En el siguiente testimonio el P. Carlos Villavicencio SVD repasa algunos hitos que han marcado su servicio como misionero del Verbo Divino en su propia patria luego de un intenso periodo de formación en Chile.
Con este reporte, completamos un ciclo de testimonios de neomisioneros que fueron enviados a servir a sus primeros destinos desde nuestra Provincia chilena.
Hace dos años regresé a Ecuador luego de vivir cinco años en Chile y dos en Angola. Pensé que sería más fácil habituarme puesto que es mi país de origen, mas me encontré ante una necesidad re-inculturarme puesto que no solo el país había cambiado en muchos aspectos políticos, sociales y religiosos sino descubrí que yo y mi manera de ver muchas situaciones había cambiado; además de nuevas necesidades pastorales que habían surgido.
A las dos semanas de haber llegado fui enviado a la última misión que asumimos como Provincia: la Parroquia María Madre de la Iglesia en la ciudad de Huaquillas, ubicado en la frontera sur de Ecuador con Perú donde no solo había un proyecto pastoral parroquial, sino además un proyecto provincial en pro de los migrantes venezolanos, tanto de aquellos que transitan hacia el sur del continente, como de aquellos que regresan del sur a su país de origen. Encontrarme con sus realidades, dolores y sufrimientos me permitió comprender que ellos no estaban necesitados tan solamente de un plato de comida, sino además de ser tratados con la dignidad que ellos merecen. En muchas ocasiones me tocó establecer puentes con otras organizaciones que trabajan en pro de los migrantes ante casos de violencia doméstica o de salud que atravesaban. Ante estas realidades siento que estaba llamado a dar respuesta donde otros habían cerrado la puerta, a ser recursivo puesto que siempre he creído que el amor es creativo.
Eucaristía de ordenación diaconal del P. Carlos Villavicencio.
Lo lindo de todo este proyecto era que en este se involucraba en un 100% a los grupos laicales de la parroquia y ellos podían también conocer nuestra dimensión de JUPIC e involucrarse en ella, en el carisma verbita que estaban conociendo de a poco y sobre todo reafirmar sus compromisos bautismales de servicio. Los más involucrados fueron los jóvenes, quienes con su energía salían en búsqueda de los migrantes, repartiendo la comida o a cargo de la entrega de ropa que ellos mismo conseguían; sus corazones generosos lo dieron todo.
En todo este proceso se encontraba también la preparación para mi ordenación sacerdotal, la cual decidí celebrarla en la misma parroquia en la cual había estado sirviendo como diácono; llegado el 29 de septiembre fecha que se había propuesto para ello, pudimos compartir la alegría de recibir este don de Dios para mi vida y la comunidad, para quienes era una alegría enorme puesto que era el primer sacerdote ordenado en esta parroquia. Recibí el orden sacerdotal de manos de Mons. Angel Sánchez, obispo de la Diócesis de Machala, acompañó también Mons. Adalberto Jiménez, O.F.M Cap. Obispo de Aguarico (ciudad donde vive mi familia), co-hermanos de la Congregación, El P. Roberto Díaz y el P. Andrés Jones en representación de la Provincia chilena, sacerdotes diocesanos, mi familia y amigos.
El P. Carlos el día de la celebración de su primera misa junto a los padres Roberto Díaz y Andrés Jones.
Posterior a reemplazar por tres meses a un co-hermano en vacaciones, fui enviado a la Parroquia Verbo Divino en Quito donde actualmente me encuentro como vicario parroquial junto al P. Román Thomas de Indonesia y tres Siervas del Espíritu Santo, con quienes comparto misión y vida. El sector donde nos encontramos es rico en cultura y tradiciones, puesto que recibe migración de todas partes del país. La gente es muy cercana, devota y participativa, con muchos deseos de aprender y sobre todo de servir; mediante Cáritas parroquial y los grupos pastorales mantenemos un comedor para ancianos de escasos recursos económicos.
Hace dos semanas se me ha encargado trabajar con los jóvenes de nuestro decanato y puedo decir que me siento feliz de este nuevo desafío que se me presenta personalmente. He ido poco a poco en lo que llevo de ministerio descubriendo que el don es mucho más grande de lo que yo esperaba recibir, que poco a poco Dios me confía más y que mi respuesta al igual como lo hice en otros países y lugares debe ser siempre la misma: fundamentada en el amor y el servicio, sin restarme nada de lo que pueda entregar y sobre todo con horizontalidad y alteridad, evitando sesgos y prejuicios, ayudando en la construcción del Reino sea donde me encuentre.
Todo esto que estoy viviendo no podría expresarlo de otra manera que esta: ¡soy feliz!
A la distancia siempre guardo mis buenos recuerdos de los lugares y las personas bellas que conocí en Chile; de mis peñis y lamgen de la Pastoral Mapuche, de la gente de La Legua con quienes aprendí tanto en su servicio a los habitantes de calle, de los hermanos migrantes de la Parroquia Latinoamericana, de mi gente querida de los Quilos en Melipilla quienes son mi familia; de cada uno de los co-hermanos y especialmente quienes me motivaron a nunca desistir en este camino. ¡Espero pronto poder visitarlos!