*Por: Mons. Jorge Vega SVD
El Diálogo Ecuménico comenzó a desarrollarse hace varias décadas. Perfectamente podemos afirmar que en sus inicios fue un servicio muy modesto. En estos inicios pocas personas se “arriesgaron” a conversar con aquellos que, por varios siglos, habían sido adversarios. Pero no puede negarse que el Concilio Vaticano II al publicar, en noviembre de 1964, el Decreto “UNITATIS REDINTEGRATIO” permitió darle fuerza al diálogo ecuménico en la Iglesia Católica.
Producto de este decreto conciliar, en nuestro país se fueron formando diversas fraternidades ecuménicas. Es así que hoy existen fraternidades ecuménicas en diversas ciudades como, Valparaíso, Santiago, Concepción, Valdivia, Antofagasta, entre otras. El funcionamiento de estas fraternidades es muy dispar.
Muchos cohermanos de la Congregación están en conocimiento que desde que nací tuve cercanía con el mundo de las iglesias de la Reforma, pues como es sabido a principios del siglo XX, mi bisabuelo materno llegó a Chile como pastor de la Iglesia Metodista. Además que mi madre era miembro de la Iglesia Presbiteriana. Posteriormente se convirtió al catolicismo. Pero tengo que reconocer que mi primer contacto con la tarea ecuménica se dio en mis tiempos de novicio, cuando nuestro maestro, el padre Carlos Pape SVD, en varias oportunidades al grupo de novicios nos llevó a participar en las reuniones de la Fraternidad Ecuménica de Chile. En ese tiempo esta fraternidad la componía un reducido grupo de personas. Por lo que hoy puedo apreciar, ese grupo de personas ha crecido bastante.
Buscando responder al impulso del decreto conciliar, hace muchos años la Conferencia Episcopal de Chile creó una Comisión para impulsar y acompañar el Dialogo Ecuménico. Esta Comisión, que está inserta en el Área Eclesial y compuesta mayoritariamente por laicos, también se preocupa del Diálogo Interreligioso.
Muchas veces me he preguntado, los motivos por los cuales al poco tiempo de haber sido llamado al episcopado, la Conferencia Episcopal me solicitó que acompañe la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso. No he obtenido respuesta, pero como son ya casi nueve años acompañándola, seguramente en el próximo periodo la dejaré.
Participar en esta Comisión me ha permitido conocer y dialogar con los líderes de otras denominaciones cristianas. Tengo que reconocer que con algunos de ellos hemos tenido un dialogo fructífero y hemos llegado a construir una amistad. En cambio con otros ha sido más difícil. También me he podido dar cuenta que en algunos lugares este diálogo se hace más fluido, y en otros se hace cuesta arriba. Pero en ambos casos hay un factor común: las personas. Sin la voluntad de ellas no es posible avanzar en cualquier diálogo.
No hay que ser profeta para darse cuenta que se nos avecinan tiempos nada fáciles. Tal vez estos tiempos ya han llegado. Ante estos tiempos, quienes somos personas de fe, no podemos quedarnos de brazos cruzado. Seguramente nuestra tarea deberá ser trabajar para que las personas puedan reencontrarse, en primer lugar, consigo mismas, luego con los otros, para finalmente encontrarse con Dios, su Padre y Creador. Como será una ardua tarea, ésta la deberemos realizar todos los cristianos unidos; por tanto las herramientas que nos ha entregado el ecumenismo a lo largo de los años serán de una gran ayuda.
El sábado 31 de octubre en nuestro país se celebra el Día de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. Esta celebración puede transformarse en una excelente oportunidad para reconocer el servicio que ellas han entregado a la sociedad nacional, y sobre todo para acercarnos a ellas buscando descubrir lo que nos une para desde allí poder seguir anunciando la buena nueva de Jesucristo.
*Sobre el autor:
Monseñor Jorge Patricio Vega Velasco SVD es obispo de la Prelatura de Illapel, jurisdicción eclesiástica ubicada en el norte del país. Actualmente preside la Comisión Nacional de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la Conferencia Episcopal de Chile. En octubre, el Papa Francisco lo nombró consultor del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso.