*Por: Fray Cristhian Ogueda, carmelita descalzo

Juan de la Cruz es el gran místico que logró no sólo experimentar las más altas cumbres del misterio cristiano, sino que además logró sistematizarlo magistralmente. El teólogo de la mística es Juan de la cruz, y nadie más.

Muchos místicos han experimentado grandemente el misterio cristiano, pero sólo estaba reservado a Juan de la cruz, no sólo llegar a las más altas cumbres de la mística, sino que además poder sistematizarla magistral y rigurosamente.

Dentro de su ser místico y teólogo, podemos subrayar de modo especial su capacidad para mostrar el misterio del Dios revelado en plena sintonía con la  gran tradición  católica del Cristo encarnado y crucificado.

Doctor de la Iglesia católica no se deja arrastrar por la mera experiencia, sino que hace que ésta emane del hontanar de la más pura tradición, remontándose hasta los padres de la Iglesia y a las fuentes mismas de la Sagrada Escritura, de la que fuera un fanático lector.

La Sagrada Escritura es el nervio que tejen todas sus enseñanzas espirituales. Ha leído contemplativamente prácticamente toda la Escritura como ningún autor anterior a él lo hiciera; el san Jerónimo castellano le han llamado. Católico de pura cepa, no cede a la fácil tentación de abandonarse a la mística personal desconectándose de la tradición, sino que hace de ésta  fuente y   guía de toda su experiencia mística. Hoy en un siglo deseoso de experiencias, buscadora de místicas horizontales y de la armonía, Juan de la Cruz nos regala el misterio del Dios encarnado y crucificado, el único que nos libera completa e integralmente.

Ante tantos peligros de místicas de la prosperidad y de la felicidad, Juan de la Cruz nos alimenta con una  mística de la salvación,  libertad y gozo, en el sentido más puramente bíblico. Aquella mística encarnada que es capaz de dar sentido a toda la realidad tal cual se presenta, sin desfigurarla a nuestra medida.

Dolores y alegrías son respetados en su verdad antropológica, pero son elevadas por el místico doctor a camino de experiencia cristiana salvífica.  Hoy que la espiritualidad horizontal se centra en la armonía personal, Juan de la cruz nos invita a una mística de calado evangélico profundo, donde la armonía es solo consecuencia de una libertad radical, realizada en la plenitud de la comunión con Dios dada en el Cristo encarnado y crucificado.

Las “noches oscuras”, gran símbolo sanjuanista de la purificación, así como la “llama de amor viva”, otro gran símbolo del fuego del Espíritu, nos guiarán para poder acoger en nuestra carne el misterio cristiano en su más profunda esencia. Juan de la Cruz se hace profeta de la experiencia de Dios que se nos regala y por eso llora y gime al ver a las gentes que derrochan y no reciben la felicidad salvadora donada en Cristo, llegando a decir: “mío son los cielos y mía es la tierra, los ángeles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías, y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. No te pongas en menos ni repares en meajas que caen de la mesa de tu Padre. Sal fuera y gloríate en tu gloria, escóndete ella y goza, y alcanzarás las peticiones de tu corazón” (Dichos de luz y amor 27).

El místico Doctor, junto a Teresa de Jesús, fundan el Carmelo Descalzo y se hacen maestros de la gran tradición mística del siglo de oro español. Su lectura es insustituible. Entre poesías y prosa logra conducirnos hacia las profundidades más hondas de lo humano y divino que hay en nosotros.

*Sobre el autor:

El P. Cristhian Ogueda es sacerdote carmelita. Entró al Carmelo a los 19 años. Ha bebido por más de 26 años de los místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz.

Realizó estudios secundarios en el Colegio Teresiano y posee Licencia canónica en teología en la Universidad Católica de Chile.  Además es magíster en Antropología teológica en el Teresianum de Roma y tiene una  especialidad en Espiritualidad y Mística en la Universidad de la Mística de Ávila. Su principales actividades han sido:  conferenciante, profesor, director de Ejercicios Espirituales y acompañante espiritual.