Guardamos como un tesoro las palabras que nos dirigió un cura amigo en la celebración del matrimonio: “Provienen de dos culturas diferentes, cada uno con una historia de vida definida, pero han decidido caminar juntos y hacer alianza.  Entonces, aquí ponen un candado a esas realidades individuales y tiran lejos la llave. De ahora en adelante, cada vez que se hable de Eduardo se hará en relación a Lorna, en cada ocasión que se mencione a Lorna se hará en referencia a Eduardo”.

Así ha sido nuestro camino por estos 25 años de construir familia.  Hemos tenido alegrías inmensas, grandes satisfacciones, contratiempos, dificultades, penas, sobresaltos, que hemos sostenido de la mano, con el corazón apretado, la garganta hecha nudo, los oídos  atentos el uno al otro, la voz clara en la verdad, balbuciente y musitando una oración, para agradecer, pedir gracias por cada uno de nosotros dos y por los nuestros al Buen Dios, que invitamos a estar con nosotros desde el primer momento que tomamos la decisión de hacernos pareja y testigos de su amor.

Hemos vivido como el Día del Amor y la Amistad, es decir en la donación de nuestros talentos, de nuestras almas y cuerpos para edificarnos mutuamente y en la verdad, que construye, que a veces no asumimos de inmediato, pero que meditada, en la certeza que  los dos queremos lo mejor para el otro; se acepta, en el proceso que cada uno vive como ser individual.

Sabemos de entrega generosa y de corrección fraterna en la caridad. Nos donamos tiempo, comprensión y aprendemos el uno del otro a hacer la caridad con nuestros hermanos que tienen rostros de alumnos, apoderados, amigos, hermanos de comunidad. Siempre motivados, recordando que desde el principio hemos querido ser testimonio de matrimonio cristiano. Como amigos, nos gusta decir compañeros, evaluamos nuestro decir y actuar para no desdecir nuestro compromiso testimonial en todos los ámbitos en que hemos sido llamados: pareja, papás, profesores, ciudadanos, cristianos.

Seguimos aprendiendo a ser papás y a  crecer como personas conscientes de la realidad actual con nuestros hijos que  tienen veinticuatro años, los mellizos, y la menor, veinte. Son nuestro mayor regalo, la prolongación de nuestro amor y el desafío permanente de la vocación de ser padres. Podemos decir con orgullo, que cada uno con sus individualidades son un inmenso aporte a nuestra familia, acompañan nuestro paso para hacernos visible la realidad vigente, en ocasiones tan compleja.

Hemos experimentado la alegría de verlos crecer, de afianzar sus vidas, de formarse humanamente y dar pasos en el plano de la profesión, sin perder de vista los valores humanos y el anhelo de derechos sociales para la construcción de una sociedad más justa, solidaria, inclusiva y fraterna.

Con nuestros hijos, vivimos el Amor y la Amistad, en la ocupación de unos por otros, y en la cercanía de corregirnos y acompañarnos, no sin sobresaltos ni desajustes, pero en el respeto y la empatía en la que seguimos trabajando.

Nuestro anhelo mayor es no perder nunca la referencia del uno y otro para envejecer juntos en esta condición de amigos-compañeros de ruta que hacen crecer la vocación regalada  por quien es puro AMOR.

Feliz 14 de febrero a todos y abundantes bendiciones.

Lorna Alcócer Chirinos y Eduardo Sánchez Fuentes, matrimonio de Iquique.