*Por: P. Marcelo Oyarzún SVD
Oscar Arnulfo nace el 15 de Agosto de 1917 en la ciudad de Barrios, pequeño poblado de El Salvador, país centroamericano, que da al Pacífico. País productor de bananas y café principalmente, que por supuesto beneficiaba y hacía más ricos a los ricos y más pobres a los humildes. Su padre, Santos, de oficio telegrafista y que se preocupaba además del cuidado de un pequeño terreno, que pertenecía a su esposa Guadalupe, con algunas vacas que proveían diariamente de leche a la familia.
Oscar, es el segundo hijo de una familia numerosa, él creció en un ambiente de esfuerzo y trabajo, y aprendió de su padre el trabajo en el campo y, además Oscar tenía un especial interés por la música, le gustaba tocar flauta, desde muy joven, se despertó en él, el interés de ser sacerdote. Así, Oscar creció en un ambiente familiar, de mucho trabajo y de mucha fe.
En el año 1937, Oscar entra a estudiar en el seminario jesuita de San Salvador, luego continua su formación teológica en Roma, hasta completar sus estudios hacia el sacerdocio. El 14 de Abril de 1942 se ordena sacerdote en Roma. Oscar sabe que el sacerdocio en una entrega al servicio a Jesucristo en los hermanos. Como sacerdote realiza una variedad de servicios en la iglesia de su país natal El Salvador.
En 1970 es nombrado obispo auxiliar de San Salvador. Se destaca por ser muy conocedor de los documentos de la iglesia, desde el Vaticano II hasta Medellín, con toda su implicancia en la vida del pueblo creyente. A principios de 1973 es nombrado rector del seminario de San José de la Montaña, seminario atendido hasta entonces por los Jesuitas, quienes trasmitían una formación centrada en los documentos de Puebla y Medellín, lo que los obispos en general consideraban una formación subversiva, progresista y muy poco ortodoxa. A la llegada de Romero al seminario, se vivió un cambio que significó mucho en la vida de los seminaristas, hasta hubo cambio del profesorado en el seminario, lo que fue un franco retroceso.
En Febrero de 1977, Romero remplaza a Mons. Chávez en la Arquidiócesis de San Salvador. La ceremonia se llevaba a cabo en medio de una situación convulsionada políticamente, que afectaba a todo el país, y que traía muchas implicancias en la arquidiócesis. Este periodo coincide con deportaciones de sacerdotes extranjeros, desapariciones de personas, porque el gobierno vigente consideraba la situación política muy subversiva. Romero conocedor de su clero y muy amigo del sacerdote jesuita Rutilio Grande, comienza a notar las desapariciones de personas, las torturas, tanto entre el clero como entre civiles, y muchos atropellos a los derechos humanos, los cuales comienza a denunciar abiertamente responsabilizando al gobierno y a las fuerzas uniformadas del estado. El asesinato del padre Rutilio Grande fue para él un golpe muy fuerte. Romero comienza a denunciar lo que ocurre en el país en todos los medios de comunicación posibles.
Se vivían en esos tiempos una situación política muy convulsionada, frente a lo que la Conferencia Episcopal estaba dividida. Algunos obispos más conservadores, acusaban a Romero de propiciar la subversión en el país. Monseñor Romero llegó a estar amenazado de muerte, a la que él declara no temer porque cree en la resurrección. El día 24 de Marzo de 1980, una bala explosiva en el corazón lo mata. Cae muerto detrás del altar de la capilla, en el pequeño hospital de cancerosos de San Salvador.
Un día antes de su muerte, Oscar Romero menciona el desconcierto que crece en el pueblo y la brutalidad increíble de las fuerzas del orden que ejecutan a sus víctimas, sin otra razón que las sospechas. Él termina con una llamada vibrante a los militares para que paren la represión y les pide que obedezcan a la voz de su conciencia y a la ley de Dios y no a la del pecado que les ordena matar: “Si lo que el gobierno pretende hacer es decapitar la organización del pueblo y estorbar el proceso que el pueblo quiere, no puede progresar otro proceso. Sin las raíces en el pueblo ningún gobierno puede tener eficacia, mucho menos cuando quiere implantarlos a fuerza de sangre y de dolor… Yo quisiera hacer un llamamiento de manera especial a los hombres del ejército, y en concreto a las bases de la guardia nacional, de la policía, de los cuarteles. Hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos y ante una orden de matar que dé un hombre, debe de prevalecer la ley de Dios que dice: No matar… Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios… una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla… Ya es tiempo de que recuperen su conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado… La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre… En Nombre de Dios, pues y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión…!” (Romero, su pensamiento, 23/03/1980, Tomo VIII, p.381 – 382)
Cuánto me gustaría ver resucitar a Romero en Chile. Especialmente cuando vemos un episcopado y un clero en silencio. Pareciera que en Chile no pasara nada y la clase política no se ve comprometida con el pueblo que los eligió. Yo veo un Chile muy contaminado por la desigualdad, veo mucho odio, mucha gente sufriendo, hermanas y hermanos nuestros mutilados, muchos inmigrantes viviendo en malas condiciones y hasta rechazados. Y nuestros pueblos indígenas perseguidos. Nuestras cárceles con presos políticos y mucha gente manifestando su descontento. Necesitamos hoy una iglesia como la de Oscar Romero “defensora de los derechos de Dios, de la dignidad humana, de la persona, que no puede quedarse callada ante tanta abominación”. Parece que en Chile la Iglesia sí se quedó callada.
Última homilía de monseñor Romero
*Sobre el autor:
El P. Marcelo Oyarzún Ojeda nació el 01 de diciembre de 1965 en Purranque, en la sureña provincia de Osorno. Hizo sus estudios básicos y medios en la educación pública de Purranque.
El año 1987 ingresó al noviciado de la Congregación del Verbo Divino. Profesó los primeros votos el 01 de marzo de 1989 y los votos perpetuos el 26 de enero de 1997. Fue ordenado sacerdote el 09 de octubre de 1999 en Rahue, Osorno.
En agosto de 1992 partió a Ghana para realizar una experiencia pastoral transcultural y regresó a Chile en diciembre de 1995. Retornó a Ghana en marzo del año 2000, después de la ordenación sacerdotal y permaneció en ese país hasta diciembre de 2014.
En diciembre de 2014 volvió a Chile y fue destinado a la Parroquia Espíritu Santo de Fresia donde sirvio desde el 2015 hasta el 2017. Posteriormente, entre los años 2017 y 2019, asumió como párroco de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Quepe.
Desde marzo del 2020 es formador en la casa de Formación de la Congregación en Chile.