Domingo 6° durante el año: 11 de febrero 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Se le acerca un leproso a Jesús suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: Si quieres, puedes limpiarme. Conmovido, extendió su mano, le tocó y le dijo: Quiero; queda limpio. Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio. Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes. (Marcos 1,40-45).

Referencias bíblicas

– Cuando bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres puedes limpiarme. Él extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. (Mateo 8,1-4)

– Estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que, al ver a Jesús, se echó rostro en tierra y le rogó diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Él extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante le desapareció la lepra. Le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: Vete, preséntate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio. Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba. (Lucas 5,12-16)

– El afectado por la lepra llevará la ropa rasgada y desgreñada la cabeza, se tapará hasta el bigote e irá gritando: ¡Impuro, impuro! Todo el tiempo que le dure la llaga, quedará impuro. Es impuro y vivirá aislado; fuera del campamento tendrá su morada. (Levítico 13,45-46)

– Yahvé habló a Moisés en estos términos: Ésta es la ley que ha de aplicarse al leproso en el día de su purificación. Se le llevará al sacerdote, y el sacerdote saldrá del campamento; si, tras de haberlo examinado, comprueba que el leproso está ya curado de su lepra. (Levítico 14,1-3)

– Cuando la nube se retiró de la Tienda, María advirtió que estaba leprosa, blanca como la nieve. Aarón se volvió hacía María y vio que estaba leprosa. (Números 12,10)

– Ten cuidado con la plaga de la lepra, observando bien y ejecutando todo lo que les enseñen los sacerdotes levitas. Procurarán poner en práctica lo que yo les he mandado. Recuerda lo que Yahvé tu Dios hizo con María cuando estaban de camino a la salida de Egipto. (Deuteronomio 24,8-9)

– Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. (Marcos 1,34)

Comentario

Según el evangelio de Marcos, el relato del encuentro de Jesús con un enfermo de lepra resulta muy interesante, para comprender la relación tan especial que él tenía con todos los que sufrían cualquier tipo de dolencia, incluso las más graves, como en este caso. La lepra no sólo era una enfermedad tremendamente invalidante en lo personal, sino que además producía una segregación familiar y social, debido el riesgo extremo de un contagio. La ley de Moisés prohibía severamente cualquier contacto con los que sufrían esta enfermedad. Por este motivo, los leprosos vivían aislados en cavernas que se encontraban fuera de los lugares poblados; los familiares y amigos les dejaban alimentos y ropa a una prudente distancia, para evitar todo contacto directo con ellos. Es en estas circunstancias, que un leproso se acercó a Jesús, se puso de rodillas delante de él y le suplicó: Si quieres, puedes limpiarme. Es decir, yo sé que tú puedes sanar las llagas que afectan mi piel. Jesús se conmovió mucho por el confiado gesto del enfermo, extendió su mano, le tocó físicamente y le dijo: Quiero; queda limpio. En el relato hay sólo dos personajes, el leproso y Jesús, de modo que, al parecer, no había ningún testigo que se pudiera sorprender por el arriesgado gesto de Jesús hacia el enfermo.

El relato señalaba que al instante desapareció la lepra y la piel del enfermo quedó completamente curada. Jesús le prohibió expresamente al enfermo sanado que comentara con cualquier persona lo que había sucedido entre ellos. Además, le pidió que ofreciera la ofrenda establecida en la ley de Moisés y que se presentara ante el sacerdote, para que él pudiera certificar su curación definitiva. De este modo, él podría reintegrarse nuevamente y en forma plena a su propia familia y a la comunidad a la que pertenecía. Es más que probable, que el ex-leproso cumplió solamente la segunda parte de la recomendación, relacionada con la presentación al sacerdote; pero no la primera parte, que se refería a guardar absoluto silencio sobre lo sucedido. El relato dice que, apenas pudo, él divulgó ampliamente la noticia por todas partes. De modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ningún pueblo, sino que se quedaba en las afueras y en lugares solitarios. El resultado había sido paradójico. Jesús había ayudado a un leproso a salir de lugares aislados y solitarios, y ahora terminaba él viviendo en lugares solitarios y en las afueras de los poblados. A pesar de todo, el relato agrega que la gente acudía a él de todas partes.

El relato de la curación milagrosa del leproso presentaba a Jesús como el Señor de la vida y de la salud, que venía a sanar de toda dolencia y sufrimiento que afectaba a las personas. Pero, el relato también lo presenta como quien viene a superar definitivamente la segregación, la contaminación y la impureza entre las personas. Toda forma de marginación había quedado definitivamente superada, porque la intervención de Dios a través de Jesús estaba al servicio de la inclusión de todos. A partir de ahora, lo que importaba era la vida y la integración de todas las personas, y la proclamación de la buena noticia de que en Jesús había realmente salvación plena.

P. Sergio Cerna, SVD