El primer día del año 2021 el Papa rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano. En su alocución, el Santo Padre compartió sus deseos de solidaridad y paz para este nuevo año que comienza: «Que la Virgen María nos obtenga del cielo el bien precioso de la paz que con tan solo las fuerzas humanas no se logra perseguir en plenitud», dijo Francisco.
El viernes 1 de enero, primer día del año 2021, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y 54° Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco rezó la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la pandemia.
Un momento que permitió al Papa conectar con los fieles tras su ausencia (a causa de molestias de ciática) en la celebreación de las vísperas y el Te Deum, el jueves 31 de diciembre, y en la primera misa del año, que fue presidida hoy por el cardenal Pietro Parolin.
La ternura de la Virgen María
En su alocución, el Pontífice recordó que empezamos el nuevo año poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima, que la liturgia hodierna celebra como Madre de Dios.
54° Jornada Mundial de la Paz
Y precisamente al cuidado del prójimo y de la creación está dedicado el tema de esta Jornada Mundial de la Paz, que hoy celebramos:
«La cultura del cuidado como camino de paz», dijo Francisco, indicando que los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, «nos enseñan lo necesario que es interesarse por los problemas de los otros y compartir sus preocupaciones».
Asimismo, el Santo Padre hizo hincapié en que la paz «se puede construir si empezamos a estar en paz con nosotros mismos y con quien tenemos cerca, quitando los obstáculos que nos impiden cuidar de quienes se encuentran en necesidad y en la indigencia».
Se trata de desarrollar una mentalidad y una cultura del “cuidado” – continuó Francisco- para derrotar la indiferencia, el descarte y la rivalidad, que lamentablemente prevalecen. La paz no es solo ausencia de guerra, sino vida rica de sentido, configurada y vivida en la realización personal y en el compartir fraterno con los otros. Entonces esa paz tan ansiada y puesta siempre en peligro por la violencia, el egoísmo y la maldad, se convierte en posible y realizable.