La Nochebuena se distingue claramente de un “buenas noches”, un simple saludo deseando buen reposo. En cambio, Nochebuena señala una noche en que sucedió un acontecimiento tan bueno e importante que es el nacimiento de Jesucristo, que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad como lo vemos en nuestro calendario, independientemente de la fe que tenga o no en Él. Y ¿por qué ese acontecimiento es tan importante?

En primer lugar, esta noche apareció una gran luz en medio de la oscuridad de muchos hombres que viven sin tener orientación en su vida ni en su camino. Y esa gran luz que apareció se llama Jesús, que quiere decir DIOS salva. Él salva a los hombres de la oscuridad, de la desorientación, del desánimo, de la desesperanza que está en los más profundo de su corazón. A partir de esa luz de Jesucristo, los hombres que lo aceptan, empiezan a ver y recuperar el sentido de la vida y la esperanza. 

En segundo lugar, esta Nochebuena Dios rompió el silencio de la indiferencia, de la frialdad, de la incomunicación que marca la distancia, a pesar de la cercanía física que hace mal al hombre. Y del cual todos tenemos la experiencia. 

Esta noche, Dios rompió ese silencio con su palabra que se hizo carne y habitó entre nosotros, que se llama Jesucristo, hijo de Dios, quien salva, rompiendo el muro de la incomunicación y de la división entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí.

Jesús nos salva como palabra que comunica y reconcilia, creando la comunión con Dios y entre los hombres. ¿Cuánta necesidad tenemos de comunicación, de diálogo y comunión? ¿Cuánta incomprensión, división, odio y guerras evitaríamos si tuviéramos más diálogo?

La Palabra de Dios, de la cual hablamos esta noche, no solo la escuchamos sino que la abrazamos. Porque la Palabra se hizo bebé entre nosotros. Y al abrazarlo, poco a poco comienza a disolver la rigidez de la incomunicación y de la desunión.

Efectivamente, cuando cargamos y abrazamos a un bebé, aunque  no sabe hablar como los adultos, realmente nos transmite ternura, amor, paz, pureza, consuelo, aliento y esperanza. Por eso, nos invita a que abracemos con ternura la palabra hecha bebé: Jesús. Para que Él sea palabra de nuestra reconciliación y comunión. Él vino y habita entre nosotros como palabra de la verdadera comunión. 

Esperando que encontremos entre nuestras familias, hermanos, comunidades y amigos un bebé para tenerlo en nuestros brazos un largo rato. Esta experiencia nos aclara muchísimo comprendiendo el misterio maravilloso de Dios hecho hombre. 

Por último, quiero remarcar que esta noche, Dios tomó la decisión de regalarnos a su hijo, más allá de si los hombres quieren recibirlo o no. Es Dios, quien expresó su deseo con una buena noche. Por esta maravillosa decisión de Dios a nuestro favor, la llamamos “Noche Buena”. Por eso, esta Nochebuena alabamos a nuestro Dios Padre por su decisión. Alabamos a Jesucristo que es la luz y la palabra de Dios. Alabamos al Espíritu Santo quien engendró a Jesucristo en el seno de la Virgen María. Y a ella le damos gracias y muchas gracias porque nos trajo al Señor Jesucristo la Palabra hecha bebé. Feliz noche buena. ¡Feliz Navidad!

Autor: P. Yuventus Adur SVD, párroco de la Parroquia Espíritu Santo de Fresia.