Hoy los Misioneros del Verbo Divino recordamos el arribo de los primeros verbitas a suelo chileno, ocurrido el 26 de abril  del año 1900.

Un pedido y un ofrecimiento

La Congregación del Verbo Divino había sido fundada en 1875. Para el cambio de siglo tenía apenas 25 años y pasaba por un período de un pujante desarrollo.

¿Cómo llegó san Arnoldo Janssen a fijarse en Chile?

En 1899 se celebró en Roma el primer Concilio Plenario Latinoamericano, al que acudieron obispos del continente. Uno de ellos fue el chileno don Ramón Ángel Jara, obispo de Ancud, diócesis que por entonces comprendía a las actuales Diócesis de: Valdivia, Osorno, Punta Arenas, la Arquidiócesis de Puerto Montt, así como los Vicariatos Apostólicos de Araucanía y Aysén. Este joven y emprendedor obispo deseaba contar con una Congregación que fuera capaz de tomar iniciativas y de crear obras al servicio de la población.

Por entonces el P. Arnoldo Janssen también estaba en Roma. Era la séptima vez que viajaba a la Ciudad Eterna, esta vez con el fin de conseguir la aprobación pontificia de las Constituciones discutidas y aprobadas por el tercer Capítulo General de la Congregación.

Fue Mons. Jara quien le solicitó al Fundador una entrevista, en la que le pidió misioneros para hacerse cargo de la parroquia de Valdivia, ciudad en expansión y con abundante población de colonos alemanes: “Probablemente por primera vez en su vida, guiado por el dedo instructor del obispo, el P. Arnoldo centró su atención en los detalles del mapa de Chile austral. Este ofrecimiento abría una ancha puerta para la eventual entrada de la Congregación en otros lugares de Chile. Así lo entendió el Fundador” (Pape, 45-47).

Después de haber reflexionado suficiente al respecto, el P. Arnoldo estuvo en condiciones de dar una respuesta positiva al obispo. Abriría una nueva brecha misionera para la joven Congregación del Verbo Divino en Chile.

Los preparativos para comenzar la fundación en Chile fueron arduos debido a las dificultades de comunicación de la época, que atrasaban las decisiones; no era fácil, además, encontrar a los misioneros idóneos, que estuvieran lo suficientemente libres para asumir esta tarea.

Por fin “el 23 de abril de 1900,  dos viajeros, los sacerdotes Eduardo Albers y Juan Langenstein, tomaron el tren en Buenos Aires y partieron rumbo a Mendoza y Santiago atravesando la cordillera. Tres días después, el 26 de abril, se encontraban ya en la capital chilena” (Pape, pág. 53). Recién el 7 de mayo llegaron a Chiloé, donde el obispo los recibió cordialmente. El viernes 11 de mayo pudieron hacer su entrada a Valdivia, después de tres días de viaje por mar.

En octubre del mismo año llegaron tres refuerzos a la naciente comunidad: los padres Ricardo Kaufhold, Agustín Wilde, ambos de 24 años, y el hermano Pedro Claver Dahm, de 31 años. De inmediato se abocaron a aprender el castellano y ayudar en las actividades parroquiales. Por su parte, el hermano Pedro se encargaba de las necesidades materiales de la comunidad.

Archivo. Los inicios del Liceo Alemán del Verbo Divino de Copiapó.

Un comienzo que no fue

El P. Carlos Pape SVD, de feliz memoria, quien en 2006 publicó la Historia de los “Misioneros del Verbo Divino en Chile. 1900-2000. Movidos por un ideal” (Ediciones Mundo, Santiago de Chile), titulaba certeramente el primer capítulo: “Un comienzo que no fue”. Los misioneros que habían llegado llenos de expectativas, a finales de 1901 se estaban retirando de Valdivia. ¿Qué fue lo que sucedió y que casi truncó la presencia verbita en Chile?

Una multiplicidad de factores se conjugó para que se llegara a este fracaso inicial.

Primeramente, los misioneros verbitas fueron invitados por su nacionalidad alemana para trabajar, en teoría, entre los muchos colonos de esa nacionalidad en Valdivia. Pero en su mayoría eran  luteranos, sin mayor interés ni contacto con la Iglesia. Los trabajos en la parroquia de Valdivia tenían que ver casi exclusivamente con la población chilena, para lo que los sacerdotes alemanes no estaban preparados.  Como es previsible, tenían problemas de idioma y adaptación cultural.

En segundo lugar, el obispo no había sido claro al presentar la situación real de la parroquia de Valdivia. Había marginado a sacerdotes diocesanos chilenos para dar lugar a los “advenedizos” alemanes. Ocultó conversaciones con otras órdenes religiosas referente a un futuro colegio, que ahora asumirían los recién llegados. Todo esto les granjeó la mala voluntad del clero y de parte de la sociedad de la ciudad. Además, el obispo cambió de forma unilateral y desfavorablemente los términos en que había ofrecido la parroquia a los misioneros.

En tercer lugar, los verbitas no supieron desenvolverse con serenidad y diplomacia frente a las dificultades de este inicio: no se mantuvieron unidos. El P. Pape comenta al respecto: “Al fin y al cabo, el pueblo sencillo, que es el que realmente llena las iglesias, sabe perdonar al sacerdote uno o muchos deslices idiomáticos con tal de verlo entregado con cuerpo y alma al servicio de la comunidad y con el ejemplo de la unidad por delante. Era precisamente aquí donde dejaba mucho que desear la comunidad verbita valdiviana” (Pape, pág. 64).

Se hicieron esfuerzos sinceros por solucionar el “nudo gordiano” de Valdivia. Desde Argentina se envió un Visitador Provincial que acompañó y dialogó con los religiosos y con el obispo. Sin embargo, la decisión se hizo inevitable. En octubre se entregó la parroquia y la comunidad se dispersó.

Un nuevo comienzo

Sin embargo, la SVD no deseaba abandonar Chile. El Visitador, P. Ludger Grüter, había sostenido variadas entrevistas para encontrar una nueva misión para la SVD en el país, sin que ninguna de las ofertas lo hubiera convencido. Estaba a punto de viajar de regreso a Argentina, cuando el obispo de La Serena, Mons. Florencio Fontecilla, lo visitó y le pidió hacerse cargo de un colegio, que dejaban los Escolapios por falta de personal en la ciudad de Copiapó, en el norte de Chile. El reto era “impulsar con nuevas ideas y programas la educación cristiana de la juventud (…) La misión de la Congregación del Verbo Divino debía enfocarse de ahí en adelante hacia un inequívoco compromiso con la educación de la juventud” (pape, pág. 84-85). El 11 de marzo de 1902 se abrió el Liceo Alemán de Copiapó con 55 alumnos.

Entre búsquedas y fracasos, con fragilidades y virtudes la Congregación del Verbo Divino se afianzó en nuestra patria. Tuvo la flexibilidad para acoger nuevos desafíos y abrirse a los cambios. Esta actitud, muy propia de su espiritualidad misionera, nos pueden ser de gran utilidad en los tiempos que vivimos hoy, a 122 años de este humilde inicio.