Domingo 5° durante el año: 4 de febrero 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Cuando salió de la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: Todos te buscan. Él les dice: Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido. Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios. (Marcos 1,29-39)

Referencias bíblicas

– Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. (Mateo 8,14-15)

– En saliendo de la sinagoga, entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre; y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. (Lucas 4,38-39)

– Estando luego sentado en el monte de los Olivos, frente al Templo, le preguntaron en privado Pedro, Santiago, Juan y Andrés: Dinos cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de que todas estas cosas están para cumplirse. (Marcos 13,3)

– Y tomando la mano de la niña, le dice: Talitá kum, que quiere decir: Muchacha, a ti te digo, levántate. (Marcos 5,41)

– Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos, para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías: Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. (Mateo 8,16)

– ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. (Isaías 53,4)

– Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: He ahí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. (Juan 1,29)

– A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran. (Marcos 3,11-12)

– Al hacerse de día salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando hasta él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero él les dijo: También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado. E iba predicando por las sinagogas de Judea. (Lucas 4,42-44)

– Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí. (Mateo 14,23)

– Entonces va Jesús con ellos a una propiedad llamada Getsemaní, y dice a los discípulos: Siéntense aquí, mientras voy allá a orar. (Mateo 26,36)

– Todo el pueblo se estaba bautizando. Jesús, ya bautizado, se hallaba en oración, se abrió el cielo, bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado. (Lucas 3,21-22)

– Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú eres rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz. (Juan 18,37)

Comentario

Según el evangelio de Marcos, Jesús se presentó en Galilea anunciando la llegada del Reino de Dios y llamando a los primeros discípulos. Inmediatamente después, él comenzó una intensa actividad, en medio de la gente de los diferentes pueblos de la región. Es verdad que la predicación de Jesús anunció la intervención decisiva de un Dios que era Padre compasivo y salvador. Este mensaje despertó grandes expectativas en las personas que lo escuchaban. Sin embargo, en las curaciones de los enfermos y en las expulsiones de los demonios apareció con mayor claridad un Jesús, que venía, por encargo de Dios, a liberar del mal a todas las personas que sufrían dolencias en el cuerpo o en el espíritu.

En este contexto hay que comprender la preocupación especial de Jesús por los enfermos y por los endemoniados. Su capacidad para superar cualquier dolencia y para controlar los espíritus malos, era una muestra de que él era enviado por Dios y que su plan para superar el mal estaba empezando a hacerse realidad en el mundo. Así como había un proyecto de Dios que favorecía a las personas y que estaba al servicio de la vida, la experiencia demostraba que existía un proyecto opuesto, que producía mucho sufrimiento y dolor, y que estaba al servicio de la muerte. Esta realidad no podía tener su origen en un Dios bueno, por lo cual era atribuido a las fuerzas maléficas del demonio. La intervención de Jesús estaba marcando el comienzo del fin de la acción del espíritu del mal en el mundo. Jesús sanó a la suegra de Simón que estaba enferma; ella se levantó y empezó a atenderlos en la casa. Las otras numerosas curaciones eran una invitación a descubrir en Jesús a alguien que realmente podría ayudar a superar las dolencias humanas. Reconocer y adherir a la persona de Jesús significaría un cambio radical y muy positivo en la vida. Después de esta intensa actividad entre la gente, Jesús se retiró a un lugar solitario para orar. Además, como todos lo buscaban, quiso evitar el fomento de un liderazgo mesiánico mal entendido. Él empezó a recorrer otros lugares de Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.

P. Sergio Cerna, SVD