*Por: P. Roberto Guzmán

Me dio mucha risa un día cuando el papá de una polola mía me dijo “ –llega antes al almuerzo porque tenemos un vituperio”… ¿Un vituperio?? Un vituperio es un insulto, injuria o agravio. Cuando le pregunté se rió también y me dijo que en realidad se entendía que se trataba de un picoteo… y sonaba bien. Después lo he escuchado otras veces en el mismo sentido, y hasta la risa ahora es precisamente porque muchos creen  realmente que vituperio es un picoteo (OMG!!).

Bueno, más o menos eso me pasaba a mí con la palabra caridad. La gente, especialmente en círculos medio catoliquísimos hablaba de tener caridad, hacer la caridad, ser caritativo, etc. Pero yo no sabía exactamente a qué se referían precisamente… ¿dar limosna?, ¿perdonar?, ¿tener compasión? Todo aquello evocaba un cierto grado de superioridad con quien necesita y no creo que San Pablo cuando dice “la caridad de Cristo nos urge” se refiera a eso: andar mirando para abajo a los demás y haciendo caridad con ellos. Entonces, durante muchos años yo evitaba usar esa palabra que me molestaba un poco porque no la entendía bien.

Pasó que aquí en la población La Bandera, donde vivo desde hace algunos años, tenemos un Comedor Abierto que es nuestra joyita. Atiende a un universo de unas ciento y tantas personas en situación de calle o  de pobreza, desde hace unos 18 años. La Sonia es una de las voluntarias.

Un día estábamos en una liturgia y me atreví a contar que después de mis muchos años de vida cristiana aun no entendía qué significaba realmente la palabra Caridad, y pregunté si alguien la entendía y me podía explicar. La Sonia levantó el dedo y dijo: “caridad es ponerse en el lugar del otro”. Sabes que me aclaró TODO. Es que justamente es eso: PONERSE EN EL LUGAR DEL OTRO. Eso es lo que nos urge Jesús y lo expresa Pablo en su carta.

El Cardenal Raúl Silva Henríquez, conocido mundialmente por la defensa de los derechos humanos en el tiempo de la dictadura, tenía precisamente ese lema como pastor: “La caridad de Cristo nos urge”. Y este imperativo ético es la raíz fundamental de todo derecho humano de cualquier persona. Cada persona tiene derecho a que yo y todo humano se ponga en su lugar. Es simplemente el derecho a ser. Ser reconocido como un igual. Que cada quien sea tratado como el que trata. De ahí se origina entonces  el derecho al descanso, y es contra los DD. HH de un policía -por ejemplo- ser obligado a trabajar 36 horas en tensión continua, sin descanso. O una cajera a la que no se le otorgue tiempo para ir al baño (pasó en supermercados en nuestro país donde, vergonzosamente y en virtud de la ‘eficacia’ por sobre la dignidad, las obligaron a usar pañales). O que sea negado el derecho a la inmigración. Hace unas semanas murió congelada una mujer migrante en la frontera norte de Chile. ¿Cómo no ponernos en el lugar del otro?

Los derechos humanos son los derechos de Dios. Exactamente iguales. Quien ofende a un trabajador o a un migrante ofende a Dios. La señora Sonia de nuestra población La Bandera lo tiene clarito.

Entonces se  impone a estar atentos a que para nosotros los DD. HH no sea un mero catálogo jurídico nacido en 1789 y  plasmado en 1948, sino la sensibilidad profundamente humana, consoladora y sanadora de aprender a ponerme en el lugar del otro/a. Cosa no tan obvia pero espiritual y materialmente posible. Para que nunca más una mujer muera congelada en ninguna frontera, o alguien pierda su ojo protestando en la plaza porque un policía cansado de hostigamientos le apuntó a la cara, que es una herida en el rostro de Chile.

*Sobre el autor:

Roberto Guzmán Hemard es sacerdote diocesano de Santiago. Fue ordenado el 14 de diciembre de 1991.

Sirvió de misionero en Mozambique desde 1997 a 2016 y actualmente sirve en la población La Bandera, en la zona sur de Santiago.