*Por:  P. Chris Ankah SVD

El Papa Francisco, en este mes de noviembre, nos invita a orar, por todas aquellas personas que sufren de depresión o agotamiento extremo. A raíz de esta invitación, me gustaría hacer una reflexión acerca de  la depresión.

Curiosamente, en las últimas décadas,  el término depresión se ha transformado de manera creciente en una expresión cotidiana, que forma parte del lenguaje coloquial, al punto de que algunos han llegado a llamarla “depre” (Jiménez, et al 2020).

Si bien, todos nos sentimos tristes de vez en cuando, decimos estar “bajoneados” o deprimidos por distintas razones, ya sea por frustración, por la pérdida de un ser querido, por una desilusión amorosa, la situación laboral, la percepción de un futuro incierto o el agobio del día a día, etc. (Jiménez, et al 2020). Sin embargo, la depresión clínica es un trastorno debilitante y que interfiere con las actividades cotidianas de la persona.

El trastorno depresivo mayor o depresión clínica, conocido comúnmente como “depresión”, es algo mucho más serio. Es un trastorno mental, caracterizado fundamentalmente por un bajo estado de ánimo y sentimientos de tristeza, asociados a alteraciones del comportamiento, del grado de actividad y del pensamiento. Entonces, lo notable de la depresión es la intensa tristeza o desesperación,  cuya duración se extiende más allá de unos cuantos días. Además, ésta interfiere con las actividades de la vida cotidiana e incluso provoca dolores físicos.

Este trastorno mental específico se diagnostica a personas de cualquier edad, caracterizado por tristeza prolongada o sensación de vacío intenso, bajo estado de ánimo, pérdida de energía, baja autoestima, fatiga y disminución del interés en actividades normalmente placenteras, que afecta el funcionamiento en actividades sociales, laborales y educacionales (Kaplan & Sadock, 2015). Puede también ir acompañado de irritabilidad, ansiedad, cambios en el sueño y en el apetito, sentimientos de culpa y, en los casos más graves, de suicidio (2015).

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión es un trastorno mental común. Se estima que en todo el mundo el 5% de los adultos, es decir, alrededor de 300 millones de personas padecen de depresión. Además, su impacto social produce altos niveles de discapacidad, que constituyen  una carga individual y social y generan altos gastos en salud. Asimismo, la depresión se asocia con múltiples patologías somáticas, como la diabetes, la hipertensión y las enfermedades autoinmunes, todas condiciones dependientes del estrés y del nerviosismo de la vida contemporánea (Jiménez, et al 2020).

En Chile, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud, un 6,2% de nuestros compatriotas tiene depresión clínica (Jiménez, et al 2020). Curiosamente, el diagnostico de la depresión está en aumento hoy en día, por muchas razones, entre las cuales están:

 (a) En primer lugar, el individualismo de nuestra sociedad actual. La sociedad es cada vez más individualista, la gente se vuelve más independiente y menos condicionada por los lazos familiares y vínculos sociales.

(b) Otra razón, es la falta de fe en Dios de la sociedad contemporánea. Se puede observar que cada vez va menos gente a la misa dominical en Chile.  Asimismo, cada vez es menor el número de matrimonios y bautizos. Según la Encuesta Bicentenario UC, en 2006 el 70% de los encuestados se reconocía como profesante de la religión católica (Rodríguez, 2020). En 2019, en cambio,  en la última versión del estudio, los católicos bajaron a 45% (2020).

(c) Además, esta la desilusión ante el funcionamiento institucional. En las últimas décadas, ha existido una fuerte caída en la confianza de la gran mayoría de las instituciones y de las autoridades incluyendo a la iglesia (Aninat & González, 2016).

(d)  También está la condición de la sociedad en la cual vivimos, una sociedad de cansancio. Según el filósofo Byung-Chul Han (2017), el cansancio satura nuestra época, donde se vive la necesidad incesante de rendimiento y de poder.

