*Por: Nicolás Espinosa

El trabajo forma parte de lo que somos, en algunos casos nos definen dentro del rol social que cumplimos.  Nuestro trabajo es el aporte que podemos brindar al mundo, a nuestras familias, a nuestras comunidades. Esta entrega puede ir de la mano de una decisión vocacional o simplemente es una actividad que llega a nuestra vida. Tan importante es el trabajo que el mismo Dios hecho hombre ofició como carpintero en la mayor parte de su vida.

 Día a día vamos cumpliendo nuestra labor y el trabajo pasa a ser una gran parte de nuestra vida, y es por esta razón que al igual que comprender la importancia del trabajo debemos comprender la importancia del descanso. Sin pausas que nos permitan detener esta máquina de trabajo se nos puede pasar el tiempo dejando a un lado nuestra propia vida, sin estas pausas dejamos de ver lo que realmente importa, sin estas pausas difícilmente entramos en comunión con quienes nos rodean y con Dios porque nuestra mente sigue en el trabajo, sin estas pausas nos enfermamos.

 Jesús cuando envía a sus discípulos a misionar le pide que cuando los reciban en una casa se queden en ese lugar, que coman y beban lo que les den, y que no duden en aceptar la hospitalidad, porque los que trabajan merecen recibir su salario. Esto quiere decir que debemos ser capaces de pausar nuestro trabajo para recibir nuestra recompensa y esta recompensa no solo es una recompensa que se recibirá en el cielo, sino que Cristo te pide que esta recompensa la recibas y disfrutes hoy.

 Sé que muchas veces no queremos dejar de trabajar porque nos sentimos indispensables, seres únicos para lograr la meta, pero si tomamos conciencia de que solo somos herramientas de Dios y Él es quien obra a través de nosotros debemos confiarle nuestras metas, nuestros desafíos y nuestro descanso.

 Cuando la máquina de trabajo no se detiene, se funde, es por esto que necesitamos detener la máquina, que se le hagan mantenciones, la ajusten para que luego siga funcionando de manera óptima. Poner una pausa al trabajo nos permite reconsiderar muchas cosas en nuestra vida, nos permite compartir con nuestros amigos y seres queridos, nos permiten recrearnos, nos permiten estar más disponibles para el encuentro con Dios.

 Los invito a que cada uno pueda darse un buen descanso, disfrutar de las recompensas de nuestro trabajo y a renovar energías a través de la contemplación de la Gracia Divina que rodea nuestras vidas.

Les deseo un gran año 2021, en el cual centremos nuestra vida en la fe y la esperanza tan necesaria hoy. Que la luz de Cristo nos permita ver con claridad las maravillas que Dios nos da en todo momento y lugar.

*Sobre el autor:

Nicolás Juan Espinosa Fernández es ex alumno del Colegio del Verbo Divino de la generación 2011. Es psicólogo de la Universidad del Desarrollo y actualmente postula para ingresar a  la Congregación. En sus recientes años como psicólogo ha trabajado desde la psicología comunitaria fuera de Santiago y este año  cerró un ciclo de trabajo en la comuna de las Guaitecas, ubicado en el archipiélago de la región de Aysén.