Es una de las vocaciones surgidas en el último tiempo en Chile y espera con ansias asumir el nuevo derrotero misionero. Felipe se ha convertido en  un destacado teólogo.

“Nací un 29 de septiembre de 1992 en Lonquimay, región de La Araucanía. Soy un orgulloso hijo de colonos porque mi familia pertenece a las familias fundadoras de Lonquimay. Mis padres son Edgardo y Melania y tengo un solo hermanito que se llama Cristóbal (10 años).

Realicé toda mi etapa escolar y media en Lonquimay. Ingresé al Postulantado de la Congregación el 6 de marzo de 2011, realizando estudios propedéuticos en Conferre y filosóficos en la Universidad Alberto Hurtado. El año 2014 realicé mi Noviciado en Asunción del Paraguay, profesando mis primeros votos en la misma ciudad el 6 de enero del 2015.

Regresé a Chile para continuar los estudios teológicos en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Hice mi año pastoral en la parroquia San José Obrero de Rancagua el año 2018.

Hace pocas semanas rendí  el examen para obtener el grado de bachiller en Teología con certificación académica en Teología Sistemática-Fundamental.

Dios mediante, profesaré mis votos perpetuos el 02 de octubre y seré ordenado diácono junto con mis cohermanos Delfor y Carlos en diciembre. Mi ordenación sacerdotal está propuesta para mediados de 2021”.

Destino misionero

“Me tomó por sorpresa mi primer destino misional porque daba por hecho que me quedaría en Chile. Nuestro Padre General ha expresado su cercanía y preocupación por la crisis eclesial de nuestro país, además los verbitas chilenos somos pocos, entonces daba por segura mi permanencia aquí en Chile.

En la petición misional incluí a Paraguay porque guardo un especial afecto por la gente y los cohermanos; hice el noviciado y profesé mis primeros votos allá. Siempre recordé mi estadía como un tiempo de gracia y encuentro íntimo con Dios. Como una vez me comentaba P. Luis Tamonob SVD y otros cohermanos: ‘el noviciado es un tiempo de mucha oración, estudio y trabajo, y si realmente te sientes llamado a la vida religiosa, siempre recordarás con agradecimiento – y un poco de nostalgia – el tiempo de noviciado’. Profundizando más este último pensamiento, creo que en los momentos de soledad o duda, el recuerdo del noviciado refresca la savia vocacional y te anima a mantener la fidelidad al Señor y a su Iglesia. Por ello, guardaba ese afecto hacia Paraguay.

Agradezco a Dios que ha manifestado su voluntad a través de mis superiores por enviarme como misionero a esa tierra bendita. Paraguay es un bastión del catolicismo en América Latina, sin embargo, también está experimentando el sufrimiento y la vergüenza de los primeros casos públicos de abusos sexuales por parte de consagrados. En cuanto a la gente, son muy amables y alegres, religiosos y aguerridos. El clima es tropical, opuesto a mi nevado Lonquimay, y la comida es muy rica y variada. Para capear el calor, la bebida típica es el Tereré (Mate frío acompañado de hierbas medicinales), consumida por todos: desde el más humilde obrero hasta el presidente de la República”.

Fidelidad al Señor

“Reitero mi infinita e indescriptible alegría en estos momentos. Pido a todos sus oraciones por mí para que sea fiel al Señor y a su Iglesia. Que nunca pierda mi alegría y mis fuerzas para servir al Señor entre los más humildes y necesitados. Creo que la consigna de mis primeros votos, y que pienso mantener para mi ordenación sacerdotal, explica el sentido que quiero darle a mi consagración: «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3, 30). Que todo lo bueno que pueda hacer en bien de la extensión del Reino de Dios sea referido a la acción del Señor y su gracia, y no a mis propios méritos para que ‘Sea conocido, alabado y adorado, Dios Uno y Trino: la omnipotencia del Padre, la sabiduría del Hijo y el amor del Espíritu Santo’».