Si bien la depresión es un diagnóstico clínico realizado por profesionales calificados, los estudios epidemiológicos mundiales y nacionales monitorean regularmente la prevalencia de sintomatología depresiva, que habitualmente  dobla la cifra de depresión como diagnóstico clínico, alcanzando en Chile un 16% de la población (Jiménez, et al 2020).

Es importante señalar que algunos siervos de Dios tuvieron emociones negativas que podemos identificar como síntomas depresivos. Por ejemplo, Ana en 1 Samuel 1:10, se sintió amargada de alma, es decir, muy angustiada y lloraba desconsoladamente. Y en cierta ocasión, el profeta Elías se angustió tanto que le pidió a Dios que le quitara la vida (1 Reyes 19: 4, 10). En el nuevo testamento, en 1 Tesalonicenses 5 :14, los cristianos del siglo primero recibieron la exhortación de hablar confortadoramente a las almas abatidas y además, que las sostengan. Según cierto comentario bíblico, la expresión almas abatidas puede referirse a “aquellos que pasan por períodos de agobio debido a los problemas de la vida”.

Por tanto, está claro que hasta algunos siervos fieles de Dios llegaron a sentirse deprimidos. ¿Pero, cuál es la respuesta que da la fe?

La biblia en 2 Corintios 7:6 nos dice que la mejor ayuda proviene de Dios, que da aliento a los deprimidos. La ayuda que ofrece Dios a los deprimidos son la Fortaleza y la Esperanza Tal vez Él no elimine todos sus problemas, pero les da las fuerzas que necesitan para seguir adelante como nos dice Filipenses 4:13; todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza. Usted puede tener la certeza de que él escucha sus oraciones, pues la Biblia asegura: El señor está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están desconsolados (salmo 34:19).

Además de darnos consuelo, el señor nos da también la esperanza. Dios promete poner fin a todas las causas del sufrimiento y la depresión. La palabra de Dios en Santiago 5:13-15 nos dice: ¿Está afligido alguno entre ustedes? Que ore. ¿Está enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los presbiterios de la iglesia para que oren por él y lo unjan con el oleo en el nombre del Señor. Y  la oración de fe sanará al enfermo y el Señor lo levantará.

Por tanto, queridos hermanos oremos juntos hoy, por todas las personas que sufren y están tristes, por las que están solas, por las que no saben qué futuro les espera, por las que  no pueden sacar adelante a su familia, por las que  no tienen trabajo…  mucha gente sufre de tristeza y están deprimidos.

Recemos por ellos para que Dios los sane y les dé fortaleza y esperanza.  Amén.

Referencias

Aninat, I., & González, R. (2016). ¿Existe una crisis institucional en el Chile actual? Puntos de referencia440.

Han, B. C. (2017). La sociedad del cansancio: Segunda edición ampliada. Herder Editorial.

Jiménez, J.P., Manzi, J. Flotts, P. (2020). CIPER ACADÉMICO, Depresión y Malestar social en Chile (I): Lo que sabemos.

Kaplan, H. & Sadock, J.(2015). Sinopsis de psiquiatría (11 ed.). Wolters Kluwer.

Rodríguez, S. (23 NOV 2020).  La tercera, Somos un país católico.

*Sobre el autor:

El P. Chris Ankah nació el 24 de mayo de 1985 en Ho, Ghana (Oeste de África).  Cursó la  educación primaria y secundaria en su tierra natal.

Entró en el seminario de los Misioneros del Verbo Divino el año 2004 e hizo sus estudios de filosofía en St. Victor’s Major Seminary Tamale (Ghana).  El 2007 fue admitido al noviciado de los Misioneros del Verbo Divino en Nkwatia (Ghana) y profesó sus primeros votos en 2008.

Desde 2008 hasta 2013 hizo sus estudios teológicos en Tangaza College – Catholic University of Eastern Africa, Nairobi (Kenia). El 2012 hizo sus votos  perpetuos y se ordenó sacerdote el 17 de agosto de 2013.

Llegó a  Chile el año 2014 y actualmente trabaja en la casa de formación de los Misioneros del Verbo Divino en Santiago y estudia psicología en la Pontificia Universidad Católica de Chile.