El domingo 14 de marzo se cumple un año del fallecimiento del P. Mariano Puga Concha, sacerdote diocesano de Santiago, quien vivió gran parte de su ministerio como cura obrero, en medio de los más pobres y con un espíritu profético que animó  a muchas comunidades cristianas del país y también a la sociedad.  La siguiente, es una reflexión escrita por el P. James Owusu SVD, uno de los verbitas que aprendió y compartió con el P. Mariano.

“Mi nombre es James, vine desde mi natal Ghana, África, a Chile durante mi formación como misionero. Durante mi estadía en el Seminario Misional de La Florida  en el año 1990, cuando todavía era seminarista, un grupo de estudiantes íbamos todos los jueves  a una comunidad de la comuna de Cerro Navia para participar en la misa  que presidía  el Padre Mariano Puga. Lo que me llamó mucho la atención fueron  las lecturas bíblicas compartidas  en pequeños grupos durante la celebración eucarística. Allí  conocí a Mariano  Puga.

Después de mi ordenación  sacerdotal mi primer destino  misionero fue en la Parroquia Espíritu Santo de El Pinar (1993-1996),  comuna de San Joaquín en Santiago. Por entonces el Padre Mariano Puga trabajaba en la   Parroquia vecina de  San Cayetano, La Legua.  Como joven sacerdote, yo le pedía con mucha frecuencia algunos  consejos y orientaciones. Algunas veces,  con la autorización de mi párroco, iba  a ejercer algunas labores pastorales  en su parroquia cuando él me lo pedía. Por supuesto, las celebraciones  eucarísticas  se hacían al estilo de la comunidad de San Cayetano.  Incluso cuando Mariano iba de viaje a otras ciudades de Chile  o al extranjero, como solía hacer en aquellos años, yo  iba a ayudarlo  en los funerales o  misas dominicales. 

Recuerdo que una vez el padre Mariano fue  invitado a predicar el retiro anual de la provincia  chilena del Verbo Divino.  Me impresionó que algunos cohermanos más conservadores y que tenían  reticencias frente a la postura pastoral y estilo religioso de Mariano, salieran encantados de su profundidad religiosa, su convicción  vocacional y su pasión  y amor a Jesucristo.

El P. Mariano Puga en una de las celebraciones con su comunidad Cristo Liberador de Villa Francia.

Más tarde estuve a cargo de introducir a los misioneros verbitas que llegaban a Chile. Debía adentrarlos en  el espíritu de  la  Iglesia de América latina,  poner al día su formación y  hacerlos participar en las comunidades de base, en el apostolado bíblico e iniciarlos a la eclesiología de la Iglesia latinoamericana y chilena.  Para esto viajé  varias veces con un grupo de seminaristas a la Parroquia de San Antonio de Colo,  Chiloé, donde misionaba “Mariano” (como a él le gustaba presentarse), para conocer el estilo de  evangelización  que iniciaron los jesuitas en aquellas islas. Allí acompañábamos  a  Mariano  de isla en isla con sus canciones, animadas por su acordeón.  En esta convivencia y con las charlas formativas, los  seminaristas  estaban entusiasmados  para  hacer propio el estilo de vida y trabajo sencillo, pensando incluso en ser curas obreros en el futuro.   

En Santiago iba con frecuencia a  concelebrar la eucaristía  con Mariano, en la capilla Cristo Liberador de Villa Francia, comuna de Estación Central. Allí  compartí con la “Comunidad de la Minga”.  

Una vez, el miércoles de la  última semana de noviembre de 2018,  Mariano me llamó para contarme  que había recibido un dinero para comprar regalos de navidad  para su comunidad cristiana.  Lo acompañé a la Librería Verbo Divino a comprar biblias.  Me dijo: el mejor regalo de Navidad para un cristiano católico es la Palabra de Dios”.

Me llamó mucho la atención su amor por la Palabra de Dios. En todas sus comunidades fue un incansable  predicador del Evangelio, un verdadero maestro y guía de la Palabra de Dios. Gastó su energía en ese apostolado.  Amaba mucho a Jesucristo, la Iglesia, su sacerdocio, a los pobres. Y  daba muchas esperanzas a todos en los momentos  difíciles. Sobre todo, él  fue consecuente con su vida y vocación sacerdotal”.