Como misionero al servicio del Apostolado de Oración, Arnoldo Janssen reclutó miembros nuevos, y los introdujo a la práctica del Apostolado. Él inculcó en ellos el aprecio de la Santa Misa como «el principal ejercicio piadoso del Apostolado de Oración», y los familiarizó con aquella oración que «por su naturaleza aparece más cerca relacionada que otras» al espíritu del Apostolado, como el Ángelus, el Rosario y el Vía Crucis (Camino de la Cruz).
En su libro «El Apostolado de Oración, una Liga santa de corazones cristianos unidos al Corazón de Jesús, para obtener el triunfo de la Iglesia y la salvación de almas», el padre Ramiêre describió además algunas devociones especiales que el Apostolado deseaba penetrar con su espíritu propio. «Entre las devociones que son caras a cristianos piadosos, la primera en dignidad, utilidad… es sin duda la devoción al Sagrado Corazón».
De acuerdo a la voluntad de Jesús esta devoción ha de ser «el instrumento de misericordia para la regeneración de la humanidad». Esto será así tan solo si agarra la vida entera de cristianos piadosos, llenándolos con el espíritu de Jesucristo, convirtiéndolos en luces ardientes y brillantes, iluminando a sus hermanos caminantes, e inflamando a aquellos que están congelados y fríos. Todo nuestro ser debe estar penetrado de esta devoción, tiene que hacernos vivir la vida del Corazón de Jesús, animando nuestros sentimientos, y enseñándonos su lenguaje, en una palabra, habilitándonos a ser su imagen viviente. No tenemos el derecho a llamarnos discípulos del Sagrado Corazón sin no hacemos sus intenciones las nuestras, y tomamos una parte activa en aquellos intereses importantes que son su preocupación especial.
Cara al Apostolado de Oración es también la devoción al Corazón Doloroso de María. Para el padre Ramiêre el Apostolado de Oración es también el Apostolado de la Virgen Bendita. Ella merece el título de la Reina de los Apóstoles por sus méritos, y por ellos trabajó más eficazmente que todos los apóstoles juntos por la salvación del mundo. Su vida entera estaba consagrada a la oración, al sufrimiento y a ser un sacrificio por la humanidad. Se entiende entonces que podemos amar a María tan sólo si amamos también a todo aquel que comparte su corazón con su divino Hijo Jesús.
(…) es especialmente en la amargura de sus dolores donde esperamos encontrar la fuente y la fructuosidad de este Apostolado al que todos debemos la salvación, sin la espada que atravesó el cuerpo de su Hijo que vulneró también su corazón bendito.
En Eclesiástico 7,29 leemos: «No olvides los dolores de tu madre». Con la devoción al corazón doloroso de MarÍa obedecemos a estas palabras. Al mismo tiempo la imploramos que haga uso a su poderosa intercesión para la salvación de todos los hombres. De una manera muy especial la pedimos que ore a Dios «que se digne de suscitar ministros dignos, imágenes vivientes de toda virtud, e instrumentos fieles de Su amor, hombres poderosos en palabra y obra, hombres que sean para la Iglesia hoy lo que los primeros apóstoles fueron para la Iglesia de su tiempo».
La devoción a san José es otra devoción importante para el Apostolado de Oración. La Iglesia lo proclama «el cooperador de Jesús y MarÍa en la gran obra de la salvación del mundo». La devoción a san José es «una animación para nuestro celo. Si con el uso de sus instrumentos él pudo ser un apóstol, ¿quién puede creer entonces que está excluido del Apostolado? De san José aprendemos que TODO lo que se hace con espíritu apostólico servirá para la salvación de los hombres.
El Apostolado de Oración es también devoto a los santos Ángeles. Su apostolado nos ofrece un hermosísimo ejemplo: «Con qué dedicación ellos se consagran a la salvación de aquellas almas que han sido confiados a su cuidado!» Ellos imploran a Dios a salvar incluso a los pecadores más miserables. Por esto: «Imitemos a ellos; unámonos a ellos, e invoquemos frecuentemente su ayuda. Hagamos en el futuro a los santos ángeles el modelo de nuestro Apostolado, y sin duda su fructificación será aumentada cien veces más.
