A pocos días de conmemorar la solemnidad, recordamos el fervor de nuestro Fundador por el Sagrado Corazón, el cual es uno de los fundamentos  de la espiritualidad verbita.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús fue la primera en jugar un rol decisivo y particular en la existencia de Arnoldo Janssen. El énfasis que puso en la oración apostólica por las intenciones del Sagrado Corazón, dejó una profunda y permanente huella en su vida espiritual.

Por su profunda devoción al Sagrado Corazón de Jesús, fue nombrado director diocesano del Apostolado de la Oración. Gracias a este apostolado, Arnoldo trató de abrirse a los cristianos de otras confesiones.

Para promover la perspectiva misional fundó, en 1874, “El Pequeño Mensajero del Sagrado Corazón” (revista misional). No debe extrañar, pues, que cuando legaron materializarse sus planes de fundar una casa misionera, su amor por el Sagrado Corazón le sirviera claramente de guía. El 16 de junio de 1875 compró el primer lote de tierra en Steyl y se consagró, junto con sus compañeros, al Sagrado Corazón. Tal fue la repercusión del hecho para los iniciales miembros de la Congregación, que el segundo Superior General, Nicolás Blum, manifestó: “El 16 de junio de 1875 es propiamente el día en que nace la Congregación del Verbo Divino”.

San Arnoldo Janssen, Fundador de los Misioneros del Verbo Divino.

En tal fecha los primeros miembros se consagraron al Sagrado Corazón y a los fines de la obra, en pro de la conversión de los no-cristianos. Oficialmente, la Casa Misionera se abriría el 8 de septiembre. Fue entonces cuando Janssen dio el segundo lema de la Congregación: “¡Que viva el Corazón de Jesús en los corazones de los hombres!

La Palabra del Padre dirigida a nosotros, no fue una palabra de ira o de condenación, sino de amor, una Palabra pronunciada de una manera que nosotros podemos comprender mejor, la palabra que sale de un corazón humano. El Verbo Encarnado es la autocomunicación del Padre. “En Jesucristo se manifestó el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, dijo Arnoldo Janssen. Su amor infinito se expresó por medio de afectos y sentimientos humanos, emociones humanas en el hombre de Jesús.

En el lenguaje ordinario, el “corazón” hace referencia a la profundidad de la persona. Popularmente designa también la vida afectiva. El Corazón, pues, es símbolo de la personalidad e intimidad total del hombre, donde habitan los sentimientos, emociones, deseos y pasiones. Desde ahora podemos vislumbrar, en consecuencia, que “el Corazón de Jesús” significa mucho más que un símbolo de su amor.

Ejemplar de la revista «El Pequeño Mensajero del Sagrado Corazón».

El mismo P. Arnoldo Janssen escribió: “Veneremos de una manera especial el corazón de nuestro Señor Jesús. Puesto que él es el símbolo de su amor, nos muestra sus virtudes admirables y toda la vida interior del Señor. Aspiremos, pues, adentrarnos más y más mentalmente en su anchura y profundidad y procuremos ser imitadores de sus virtudes y participar de sus dones. Pidamos a él que arda en nuestros corazones el fuego de su amor ardiente, con que ama tan heroicamente a Dios y a los hombres, sin preocuparse por sus propios intereses”.

Así, para Janssen, fue natural pensar a menudo y hablar de Cristo refiriéndose a su Corazón Sagrado. Fue esta devoción quien lo guió a través de su compromiso en el Apostolado de la oración, a ampliar sus horizontes apostólicos, más allá de las fronteras, al mundo entero y a comprometerse él mismo para realizar el lema “Viva el Corazón de Jesús en los corazones de los hombres”.

“La mejor manera de venerar al Corazón de Jesús es haciendo nuestros sentimientos de acuerdo con la admonición de la Sagrada Escritura: «Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús». Esto quiere decir que vivamos y trabajemos en nuestro estado de vida de acuerdo con nuestras fuerzas, por esa causa por la cual el Corazón de nuestro divino modelo se entregó y ofreció todo lo que tenía”.
(Arnoldo Janssen)

 

 

*Texto de Peter McHugh SVD en janssenfreinademetz

Dame Señor, un corazón nuevo
Dame Señor, un corazón nuevo.
Un corazón sin amarguras, ni resentimientos.
Un corazón que deje de estar susceptible
para empezar a estar disponible.
Un corazón que olvide lo malo y recuerde lo bueno.
Dame Señor, un corazón con esperanza
cuando todos la pierden.
Un corazón que sonríe,
aun cuando en los ojos, lágrimas se vierten.
Dame Señor, un corazón lleno de confianza.
Un corazón puro, que conozca su pobreza.
Un corazón generoso y desinteresado,
que no se reserve nada de lo que deba ser dado.
Dame Señor, un corazón amable y tierno,
fuerte y joven, lleno de paz y de bondad.
Dame Señor,
Un corazón que se canse de dar y recibir tu amor
Así sea.

(+Oración extraída del Vademecum de la SVD)