(Una reflexión en el marco de la fiesta de pentecostés)
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¿Qué es pentecostés?
En el mundo cristiano, el término “pentecostés”, no es una palabra nueva o desconocida, se asocia directamente con una de las fiestas más importante en el cristianismo, que es la fiesta de pentecostés.
A pesar del manejo común del concepto, es importante saber el contexto donde nace este término. Etimológicamente, la palabra pentecostés proviene de la palabra griega “pentecoste” que significa “quincuagésimo”, es decir, cincuenta días.
Los judíos asocian el término pentecostés o cincuenta días con la fiesta de la cosecha, más conocida como fiesta de las mieses o fiesta de la semana, en la que se realiza una acción de gracias por los frutos de la cosecha.
Con el tiempo, este terminó se utilizó también para conmemorar el encuentro de Moisés con Dios en el monte Sinaí, donde se entregó al Pueblo de Israel la Ley de Moisés, que marca el nacimiento del judaísmo.
El término “pentecostés” sigue evolucionando en el mundo cristiano.
En el nuevo testamento, la fiesta de pentecostés ya no se asocia a la fiesta de la cosecha, sino más bien hace alusión a la venida del Espíritu Santo, que se celebra cincuenta días después de la fiesta de pascua de resurrección. Esto no significa que cambió su significado, pues éste sigue siendo cincuenta días, solamente cambia la esencia de la fiesta. De este modo, si en el antiguo testamento se celebra la fiesta de la cosecha, en el nuevo testamento, se celebra la venida del Espíritu Santo.
¿Qué sucedió?
Para entender bien el contexto de la venida del Espíritu Santo, es necesario volver sobre lo ocurrido con los discípulos después de la muerte y resurrección de Jesús.
Tal como lo que se nos ha relatado en los cuatro evangelistas, especialmente el Evangelio de San Juan, “Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos” (Juan 20, 19)
Al analizar esta conducta, desde el punto de vista humano, es posible señalar que es comprensible, pues Jesús. el Mesías, quien tenía poder para sanar a los enfermos, recuperar la vista de los ciegos, expulsar a los demonios hasta devolver la vida de un muerto, ya estaba muerto. Más aún, murió como si fuera un delincuente en la cruz. Esto, los tenía confundidos, desanimados y desconcertados.
Sin embargo, Jesús, como buen maestro, no quería que sus discípulos se quedaran paralizados por esta situación. Se apareció en medio de sus discípulos, dejándoles la paz y al espíritu Santo: “La paz esté con ustedes”.
Jesús, en sus apariciones, no solamente entrega la paz, sino que también les deja El Espíritu Santo: “Reciban el Espíritu Santo”. Es más, Él decía, ya llegó el tiempo en que yo tengo que volver de dónde vengo, pero no los voy a dejar huérfanos, porque vendrá el Paráclito, el defensor, el Espíritu Santo (Juan 14, 18) Y Jesús cumplió su palabra, cincuenta días después de su resurrección, envió al Espíritu Santo a sus discípulos, lo que cambió y transformó totalmente su vida. Los que antes estaban escondidos con las puertas cerradas por temor a los judíos, después de recibir El Espíritu Santo, salieron con coraje y valentía a todos los rincones del mundo, proclamando la buena noticia sobre el Reino de Dios.
Así, la fiesta de Pentecostés ya no es la fiesta de la cosecha, sino más bien la celebración por la venida del Espíritu Santo, que nos acompaña hasta el fin del mundo.
¿Cuáles la novedad de Pentecostés?
Al reflexionar la evolución del término “pentecostés”, desde el antiguo hasta el nuevo testamento, nos surge la pregunta ¿Cuál sería la novedad de pentecostés? Hay varias respuestas a esta pregunta.
Primero: El Pentecostés es la venida del Espíritu Santo, es decir, lo que celebramos hoy en día en el mundo cristianismo. Al celebrar el pentecostés, celebramos la venida del Espíritu santo, lo que prometió Jesús a sus discípulos. “Yo me voy para que venga el Paráclito” De esta manera pentecostés es llamada la fiesta de Espíritu Santo
Segundo: El nacimiento de la Iglesia
La fiesta de pentecostés marca el nacimiento de la Iglesia como comunidad. Tal como lo relata Hechos de los apóstoles, “al llegar al día de pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar” (Hech 2,1) Es decir, el Espíritu Santo afirma y crea la comunidad cristiana, que es la Iglesia. Por eso, la Iglesia sin comunidad no existe. La comunidad es la base de Iglesia.
Tercero: La revelación de los signos del Espíritu Santo
Otra novedad del pentecostés es la manifestación de los signos del Espíritu Santo. “De pronto vino del cielo un ruido, semejante a una ráfaga de viento que resonó en toda la casa donde se encontraban. Y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y reposaron posándose sobre cada uno de ellos” (Hech, 2, 1-3).
Fuego y viento son signos del Espíritu Santo. No son El espíritu Santo, sino más bien un signo. El Viento sopla donde quiera, no se ve, pero se siente. Así actúa el Espíritu Santo, no se ve, pero se siente su fuerza, como una briza suave o fuerte huracán, que mueve. Otro signo es el fuego. El Fuego ilumina, da calor, da seguridad y orienta. Así actúa Espíritu Santo, ilumina orienta y da seguridad de vida.
Cuarto: La fuerza del Espíritu Santo
El relato de nuevo pentecostés, nos muestra también la fuerza o el fruto de haber recibido el Espíritu Santo. “Todos quedaron llenos de Espíritu Santo y comenzaron a hablar en distintas lenguas según El Espíritu les permite expresarse” (Hech, 2, 4).
Los discípulos eran gente sencilla, sin mucho estudio, hablaban solamente el arameo como su idioma natal. Sin embargo, después de recibir el Espíritu Santo, todo cambió. El espíritu les dió la capacidad de hablar en diferentes idiomas. Así es la fuerza de Espíritu Santo, hace posible todo lo que es imposible.
El significado de vivir “el pentecostés” hoy en día
Para vivir el pentecostés, no basta solamente con celebrar litúrgicamente una eucaristía. Es importante para nosotros, como cristianos y cristianas, descubrir el sentido de la celebración de esta fiesta en nuestra vida. Vivir el pentecostés significa estar dispuesto para ser hombres nuevos con corazón nuevos que son capaz de aceptar y convivir con los que piensan diferentes, los de otra raza y cultura promoviendo el espíritu de la unidad. Que las diferencias no son impedimentos para construir una buena convivencia sino más son riquezas para nuestra comunidad.
Vivir el pentecostés también significa estar dispuesto a abrirse al Espíritu Santo, para que éste entre y penetre en nuestra vida, es decir, dejar que nuestra vida sea guiada por El Espíritu Santo; Que nuestra vida sea como viento, que sopla y mueve a todo lo está estancado; Que nuestra vida sea también como luz que ilumina y orienta a los demás; Que nuestra vida sea el pentecostés que da vida y esperanza a los demás.