necesitamos para la vida o lo que nos causa preocupación. Se garantiza conseguir lo que se pide, porque es el mismo Señor quien se encuentra en medio de la comunidad, pidiendo junto con los demás miembros. Lo que puede llegar a preocuparnos, es una también una preocupación para el Señor. La comunidad reunida en el nombre de Jesús establece una comunicación directa con el Padre del cielo. En último término, es la presencia de Jesús en medio de la comunidad cristiana, la que debe animar y motivar todo lo que ella haga como resultado de su opción por la causa de Dios. Conviene recordar, que esta promesa de la presencia de Jesús en medio de la comunidad es el elemento central de una trilogía que caracteriza el evangelio de Mateo. La virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa Dios-con-nosotros (1,23). Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (18,20). Y estén seguros de que estaré con ustedes todos los días hasta el fin de mundo (28,20).
P. Sergio Cerna, SVD