Por: P. Miguel Ángel González SVD
*Artículo publicado con motivo de la conmemoración del envío de los primeros misioneros verbitas a China el 2 de marzo de 1879
En primer lugar, hay que mencionar a líderes de la Iglesia que viven a la espera de una presencia católica sobria pero permanente en la proclamación y servicio de valores esenciales. Es decir, una entidad que enfatizará la calidad en lugar de la cantidad y expresará el ideal apostólico de “testimonio a través del servicio”. La Iglesia en Asia camina en la necesidad de inyectar valores, por ejemplo: la honestidad y una preocupación desinteresada por los demás. Cualquier institución o entidad que exista en la fuerza motora integrante de la Iglesia, que exprese lo señalado previamente, es entonces fiel servidora a la persona y mensaje de Cristo. En parte, su historia misionera o de los primeros atisbos de la misión evangelizadora nos indica que, una presencia dudosa de su temprana tradición, en la llegada del apóstol Tomás a la India en el siglo primero, el cristianismo en particular tardó en arribar al continente asiático.
La actividad misionera comenzó en serio en los siglos XVI y XVII bajo el amparo de España y Portugal. Uno de estos reconocidos misioneros que trajo el mensaje del Evangelio fue San Francisco Javier, el jesuita que visitó Goa, India, Ceilán, Malasia y Japón en el siglo XVI, convirtiéndose, por lo tanto, en el santo patrón de los misioneros extranjeros. Hay que señalar, que el trabajo misionero se vio afectado por el descenso de la influencia portuguesa en Asia durante el siglo XVII, precisamente por el clima racionalista de la Ilustración que conlleva el siglo XVIII en Europa lo que, en definitiva, redujo de forma tajante el número de candidatos para las misiones. Sin embargo, el catolicismo asiático se recuperó durante el boom misionero en el siglo XIX. Y esta iglesia recibió una nueva vitalidad después de la Primera Guerra Mundial bajo el liderazgo de los Papas Benedicto XV y Pío XI. En 1926 Pío XI consagró las primeras operaciones episcopales chinas.
Actualmente existen comunidades de al menos 100.000 católicos en Pakistán, Taiwán, Hong Kong, Ceilán, Corea, Japón, Malasia, Birmania y Tailandia. Además, permanecen comunidades más pequeñas en Camboya, laos, Irán entre otros lugares. En India el número de católicos es sobre 20 millones. Además, hay que indicar que la fe es prácticamente inexistente en Afganistán, Bután, Mongolia y el Tíbet. Sin lugar a dudas, en el caso singular de la iglesia católica de Taiwán y el Gobierno de Pekín, los mensajes del Vaticano y del Papa han sido siempre escogidas para proporcionar consuelo y unidad a todos los oídos católicos. De esta manera, se pretende minimizar el resentimiento de la Iglesia y el Gobierno sobre Taiwán. Desde el triunfo comunista en China en 1949, la Iglesia católica ha prosperado en Taiwán y Hong Kong. En parte porque fue eficaz para responder a las necesidades espirituales y materiales de un gran número de refugiados del continente. El número de católicos en Taiwán es de 300.000, donde se llevó a cabo una vigorosa labor misionera entre los pueblos aborígenes (pueblos de las montañas), y 250 000 en Hong Kong, donde la Iglesia opera 200 escuelas y seis hospitales. El destino de los chinos no es tan claro. Existen tres millones de católicos en China continental. Una Iglesia brutalmente reprimida con la llegada de fuerzas comunistas al poder. También fue duramente dominada debido a sus conexiones occidentales, y la persecución se intensificó durante la Revolución Cultural xenofóbica. Los informes de su actividad clandestina en cierta medida señalan un número de creyentes cada vez menor. Persecuciones que se han mantenido durante los últimos años. Sin embargo, continúan los intentos del Vaticano de entablar acercamientos a China, y una búsqueda constante de posibles relaciones diplomáticas entre ambas entidades. La Iglesia en Taiwán ha sido anticomunista, y la decisión de establecer relaciones y encuentros directos no goza de simpatía en el Gobierno de Pekín. Una invitación al Papa de parte del Gobierno de Taiwán no sería aceptada por China continental.
Podemos mencionar que, un objetivo principal de las iglesias católicas asiáticas ha sido el desarrollo del liderazgo y la práctica indígenas, trabajo que se va conquistando lentamente. Es importante también señalar la pastoral con comunidades migrantes y el diálogo interreligioso con el Brahmanismo, el Budismo, el
Por ejemplo, en Pakistán, los novios se ponen turbantes durante las ceremonias de boda católicas, y en Japón, Corea, China y Vietnam se toleran los ritos tradicionales de reverencia a los antepasados, pero no de adoración a ellos. El proceso es quizás más fuerte en la India, donde predominan los obispos y sacerdotes indios y las liturgias se han adaptado a las costumbres locales. Según los informes, en el culto se han utilizado gestos, túnicas e incluso escritos hindúes, junto con instrumentos musicales indios. “El cristianismo ha sido presentado a los japoneses de tal manera que pueden sentirse como en casa con él”, dijo Shusaku Endo, un destacado intelectual japonés y laico católico, en una entrevista, “pero fue traído a Japón como una religión occidental”. El Sr. Endo tomó la posición de que la iglesia japonesa enfatizó el carácter “paternal” y “juzgador” de Dios a expensas del Dios de amor y perdón que también está en la tradición cristiana. “Los japoneses son un pueblo sensible a la belleza y preocupado por este mundo”, continuó. “Mientras el Dios cristiano permanezca ‘allí’, su religión no llegará a muchos japoneses.”
Sobre el autor:
Miguel Ángel González Chandía es miembro de la Congregación del Verbo Divino en Taiwán. Es catedrático en el Departamento de Español de la Universidad Fu Jen por 19 años. Tiene un doctorado por la Universidad de Lovaina (KULeuven), Bélgica. Su tesis doctoral versa sobre la “cultura e historia de la Revolución de los Taiping en la China del siglo XIX.” Sus campos de especialización son Teología Sistemática, estudios sobre La