«El Sagrado Corazón de Jesús, el Inmaculado Corazón de María, San José y los santos ángeles son ciertamente los patronos más potentes que tenemos,» escribe el padre Ramiêre, pero no son los únicos patronos. Pero entre ellos hay algunos «cuya protección es más poderosa que de otros, y a quienes podemos invocar con mayor confianza. Tales son aquellos que durante su vida mortal mostraron una devoción más grande hacia nuestro querido Señor, y quienes han trabajado y sufrido más por la prosperidad de su Iglesia». A ellos pertenecen «todos los miembros de la familia de nuestro Salvador, san Joaquín, santa Ana, santa Isabel, aquellas santas mujeres que con MarÍa acompañaban a Jesucristo en todos sus viajes, proveían por su sustento, lo consolaron en su pasión por la huida cobarde de sus discípulos, y así inauguraron el glorioso Apostolado de las mujeres.»
Patronos especiales son también los apóstoles, los Papas ilustres como san León y san Gregorio Magno, y también aquellos santos como santo Domingo, y san Francisco de Asís, san Vicente Ferrer, san Antonio de Padua, san Ignacio y san Francisco Javier, san Felipe Neri y san Francisco de Sales, san Vicente de Paúl, y san Alfonso de Ligorio «que llevaron la luz de la fe a los infieles, o la reencendieron entre los cristianos.» Entre las santas mujeres, santa Catalina de Siena, santa Clara y santa Teresa de Ávila,
Santa Maria Magdalena de Pazzi, y santa Francisca de Chantal se destacan «aquellas mujeres heroicas cuyos corazones ardían de celo, no cedieron en nada al de los apóstoles más celosos.»
«Todavía queda otra devoción que puede ser asociada con no menos ventaja a los anteriores con el Apostolado de Oración: ésa es la devoción a las almas del purgatorio». “Ellas pueden ser al mismo tiempo objeto y compañeros ayudantes del Apostolado». Por medio de nuestras oraciones podemos abrirles las puertas del cielo. Por el otro lado, ellas pueden ser nuestros ayudantes por medio de sus oraciones por nosotros: … cuando por la fuerza de las indulgencias hemos ganado a las almas santas, ellas verán abrirse las puertas de cielo a su mirada, entonces especialmente ellas se sienten impulsadas a rezar por nosotros, y van a recomendar nuestras intenciones a Dios, y dan su ayuda a nuestro Apostolado. No fallemos a tomar ventajas de esta ayuda; y ganar todas las indulgencias posibles por las almas del purgatorio.
Agreguemos a la aplicación de estas indulgencias la condición que las almas cuyos sufrimientos son así abreviados obtendrán un crecimiento de celo por nosotros por parte de Dios, de manera que se interesarán en el Apostolado de Oración, y unen sus oraciones con las nuestras, por la salvación de los pobres pecadores.” Más adelante veremos como todas estas devociones distintas eran también parte de la espiritualidad de Arnoldo Janssen y sus fundaciones. Uno de sus trabajos como Director Diocesano del Apostolado de Oración en la diócesis de Münster fue la distribución de la revista mensual del Apostolado «ÉL MENSAJERO DEL SAGRADO CORAZÓN». Un antiguo estudiante de Arnoldo Janssen en Bocholt, Ignaz Dunker, recuerda: Su celo por el Apostolado era increíble. Regularmente nos proveía de copias del magazín del Apostolado y nos urgía a darlo a nuestros padres. Siempre de nuevo repetía las palabras: “Rezad, rezad más y más». Sobre esta revista escribe el padre Ramiêre: Esta publicación ya extendida por la mayor parte del mundo, es para el Apostolado de Oración como la sangre para el cuerpo, comunicando calor y vida a sus miembros. Ella estimula su amor por Jesucristo, y por su santa Iglesia. Ayuda a atar más la unión de todos los corazones cristianos con el Corazón de su Dios, y hace así más eficiente la cooperación que pide el Divino Corazón por la salvación de almas. El Mensajero del Sagrado Corazón apareció cada mes «con sesenta páginas por número formando al fin del año «dos volúmenes de 360 páginas.» ¿Por qué se dio el título de «MENSAJERO DEL SAGRADO CORAZÓN» a esta revista?
Porque es el único título apropiado. El Apostolado de Oración es en realidad nada más que la fusión de nuestros intereses con aquellos del Corazón de Jesús, de nuestras intenciones con Sus intenciones; son entonces en realidad los intereses del Corazón de Jesús porque esta publicación quiere suplicar mensualmente a sus lectores; son Sus deseos y Sus necesidades que pone ante sus ojos; por esto es verdaderamente el Mensajero de Su Divino Corazón.