Domingo 6° de Pascua: 5 de mayo 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Jesús dijo: Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Les he dicho esto, para que mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. No los llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre se los he dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes, y los he destinado para que vayan y den fruto, y que su fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. Lo que les mando es que se amen los unos a los otros. (Juan 15,9-17)

Referencias bíblicas

– El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. (Juan 3,35)

– Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. (Juan 10,14-15)

– Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. (Juan 17,23)

– Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. (Juan 13,1)

– Y el que me ha enviado está conmigo: no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él. (Juan 8,29)

– Porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. (Juan 6,38)

– El que tiene a la novia es el novio; pero el amigo del novio, el que asiste y le oye, se alegra mucho con la voz del novio. Esta es, pues, mi alegría, que ha alcanzado su plenitud. (Juan 3,29)

– La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.  También ustedes están tristes ahora, pero volveré a verlos y se alegrará su corazón y su alegría nadie se las podrá quitar. (Juan 16,21-22)

– Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. (Juan 17,13)

– Les escribimos esto para que nuestro gozo sea completo. (1 Juan 1,4)

– Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se tienen amor los unos a los otros. (Juan 13,34-35)

– En esto hemos conocido lo que es amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos. (1 Juan 3,16)

– En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; -en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir-; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. (Romanos 5,6-8)

– Les digo a ustedes, amigos míos: No teman a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más. (Lucas 12,4)

– Yahvé hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo. (Éxodo 33,11)

– Porque tú eres un pueblo consagrado a Yahvé tu Dios; a ti te ha elegido para que seas, de entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra, el pueblo de su propiedad. (Deuteronomio 7,6)

– En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados. (1 Juan 4,10)

– Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. (Juan 15,2)

– Y todo lo que pidan en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. (Juan 14,13)

– Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Que, como yo los he amado, así se amen también ustedes los unos a los otros. (Juan 13,34)

Comentario

El presente evangelio del evangelista Juan es la continuación y la conclusión del evangelio del domingo anterior, cuyo contenido fundamental era la alegoría de la vid y los sarmientos. Jesús anunciaba solemnemente: Yo soy la vid y ustedes los sarmientos, para referirse a la íntima relación que se había producido entre él, como maestro, y los discípulos que lo seguían. El tema principal del evangelio de hoy va en la misma dirección y está centrado en el amor que existía entre Jesús y sus discípulos y el amor mutuo que también debía existir entre los discípulos de Jesús.

Jesús explica detalladamente en qué consistía este amor. El amor hacia sus discípulos era prolongación y consecuencia del amor que él había recibido de su propio Padre. De la misma forma como Jesús permaneció en el amor de su Padre cumpliendo su voluntad, así también los discípulos permanecerían en el amor de Jesús si escuchaban su palabra. Jesús llamó amigos a sus discípulos y declaró estar dispuesto a entregar su vida por ellos. La amistad de los discípulos hacia Jesús debía manifestarse prestando atención a su palabra y haciéndola realidad en la vida. Había sido Jesús quien dirigió una atenta mirada hacia los discípulos, los había enviado a cumplir una misión y les había encargado dar un abundante fruto. Y para recalcar el origen último de todo, Jesús les había recomendado a los discípulos pedir a su Padre, en su nombre, todo lo que ellos necesitaban.

Jesús concluye señalando que, lo que él esperaba de sus discípulos era que se amaran de verdad los unos a los otros, tal como él los había amado. Esta es una hermosa síntesis del evangelio de Jesús. De lo que se trataba, en último término, era sólo del amor. Él había sido enviado por su Padre para cambiar la historia del mundo a través del amor. Pero, faltaba todavía la última intervención de Jesús: Yo les he dicho todas estas cosas, para que ustedes sean plenamente felices. Esto venía a completar lo que Jesús había dicho anteriormente: Yo he venido para que ustedes tengan una vida abundante. Una vida plena y feliz para todos era el verdadero ofrecimiento que hacía Jesús, al anunciar su mensaje de salvación. Conviene tener esto presente cuando, desde los jóvenes y desde aquellos no tan jóvenes, surjan estas acuciantes preguntas: ¿qué sentido puede tener la fe cristiana en la actualidad?, ¿para qué sirve realmente la fe en último término?, ¿qué cambio en la vida práctica se podría esperar del seguimiento de Jesús? y ¿es posible imaginarse una transformación de la cultura y de la sociedad desde la experiencia de la fe cristiana?

P. Sergio Cerna, SVD