Con la siguiente reflexión del P. Sergio Edwards SVD, recordamos con gratitud el fructífero servicio pastoral de monseñor Sixto Parzinger Foild OFM Cap., quien partió ayer al encuentro con el Señor. De esta manera, hacemos memoria, también, de su estrecha cercanía y colaboración con la Congregación del Verbo Divino en su misión en medio del pueblo mapuche en La Araucanía, particularmente en las parroquias de Puerto Domínguez y Quepe.
El sábado 25 de febrero del 2023, a los 91 años, falleció el obispo emérito de Villarrica, don Sixto Parzinger Q.E.P.D. Nacido en Austria, pertenecía a la Orden de Frailes Menores Capuchinos, cuya provincia de Baviera tenía como misión el entonces Vicariato Apostólico de La Araucanía, hoy Diócesis de Villarrica.
Lo conocí personalmente en las misiones de verano. Mi primera misión fue en 1977, en los días en que murió su antecesor, don Guido Beck. Unos meses después supimos que don Sixto había sido nombrado obispo.
La ceremonia final de las misiones de enero de 1981 era una misa-ngillatún en que el párroco de Puerto Domínguez, el padre Juan Wevering, natural de Bocholt, Alemania (donde trabajó San Arnoldo Janssen como sacerdote joven y profesor de la escuela parroquial) invitó al obispo a presidir. Ahí conocimos a don Sixto, que nos llamó la atención por su sencillez. Después de la misa las familias mapuche compartían lo que habían traído. Don Sixto paseaba entre las carretas de bueyes (medio de transporte de las familias) conversando con la gente y comiendo lo que le ofrecían. Era muy significativo ver al pastor tan cerca de su gente.
Don Sixto se caracterizó por su cercanía y diálogo con el pueblo mapuche.
Eso se repitió cada año el día final de la misión. En una ocasión «le copié la idea» a un amigo con más personalidad y después de la misión me alojé en el convento de los capuchinos en Villarrica, y de ahí continué hacia el sur. Estuve en la misa matinal de la comunidad capuchina y tomé desayuno con ellos. Todos lavaban sus platos, tazas y cubiertos, incluido el obispo. Eso me llamó mucho la atención.
Como mi vocación creció en las misiones de verano en las comunidades mapuche, y más aún a Fernando Díaz que volvía de sus estudios teológicos en Austria, le pedimos a don Sixto que nos ordenara sacerdotes. Eso fue en la Capilla del Colegio del Verbo Divino el jueves 29 de junio de 1989, feriado por San Pedro y San Pablo. El día anterior habían nombrado obispo de Illapel a don Rafael de la Barra. Recuerdo uno de los temas de la prédica de don Sixto: “Jesús nos exige mucho, hasta abandonar la familia, pero se lo merece, porque dio su vida por nosotros”.
Presidió la Eucaristía de ordenación sacerdotal de los padres Sergio Edwards y Fernando Díaz.
Un año después yo estaba mejorando mi inglés en Sydney, Australia, y me llegó una carta de don Sixto en que informaba que su hermana vivía allá y me daba su dirección, pero no el teléfono. Una tarde, después de clases, aparecí por allá. Ellos me recibieron con mucho cariño y unas semanas más tarde fueron a conocer nuestra comunidad religiosa en la misma ciudad. Su hermana se casó con un inglés y ambos emigraron a Australia donde tuvieron varios hijos. Conocí al marido, a una hija y una nieta de doña Elizabeth King, la hermana de don Sixto. Son bonitos recuerdos.
Volví a ver a don Sixto, ya jubilado, en la Misa de la Asunción de la Virgen María el 15 de agosto de 2011 en el Santuario de Metrenco cuando él reemplazó al obispo titular que estaba en el extranjero en ese momento. Pudimos conversar brevemente.
Hay cohermanos que lo conocieron mucho más. Los invito a leer sus recuerdos de este hombre de Dios que acaba de ser llamado a su lado por su Señor.