*Por: Alirio Cáceres
Al Papa lo llamamos “Sumo Pontífice”. El Obispo de Roma es un “constructor de puentes”. La obra del Espíritu Santo en el Papa Francisco se ha caracterizado por la misericordia, la alegría, los procesos, muchos signos, el rescate de la sinodalidad.
Con la inspiración de San Francisco de Asís, nos ha invitado a tender puentes de hermandad y amistad social en nuestra querida casa común. Estamos convocados a ser también pontífices, derribando muros y restableciendo vínculos sagrados a través de la cultura del encuentro, el diálogo y la samaritanidad.
Esto lo tuve más claro al vivenciar la cascada de la sinodalidad desde la Panamazonía, y luego la Asamblea Eclesial Latinoamericana y Caribeña, enmarcada en la dinámica del Sínodo sobre Sinodalidad. No es sólo “hacer puentes” . Se trata de “ser puente”.
Por eso fue bellísimo experimentar esas conexiones entre la orilla de la presencialidad y la virtualidad, entre el clero y los laicos, entre las generaciones, las culturas, las regiones. Incluso un desagradable suceso con una aerolínea que me impidió colaborar presencialmente con la Comisión de Espiritualidad y Liturgia, posibilitó la conciencia de ser puente entre los excluidos e invisibilizados, y los delegados. Intentar ser puente entre la periferia y el centro, entre lo que “no es” con lo que “es” (1Co 1, 28)
Ahora, con la retrospectiva del calendario pero la vigencia del llamado a una diaconía ecoteológica, comprendo y valoro más los acontecimientos en torno a la experiencia como asambleísta. Ser comunidad eclesial de discípulos misioneros implica ser custodios de la creación y para ello debemos ser pontífices en la sinodalidad ecológica que restaura las selvas y los mares, interconecta el sector urbano con el rural, las islas caribeñas con el continente, la sapiencia ancestral con la academia, las grandes reformas al sistema con las prácticas cotidianas de cada persona, y evidentemente el sueño eclesial con el sueño socio- cultural-ecológico.
Una ecología integral que permite comprender la trama de la vida en todas sus interrelaciones y apostar por la conversión a Jesucristo para reparar la casa de Dios, sanando el ambiente de familia en el hogar común, el frágil planeta azul que navega en la inmensidad del cosmos, que sigue siendo creado por la “comunidad preciosa de amor infinito”
Como en el famoso relato de la periodista que entrevista a unos obreros. No sólo cargamos inconscientemente unos ladrillos, ni repetimos mecánicamente lo que los otros hacen. Nosotros estamos construyendo sinodalmente la gran catedral en el altar del mundo para dar la mayor gloria a Dios con la vida plena de cada una de sus creaturas. Fratelli Tutti caminamos cantando Laudato Si´, con la alegría del Evangelio, al ritmo de la sinodalidad en nuestra querida porciúncula latinoamericana y caribeña. Paz y Bien. Con el corazón de Jesús y María, seguimos en sintonía…
Fuente: celam.org
*Sobre el autor:
Alirio Cáceres Aguirre es diácono permanente de la Arquidiócesis de Bogotá, Colombia.