Compartimos el Eco Evangelio preparado por nuestro cohermano P. Saju George SVD y la Hna Gladys De la Cruz HCJC para el domingo 9 de enero,  en que recordamos el bautismo de Jesús.

A los catecúmenos adultos que recibirán el bautismo, la Iglesia les pide señales de conversión. ¿Sólo a ellos les obliga la conversión?
Y la inmensa mayoría de bautizados en la Iglesia, ¿no será necesario que nos convirtamos?
“Bautizados sí, pero muy lejos de ser convertidos” se escucha decir cuando se habla del ambiente de descristianización que va permeando la sociedad actual. El acento se pone no tanto en el bautismo, como una forma de ganar adeptos para la religión, sino en la conversión, o sea, la vuelta al Evangelio de los bautizados católicos tibios e indiferentes que poco testimonio damos de nuestra fe en Jesucristo. Del Evangelio de este domingo resaltamos el elemento conversión, integrando el llamado a la conversión ecológica.

El bautismo que Juan administraba no era el de las abluciones religiosas judías que hasta hoy día se repiten. La gente acudía al bautismo de Juan para recibir al Mesías con arrepentimiento. Nos podemos preguntar: ¿Por qué Jesús recibió el bautismo si no tenía pecado? No necesitaba arrepentirse. Desde nuestra
comprensión, su bautismo es un acto de solidaridad, «se deja contar con los pecadores» (CEC 536); y «manifestación de su anonadamiento» (CEC 1224) o abajamiento hasta la cruz. El bautismo del río Jordán culminó en el Calvario. Con su bautismo cumple la voluntad del Padre y Dios Padre, lo proclama y manifiesta públicamente: “Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.
En la Iglesia católica el bautismo es uno de los siete sacramentos, es signo externo del inicio de un nuevo camino de conversión o finalización de un proceso de preparación de conversión paulatino y progresivo. Durante varios siglos el bautismo cristiano se realizó después de un tiempo considerable de preparación, en un proceso conocido como catecumenado. Todo este proceso era un verdadero camino de aprendizaje de vida cristiana. De hecho, a los seguidores de Jesús se les solía llamar “los que están en camino” (Lc 25, 33). Para los primeros cristianos recibir el bautismo era una decisión de madurez y significaba no volver al antiguo camino o estilo de vida pecaminoso. Los pecadores convertidos eran, pues, los que recibían el
bautismo como camino de retorno a Dios y de seguimiento de Jesús.
La fiesta del bautismo del Señor es un recordatorio de lo similar que ha de ser la vivencia de nuestro bautismo: vivir una vida nueva, reflejando nuestro ser “hijos muy amados del Padre”. Juliana de Norwich decía: «Él hizo de modo que todas las cosas resulten útiles para nosotros, y en este amor nuestra vida dura por siempre».
Sin duda, esto nos plantea un ejercicio de conversión permanente, algo parecido a la respiración para vivir, que no se realiza una vez para siempre, vivimos respirando, vivimos nuestro cristianismo convirtiéndonos siempre. La conversión cristiana hoy, conlleva la “conversión ecológica”, esto implica reconocer y arrepentirnos de nuestras propias maneras de dañar al planeta (cf. LS 7) y apostar por otro estilo
de vida que nos lleve a cuidar de los demás y del medio ambiente. La encíclica Laudato Si´ habla exhaustivamente sobre la conversión ecológica (Cap V y VI).
¿Qué gestos y acciones incorporaré en mi vida diaria como parte de mi conversión ecológica?