Domingo de la Santísima Trinidad: 26 de mayo 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al verlo le adoraron; algunos sin embargo dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló así: Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (Mateo 28,16-20)

Referencias bíblicas

– Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande. (Mateo 8,10)

– Así habla Ciro, rey de Persia: Yahvé, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado que le edifique un templo en Jerusalén, en Judá. Quien de entre ustedes pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba! (2 Crónicas 36,23)

– Le dieron poder, honor y reino y todos los pueblos, naciones y lenguas le servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino no será destruido. (Daniel 7,14)

– El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. (Juan 3,35)

– Y les dijo: Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. (Marcos 16,15-16)

– Se predicará en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas. (Lucas 24,47-48)

– Pedro les contestó: Conviértanse y que cada uno de ustedes se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para perdón de sus pecados; y recibirán el don del Espíritu Santo. (Hechos 2,38)

– Ustedes recibirán una fuerza, cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes, y de este modo serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra. (Hechos 1,8)

– Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. Y le obedecieron los israelitas, cumpliendo la orden que Yahvé había dado a Moisés. (Deuteronomio 34,9)

– Y les dijo: Han cumplido todo lo que les mandó Moisés, siervo de Yahvé, y han atendido a mis órdenes siempre que les he mandado algo. (Josué 22,2)

– No harás impura la tierra en que habitan, porque yo habito en medio de ella, pues yo, Yahvé, tengo mi morada entre los israelitas. (Números 35,34)

– Vean que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: Dios con nosotros. (Mateo 1,23)

– Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18,20)

– No los dejaré huérfanos: volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes sí me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él. (Juan 14,18-21)

– En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás será destruido, ni cederá su soberanía a otro pueblo. Pulverizará y aniquilará a todos estos reinos, y él subsistirá por siempre. (Daniel 2,44)

Comentario

El texto del evangelio corresponde a la conclusión del evangelio de Mateo. Es una buena síntesis final de lo que el evangelista había querido expresar en toda su creación literaria. Después de su resurrección, Jesús se encontró con los once discípulos en un monte de Galilea, lugar al que los había citado. El reencuentro provocó mucha alegría en algunos de ellos, que se postraron ante él, en actitud reverente. Sin embargo, otros siguieron teniendo dudas en la resurrección de su maestro y lo miraron con suspicacia. En un gesto de confianza absoluto y sin condiciones, Jesús encargó tanto a los discípulos creyentes como a los incrédulos continuar su misión y los envió a todo el mundo a dar testimonio de su buena noticia para todas las personas. A pesar de sus vacilaciones y de su falta de fe, Jesús les dijo que confiaba en ellos y que ellos serían los que organizaran la comunidad que continuaría la misión que le había encargado su Padre. Las palabras textuales de Jesús fueron: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado.

El envío que hace Jesús de los once discípulos empezó con la recomendación: Pónganse en camino. La iglesia con la que soñaba Jesús era una comunidad misionera, dinámica y que estaba al servicio de toda la humanidad; para lograr esto debía estar desplazándose permanentemente desde el lugar en que se encontraba. Todos los hombres y mujeres del mundo debían poder escuchar la buena noticia de que tenían un Padre bueno que los quería y que deseaba todo lo mejor para ellos. El Dios de los discípulos de Jesús era un Dios-con-nosotros y con el cual podíamos contar siempre y en todo lugar. La misión era universal y se dirigía a todas las personas que, en su vida y en su situación concreta, debían descubrir con alegría la cercanía de un Dios que era Padre bueno y que los amaba.

Al inicio de su intervención, Jesús se había revelado plenamente ante sus discípulos, dando a conocer el verdadero misterio de su persona con las palabras: Dios me ha dado todo el poder y la autoridad en el cielo y en la tierra. Y Jesús concluyó sus palabras con la importante promesa para sus discípulos: Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. El encargo de la misión universal sobrepasaba con creces la capacidad humana de los discípulos, por lo cual Dios mismo se transformaba en garantía, con su presencia y su bendición, de que ella llegaría realmente a buen término.

P. Sergio Cerna, SVD