*Por: Hna. Luise Wilmer SSpS

*Reflexión publicada en la conmemoración del nacimiento de la beata María Elena Stollenwerk

La mujer sobre la cual les quiero compartir mi reflexión es una persona común y corriente y a la vez extraordinaria. Conocerla nos permite descubrir rasgos de su personalidad que la hacen de alguna manera un ser especial.

Te invito a conocer algunos detalles de su biografía y experiencias de su vida. Algunos aspectos que quisiera enfatizar son: 

  • Su visión amplia,
  • Su capacidad de relacionarse,
  • Su amor a Jesús. 

Encontramos a la niña María Elena junto a su familia en un pequeño pueblo rodeado de cerros y montañas. Algo muy idílico y acogedor que hace sentirse cuidado y protegido. La mayoría de los vecinos poseen un campo y unos animales lo que les permite vivir sobriamente. El papá de María Elena tiene un pequeño fundo y Elena le encanta ayudar en el cuidado de las ovejas, sentada en el pasto y sentirse envuelta por el vasto y luminoso silencio de la naturaleza. Teniendo una salud un poco frágil, el contacto con la naturaleza le hace bien y se siente cada vez más unida a la gente y el ambiente de su pequeño valle.

Siendo niña, llega a sus manos una revista que trae relatos de misioneros que trabajan en distintos países y continentes. Por estas lecturas, Elena conoce algo de las inundaciones de Brasil, las sequías y hambrunas de África, las costumbres de China, la siembra del maíz en Filipinas, etc. Mirando el horizonte, nuestra Elenita se imagina llegar a otros países y diferentes pueblos. Se despierta su interés por este mundo, nuevo, extraño y atrayente a la vez. Así va creciendo su conocimiento de situaciones desconocidas. Sobre todo, le impacta la suerte de los niños huérfanos y abandonados en la China. Se siente profundamente sobrecogida por la muerte de miles de estos niños y en su corazón los “apadrina” y este hecho constituye un impulso hacia su futura vocación, desde estas experiencias fue ampliando su visión del mundo..

A nuestra pequeña Elena, regalona de sus papás, le tocaba vivir junto con cuatro hermanastros mayores que eran sordomudos. Su sencillez infantil facilitaba la comunicación entre ellos y en esta relación se desarrollaba su atención cariñosa, su amabilidad, intuición para las necesidades y deseos de otras personas, con una profunda y respetuosa comprensión. Gracias a estas experiencias se moldeó su carácter afable, lo que se refleja en su rostro. Estas experiencias potenciaron su capacidad de entrar en relación y tocar los corazones de muchas personas con las cuales se relacionaba a lo largo su vida, en forma especial, de la comunidad de misioneras de las cuales formó parte y guio por muchos años.  

¡Hay un secreto en esta mujer! Un secreto que es la llave de su extraordinaria irradiación hacia las personas: Su amor a Jesús.

Como niña la vemos en oración silenciosa en la capilla de su pueblo. Busca acercarse a recibir los sacramentos siempre cuando le es posible. Siendo joven persigue el ideal de su vida contra viento y marea, venciendo la resistencia fuerte de sus padres, luchando contra sus consejeros. No rehúye hacer viajes complicados y pedir otras opiniones como medios de poder realizar su consagración a Dios. Pensando haber alcanzado la meta a llegar a Steyl, a la edad de 28 años, perseveró en una larga y agotadora espera de siete años con una gran carga de trabajo corporal y sin incentivos esperanzadores, sostenida solo por su amor a Jesús, que crecía como un fuego alimentado por la leña de la entrega.

Agradecemos a la bienaventurada Madre María Elena Stollenwerk, nuestra fundadora que junto con la bienaventurada Madre Josefa Stenmanns forman el sólido fundamento de nuestra Congregación Misionera Siervas del Espíritu Santo y son ejemplo luminoso de vida para nosotras. Creemos que su historia puede iluminar hoy a tantos niños/as y jóvenes que en su cotidiano vivir desarrollan sus talentos y amplían los horizontes buscando el sentido de sus vidas. Jesús es Camino, Verdad y Vida también hoy para ti.

María Elena intercede por nosotros para ser fieles discípulas de Jesús allí donde estemos.

*Sobre la autora

La hermana Luise Wilmer es religiosa de la Congregación Misionera Siervas del Espíritu Santo y actualmente sirve en la Casa Central de la comunidad, ubicada en la Región Metropolitana de Santiago.