*Por: P. Roberto Díaz SVD
*25 de marzo, Fiesta de la Encarnación del Verbo Divino
“Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros…” (Jn 1, 1-18) Este texto llamado Prólogo de San Juan, es lectura muy querida y tradicional de nuestra Congregación del Verbo Divino. Se proclama siempre en los momentos más significativos de la comunidad, para recordarnos que como sus “socios”, somos invitados a sumergirnos siempre de nuevo en el misterio de la Encarnación, fuente de nuestra vocación y misión.
El Dios que nadie ha visto jamás, se hizo visible en un ser humano como todos: Jesús, el Hijo de María y José. Es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre.
Nuestro Fundador san Arnoldo Janssen, imbuido de la espiritualidad de su época, reconocía al Dios encarnado en la imagen del Sagrado Corazón, como el centro más íntimo de Aquel que la iglesia confiesa “verdadero Dios y verdadero hombre”.
Podríamos decir que es el mismo evangelio de san Juan el que invita a contemplar el Corazón traspasado por la lanza y de esta manera poner oído atento al latido de su amor y entrega. Un corazón que en su vida latió por amor al “Abbá”, Padre, y por amor a los seres humanos, sus hermanos. Un corazón que se enternecía frente a los niños, a los pobres y hambrientos, que sintió compasión por los enfermos y esclavizados por el demonio; pero que se aceleraba con fuerza frente a las injusticias y manipulaciones de los poderosos. Un corazón que herido por la lanza violenta del opresor, manaría sangre y agua, como atestigua el mismo Juan (Jn 19, 34). Ese Corazón humano sacrificado – sangre – estaba animado por el Espíritu Santo, representado por el agua.
Arnoldo Janssen supo escuchar con admiración y cariño los latidos del Verbo encarnado: el corazón humano de Jesús es el acercamiento de la Santísima Trinidad al ser humano y el camino para participar en la vida de Dios. En el Sagrado Corazón de Jesús halló la más clara manifestación del Verbo Divino. En una de sus alocuciones decía: “En el Sagrado Corazón habita por entero toda la Santísima Trinidad: la omnipotencia del Padre, la sabiduría y belleza del Hijo, el amor y la riqueza del Espíritu Santo. ¡Oh milagro inefable, que el Corazón de Jesús sea un corazón creado, un corazón humano!”.
El Verbo hecho carne por tanto es expresión de la ternura y cercanía de Dios, su “Sí” a la creación entera y su invitación a toda la humanidad para entrar en comunión con Él. Es “Palabra”, comunicación, lenguaje para entendernos entre quienes somos diferentes, para crear y expresar diálogo y amistad. De esta manera el Verbo es también Evangelio, Buena Noticia, que fascina y seduce, actúa y transforma con autoridad, llenando de alegría especialmente a los pobres y marginados de la tierra.
Si el Verbo Divino se encarnó por el poder del Espíritu Santo, quiere decir que es la fuente y ejemplo de la misión de la iglesia y de nuestra congregación, distinguida con su nombre: “su vida es nuestra vida, su misión es nuestra misión” (Constituciones SVD). Es la manera de ser misioneros “encarnándonos” al estilo del Verbo en las realidades a la que somos enviados: entre pueblos de culturas diferentes; entre los que no creen o han perdido la fe; entre pobres y marginalizados; entre quienes buscan la verdad con sincero corazón, etc.
La Encarnación demanda de nosotros, asumir su encarnación en nuestras vidas concretas, haciendo carne su mensaje, sintonizando nuestro corazón con los latidos del Corazón de Jesús, especialmente en solidaridad con los más pobres y desamparados, entre inmigrantes y pueblos indígenas, sirviendo parroquias y colegios, para hacer realidad un poco más, la oración de nuestro Fundador: “¡Que viva el Corazón de Jesús en los corazones de todos los hombres!”.
*Sobre el autor:
El P. Roberto Díaz Castro SVD es el encargado de Comunicaciones de la Provincia y también acompaña pastoralmente, como capellán, al Colegio del Verbo Divino de Las Condes.
Fue formador en el Juniorado Panam y ha servido en diversas parroquias verbitas, entre ellas, en Osorno, Rancagua, Quepe y Puerto Domínguez.