*Por: P. Sergio Edwards SVD

El 15 de octubre se celebra la memoria de Santa Teresa de Jesús, quien nació en Ávila, España, el año 1515 en el seno de una familia, descendientes de judíos conversos. Su padre enviudó varias veces y tuvo muchos hijos, cuatro de los cuales vinieron a América, uno de ellos a Chile.

Ella ingresó como religiosa a la Orden Carmelita, pero después sintió una profunda desilusión porque su estilo de vida era muy cómodo y mundano. Se sintió llamada a una observancia más estricta de los votos religiosos y de la clausura de los monasterios. Esto dio origen a una reforma de su orden religiosa que terminó siendo otra congregación: las Carmelitas Descalzas.

Pronto la siguieron los varones de la Orden Carmelita, liderados por San Juan de la Cruz. Santa Teresa de Ávila fundó muchos monasterios porque muchas mujeres quisieron seguir a Cristo en este camino espiritual. Ella escribió varios libros y cartas de mucha profundidad espiritual y de gran riqueza literaria.

Santa Teresa de Jesús murió la noche del 14 al 15 de octubre de 1572, justo cuando se cambió del calendario juliano (Julio César lo había tomado de los egipcios) al calendario gregoriano (el Papa Gregorio XIII acogió la sugerencia de los científicos que proponían esta corrección porque el año no dura exactamente 365 días y seis horas, con lo que se produce una diferencia que con los siglos se hace significativa). Ella es Doctora de la Iglesia.

Más que las cosas que hizo o escribió Santa Teresa de Ávila lo que admiro son los frutos de sus esfuerzos que se notan en la vida de sus hijas espirituales, las carmelitas descalzas.

Es notable el número de personas de esta orden religiosa que han sido canonizadas, entre ellas Santa Teresa del Niño Jesús, del monasterio de Lisieux en Francia, también doctora de la Iglesia y patrona universal de las misiones.

También era carmelita descalza la primera persona canonizada nacida en Chile: Santa Teresa de Los Andes.

Además de ver los frutos de la espiritualidad de Santa Teresa en personas famosas, en santas canonizadas por la Iglesia, está mi experiencia personal de conocer monjas carmelitas descalzas.

El primer monasterio carmelita que conocí fue el de Alto Macul, que hace 40 años tenía una casa de retiro anexa a su monasterio, donde los novicios de la SVD hacíamos el retiro de 30 días. Pudimos reunirnos con ellas antes y después del retiro. Lo que más me llamó la atención fue la alegría de las monjitas.

Después de unos años, ya ordenado sacerdote, conocí el Carmelo de San José, donde había dos vecinas de un compañero de curso, hermanas entre sí, que habían entrado a ese monasterio, ubicado en Ñuñoa. También era una comunidad de religiosas muy alegres, que irradiaban una felicidad muy genuina en su consagración a ese estilo de vida «tan extraño» como es «estar encerradas en un claustro de por vida».

En Taiwán fui párroco desde 1993 en un sector rural del sur de la isla donde una joven de familia taoísta- que yo no conocía personalmente – había entrado al Carmelo unos años antes, pues se había bautizado y después entrado al convento mientras estudiaba en la universidad, lejos de su familia. Ella me escribía frecuentemente cartas pidiendo que yo bautizara a sus ancianos padres, y así lo hice, después de un tiempo adecuado de preparación.

Años más tarde murió la mamá de esta monjita y yo participé en su funeral. Alguien sacó fotos de esa misa y fui a entregárselas a esa religiosa. Ella me recibió en compañía de la superiora del monasterio. En ese tiempo yo estaba viviendo en la capital de Taiwán, muy cerca del monasterio carmelita. Les ofrecí ayuda cuando les faltara Capellán, imaginando que eso sería una vez al mes. El sacerdote que les hacía misa los miércoles estaba muy anciano y me pidieron reemplazarlo cada semana. Eso era mucho más seguido de lo que yo había ofrecido, pero acepté. Debo reconocer que el mejor momento de cada semana era ir a celebrar la misa con esa comunidad de carmelitas. Tenían tal devoción a la Eucaristía, que yo sentía una profunda alegría interior al celebrar misa con ellas.

Me ocurrió dos veces que le pedí oraciones a las carmelitas en situaciones muy complicadas y Dios escuchó sus oraciones. Sería largo relatar los detalles y, en ambos casos, es mejor no hacerlo abiertamente porque un caso se trata de la “iglesia subterránea” en un país donde no hay libertad religiosa y el otro caso es de una persona que prefiere que esto no se sepa. Ella parecía tener cáncer, según los primeros exámenes médicos, y finalmente tenía un tumor benigno. En ambos casos fue una reacción muy espontánea de mi parte, acaso por instinto, sin haberlo meditado mucho, de pedirle oraciones a las carmelitas de Taipéi. Y hubo un cambio tan radical en la situación, que creo firmemente que Dios escuchó sus oraciones.

Al escribir estas líneas recordé que el padre Luis Manuel Rodríguez SVD, quien cumple un año de fallecimiento en pocos días más, confiaba mucho en las oraciones de las carmelitas. Antes de las misiones de verano – que comenzaron hace 50 años – les pedía que rezaran y a pesar de no estar muy bien organizadas, como era el estilo del «Cura Lucho», siempre resultaban bien. A muchos nos cambió la vida la participación en dichas misiones.

*Sobre el autor:

El P. Sergio Edwards  Velasco SVD nació en 1957.  Es el segundo de siete hermanos y  estudió en el Colegio del Verbo Divino. Cursó Ingeniería Civil en la Universidad de Chile y tras graduarse ejerció  su profesión por tres años.

Desde 1977 participó en las misiones de verano en La Araucanía y cada semana en un grupo de Reflexión sobre la fe católica. En 1982 sintió que Dios lo llamaba a una entrega más radical y entró a la Congregación del Verbo Divino. Profesó los Votos Perpetuos en 1988 y fue ordenado sacerdote en 1989.

Entre 1990 y 2011 trabajó en la Provincia China de la Sociedad del Verbo Divino, primero estudiando el idioma Chino Mandarín y haciendo pastoral con inmigrantes filipinos,  usando el inglés. Desde 1992 sirvió en parroquias del sur de la isla de Taiwán, primero como asistente y luego como párroco.

A partir de 1994 se desempeñó  como profesor de Ética en el Colegio Secundario FuJen, en la ciudad de JiaYi.  En 1996 fue además Maestro de Novicios y viajó varias veces a apoyar el trabajo de la SVD en China. En el 2002 fue nombrado Superior Provincial, cargo que ocupó hasta el año 2008, viviendo en Taipei, pero debiendo viajar constantemente por toda la isla de Taiwán, y también a Hong Kong, Macao y diversas ciudades de China.

También vivió en Macao desde 2008 donde hizo clases en la Universidad San José. En 2011 volvió a Chile y uno de sus primeros encargos pastorales fue la rectoría del Liceo Alemán del Verbo Divino de Los Ángeles. En 2017 asumió el mismo servicio en el Colegio Verbo Divino de Las Condes, en Santiago de Chile.

El P. Sergio es, además, vice provincial de la SVD Chile desde el año 2014 y coordinador del área Educación.