*Por: Genaro Díaz

Estamos en la proximidad de la celebración de Navidad y del 4° Domingo en las vísperas propias del día del Señor y de la Iglesia.  Esperamos que Adviento, venida o advenimiento, haya sido un tiempo propicio para la reflexión, porque hacer bien hacerlo para disponernos mejor a celebrar la Navidad y la solemnidad de la Epifanía del Señor. Son tantas las situaciones que vivimos que tendemos a sentirnos muchas veces abrumados, débiles, sin ganas de nada, vacíos y superficiales, con razón Jesús nos decía: “Velad y orad, para que podáis hacer frente a la prueba; que el espíritu está bien dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26,41).

El Adviento nos prepara para acoger el amor inefable de Dios a través de su hijo recién nacido, amor pleno y verdadero, porque en el amor, se ama o no se ama, y Dios quiere que le amemos de verdad y que nos amemos entre nosotros (Mt. 22,37).  El apóstol Juan en su primera carta nos exhorta también a amarnos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios (1 Jn 4,7). Debemos vivir más alegremente la fe, la esperanza y la caridad, expresando aquello a través del gesto, la palabra, la acogida alegre y espontánea, sobre todo en el amor.

En estas vísperas, celebramos a la bienaventurada Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza (cuya fiesta se celebra el 18 de diciembre) y no dejo de expresar mi profunda admiración y devoción a esta Mujer que mereció llevar en su seno, al “Autor de la Vida”, exclamando Isabel – movida por el Espíritu Santo – “¡Dichosa tú que creíste! porque se cumplirá lo que el Señor te anunció”.

 Estimados lectores, la Virgen nos mueve profundamente a tener certeza y la esperanza puesta en la Resurrección de Cristo. Es lo que nos exhorta el apóstol Pablo a creer y tener esperanza: “Y si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra proclamación, es vana nuestra fe” (1 Cor 15,14). Esta advocación a la Virgen es precisamente esto: la Esperanza de encontrarnos con Cristo en la Vida Eterna. Pidamos esta gracia: “El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza” (Rom 15,13)

*Sobre el autor:

Genaro Díaz Springinsfeld es diácono permanente en la Parroquia San José Obrero en Rancagua.