*Por: Hna. Caridad Moreno STJ

Parece un atrevimiento fuera de contexto, presentar a Santa Teresa de Ávila, una mujer, del siglo XVI y, además, monja de clausura, como alguien que nos puede decir algo a Chile y al mundo de hoy. Y es verdad que nuestra época y la suya están muy distanciadas, no sólo en el tiempo, sino en el estilo de vivir y de concebir la vida. Pero también es verdad que la persona humana siempre trata de situarse en la vida, no sólo desde su contexto, sino desde sus convicciones más profundas. Y es, desde sus convicciones, que Teresa de Ávila nos puede iluminar, incluso por el contraste que se da entre épocas tan distintas.

 Por eso, intentaremos ver desde dónde se sitúa Teresa, cuáles son sus convicciones y qué le mueve para hablar, escribir, actuar y, en el fondo, VIVIR como vivió. Dicen los expertos que en los primeros años de vida es cuando se construye lo esencial de la personalidad. Y así fue en Teresa, tal como ella nos narra en el Libro de la Vida que escribe a los 47 años, pero en el que se comprueba que su recuerdo es totalmente nítido. En él explica al inicio “cómo comenzó el Señor a despertar esta alma en su niñez a cosas virtuosas, y la ayuda que es para esto serlo los padres”. Después de describir a sus padres y algunas situaciones vividas en su niñez, habla de que le gustaba juntarse con un hermano a leer vidas de santos. Pero el comentario que hace de lo que hacían junto con la lectura es la clave de esas convicciones fundamentales en donde se apoyó siempre su vida:

 “Nos admiraba mucho el decir que pena y gloria eran para siempre, en lo que leíamos. Nos sucedía estar muchos ratos tratando de esto y nos gustaba decir muchas veces: ¡para siempre, siempre, siempre! En pronunciar esto mucho rato quiso el Señor me quedase en esta niñez imprimido el camino de la verdad”.

 

Creo que una niña que se sumerge en ese “para siempre, siempre, siempre” descubre que hay cosas que se pasan y otras que son eternas, absolutas. Y esto es lo que mueve a Teresa de Ávila en su vida. Por lo que vale la pena luchar, lucha hasta derramar sangre si es necesario. Lo que no tiene un valor absoluto, no merece su esfuerzo. Podríamos ver ejemplos de estos hechos a lo largo de su vida, pero creo que podemos ver mejor cómo esta convicción se manifiesta en su poema más conocido universalmente y que todos podemos casi recitar de memoria:

 

NADA TE TURBE

NADA TE ESPANTE,

TODO SE PASA,

DIOS NO SE MUDA,

LA PACIENCIA TODO LO ALCANZA,

QUIEN A DIOS TIENE, NADA LE FALTA.

SOLO DIOS BASTA.

Nosotros vivimos en la época de la relatividad. Todo es relativo: según quien lo diga, según las circunstancias, según el estado físico, según… En este poema, conocido como “La Letrilla” de la Santa, no hay ningún “según”, sino que hay una serie de palabras que nos introducen, casi sin que nos demos cuenta, en LO ABSOLUTO. En esta breve poesía, hay 3 “NADA”, 2 “TODO” Y 1 “SOLO”. Pero la clave no está en estas palabras, que igualmente vamos a comentar, sino precisamente en la frase en la que no hay ninguna de ellas: “DIOS NO SE MUDA”. Dios no cambia, no depende de circunstancias, ni de su humor, ni menos de los seres humanos y de nuestra conducta. DIOS ES. Es el sustento de todo, en quien todo se apoya. Y todo lo demás es relativo.

 Por eso, TODO SE PASA, todas las otras cosas son caducas y no vale la pena matarse por ellas. Y, si todo se pasa, no hay que temer a NADA, venga lo que venga, y así: NADA TE TURBE y NADA TE ESPANTE. Creo que, en este tiempo, en que parece que la pandemia se ha adueñado de nuestro mundo, es bueno recordar que también la pandemia PASARÁ, y por eso no nos dejemos, ESPANTAR O TURBAR, que parece que es lo que nos está pasando a nivel mundial. Esto no quiere decir que nos despreocupemos o que no sigamos las indicaciones sanitarias. Pero sin que esto nos quite nuestra capacidad de mirar con serenidad y confianza el presente y el futuro, porque QUIEN A DIOS TIENE NADA LE FALTA.

 También una de las características de nuestro hoy es la inmediatez. Todo lo queremos al instante. Y nos parece que el que llevemos casi dos años con la pandemia y que, además, pareciera no tener fin, es algo terrible. Pero con la convicción de que TODO SE PASA, necesitamos hacernos conscientes de que LA PACIENCIA TODO LO ALCANZA. Los humanos nos quedamos cortos ante el tiempo de Dios. Él que es quien NO SE MUDA, sabrá en qué momento se van a dar las cosas, y no nos queda otra que armarnos de PACIENCIA. Pero no una paciencia resignada y con cara amurrada – ¡qué remedio nos queda! – sino con la certeza de que a su hora y en su momento, se irá la pandemia o aprenderemos a vivir con ella.

 Y la frase final es el broche de oro, la guinda de la torta: SOLO DIOS BASTA. Nuestro corazón, con o sin pandemia, está sediento de lo absoluto. No nos contentamos con cualquier cosa para sentirnos satisfechos. Podemos alegrarnos un rato con pequeñas cositas, pero para ser felices necesitamos lo que pueda llenar el corazón de forma definitiva. Y esto, según Teresa de Ávila, SOLO DIOS tiene capacidad para darlo, sólo El es quien puede dar sentido pleno a nuestra existencia.

*Sobre la autora:

La hermana Caridad Moreno STJ es religiosa de la Compañía de Santa Teresa de Jesús. Es teóloga y profesora de Religión. Nació en España y vive desde hace 44 años en Chile.

Ha desarrollado su misión en Santiago, Los Ángeles (VIII Región), Canela e Illapel (IV Región) donde reside actualmente. Ahí realiza su servicio apostólico en Espiritualidad y Formación sobre Carisma Teresiano al servicio de la Iglesia diocesana en la Vicaría para la Educación de la Prelatura y con un programa de radio que busca acercar el Evangelio y la persona de Jesús a la vida de la gente de la zona.