Domingo 11° durante el año: 18 de Junio 2023
Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico
Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el que le entregó. A estos doce envió Jesús, después de darles las siguientes instrucciones. No tomen camino de gentiles ni entren en ciudad de samaritanos; diríjanse más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Yendo proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen enfermos, resuciten muertos, purifiquen leprosos, expulsen demonios. Gratis lo recibieron; denlo gratis. (Mateo 9,35-10,8)
Referencias bíblicas
– Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jordán. (Mateo 4,23-25)
– Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin. (Mateo 24,14)
– Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. (Marcos 1,1)
– Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. (Marcos 6,34)
– Y les dijo: La mies es mucha y los obreros pocos. Rueguen, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies. (Lucas 10,2)
– ¿No dicen ustedes: Cuatro meses más y llega la siega? Pues bien, yo les digo: Alcen sus ojos y vean los campos, que blanquean ya para la siega. Ya el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador. Porque en esto resulta verdadero el refrán de que uno es el sembrador y otro el segador: yo los he enviado a segar donde ustedes no se han fatigado. Otros se fatigaron y ustedes se aprovechan de su fatiga. (Juan 4,35-38)
– Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron junto a él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con poder de expulsar los demonios. (Marcos 3,13-15)
– Y recorría los pueblos del contorno enseñando. Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos. (Marcos 6,6b-7)
– Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. (Lucas 9,1-2)
– Y se pusieron a gritar: ¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo? (Mateo 8,29)
– Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó. (Marcos 3,16-19)
– Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles: A Simón, a quien puso el nombre de Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelota; a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor. (Lucas 6,13-16)
– Y cuando llegaron, subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro y Juan; Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolomé y Mateo; Santiago el de Alfeo, Simón el Zelota y Judas de Santiago. (Hechos 1,13)
– Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mateo 28,19)
– Respondió él: No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: ¡Señor, socórreme! Él respondió: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Sí, Señor -repuso ella-, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces Jesús le respondió: Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas. Y desde aquel momento quedó curada su hija. (Mateo 15,24-28)
– Él le dijo: Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. (Marcos 7,27)
– Envió, pues, mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. (Lucas 9,52-53)
– Le dice la mujer samaritana: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos.) Cuando llegaron a él los samaritanos, le rogaron que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. (Juan 4,8b-9.40)
– Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. (Juan 4,22)
– Izará bandera a las naciones, reunirá a los desperdigados de Israel, agrupará a los dispersos de Judá de los cuatro puntos cardinales. (Isaías 11,12)
– Rebaño descarriado era mi pueblo: sus pastores los dispersaron, extraviándolos por los montes. De monte en collado vagaban, habían olvidado su aprisco. (Jeremías 50,6)
– ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? (Ezequiel 34,2)
– Llegados a Salamina, se pusieron se pusieron a anunciar la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. (Hechos 13,5)
– Entonces Pablo y Bernabé dijeron con valentía: Era necesario anunciarles a ustedes en primer lugar la palabra de Dios; pero ya que la rechazan y ustedes mismos no se consideran dignos de la vida eterna, miren que nos volvemos a los gentiles. (Hechos 13,46)
– No me avergüenzo del Evangelio, que es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío en primer lugar, pero también del griego. (Romanos 1,16)
– ¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ¡Ya reina tu Dios! (Isaías 52,7)
– Por aquellos días se presenta Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: Conviértanse porque ha llegado el Reino de los Cielos. (Mateo 3,1-2)
– Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decir: Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado. (Mateo 4,17)
– Curen los enfermos que haya en ella, y díganles: El Reino de Dios está cerca de ustedes. (Lucas 10,9)
Comentario
La unidad literaria inicial repite casi textualmente lo señalado en la introducción al primer discurso evangélico del sermón de la montaña (4,23-25). Desde el capítulo cinco al siete, el evangelio de Mateo ya había presentado a Jesús anunciando la buena nueva del Reino, y, en los capítulos ocho y nueve, aparecía Jesús sanando todo tipo de dolencias que afectaban al pueblo. Aquí se insiste en este último aspecto, destacando la preocupación compasiva de Jesús por la gente maltratada y postrada, y que carecía de alguien que estuviera dispuesto a compartir la grave situación en que se encontraba. La compasión de Jesús era algo más que un mero sentimiento, pues se trataba de una opción de vida al servicio de los demás, especialmente de los más necesitados de apoyo. La misión de los discípulos consistiría precisamente en curar los diversos males del pueblo, como un anticipo de la cosecha que se realizaría al final de los tiempos. El permanente diálogo orante con el dueño del campo y el señor de la cosecha orientaría a los discípulos en el ejercicio de esta importante tarea.
El segundo gran discurso del evangelio de Mateo lleva el nombre de apostólico porque está dirigido a los discípulos, quienes son invitados a seguir a Jesús y a compartir su vida y su misión. El encargo dado a los discípulos coincide con la propia misión de Jesús y el contenido de su anuncio corresponde al estilo de vida de Jesús. La lista de los nombres de los doce apóstoles ocupa el lugar central del relato y se encuentra en medio del poder sanador conferido por Jesús a los discípulos y del envío a cumplir la misión encargada. El llamado de los discípulos está en función de prestar un servicio relacionado con todos los males que afectan al pueblo: les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Jesús elige doce discípulos en correspondencia a las doce tribus de Israel, pues ese pueblo es el destinatario de su acción curativa. Los discípulos participan del poder y de la autoridad de Jesús y son el signo visible de la presencia de Jesús en medio de la comunidad. Los nombres de los doce apóstoles son presentados en una lista de seis pares de discípulos. Después de haberles dado autoridad sobre demonios y enfermedades, y de establecer los nombres de los doce apóstoles, Jesús los envía a cumplir la misión para la cual ellos han sido elegidos. Al final del evangelio de Mateo (28,18-19), hay un nuevo envío de Jesús, de los once discípulos restantes, a todos los pueblos del mundo. El contenido de la actividad misional de los discípulos se orienta en dos direcciones. En primer lugar, está el anuncio de la próxima llegada del Reino de los cielos. Y estrechamente relacionado con esta proclamación de la Buena nueva del Reino, está el cuádruple mandato de curar enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos y expulsar demonios. De este modo, las curaciones se transforman en signo de la presencia salvadora de Dios en medio de su pueblo que sufre todo tipo de calamidades y dolencias. Por tal motivo, Jesús confiere poder y autoridad a sus discípulos para expulsar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia (10,1b). Estas actividades sanadoras serán una manifestación de que se ha iniciado una nueva y definitiva etapa en la historia de la humanidad.
El mandato de no recorrer caminos que conduzcan hacia los paganos ni entrar en ciudad de samaritanos, sino de dirigirse de preferencia al pueblo de Israel, refleja la realidad histórica del ministerio de Jesús, de la práctica de las primeras comunidades y de la misión del apóstol Pablo. Sin embargo, en los evangelios, el propio Jesús es presentado como abierto al encuentro con los paganos y los samaritanos. Algunos de ellos, incluso, recibieron el anuncio de la buena nueva de Jesús con una fe extraordinaria y ellos también experimentaron la curación de diversas dolencias y enfermedades. La apertura de la misión hacia los pueblos paganos, es decir hacia los no-judíos, es una realidad histórica indiscutible en la experiencia de las primeras comunidades cristianas. En este proceso hay dos aspectos que tuvieron mucha importancia. Había conciencia de que la opción preferencial de Jesús y sus discípulos por el pueblo de Israel había concluido en un rotundo rechazo. Además, después del año 70 DC, se produjo la ruptura definitiva entre la sinagoga y la comunidad cristiana, iniciándose un período de violentas persecuciones. En el evangelio de Mateo hay un reflejo de esta multiplicidad de enfoques simultáneos y sucesivos, hasta culminar definitivamente en el envío misional conclusivo del evangelio:Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo. (28,19-20)
+ P. Sergio Cerna, SVD