*Por: P. Josef Bocktenk

Cuando me siento frente al Sagrario, abierto, mirando el copón con las hostias consagradas, es decir el cuerpo de Cristo, pienso y medito muchas veces sobre la mesa de la Última Cena de Jesús, el Jueves Santo. Pienso en Jesús, compartiendo su vida con los apóstoles, y me veo también invitado, a compartir. Me pregunto: ¿con quién me comparo? ¿dónde me siento?, ¿al lado de Pedro? Quien creyéndose fuerte, le promete no abandonarlo jamás, y después muerto de miedo niega a Jesús; o al lado de los hijos de Zebedeo, que querían los primeros puestos, me gustaría más estar al lado del discípulo querido, Juan, que recuesta su cabeza en el hombro de Jesús; ¿o debería compararme con Judas, el traidor? Jesús comparte también con él su plato. No le quita el amor. Pero también están los apóstoles calladitos, diríamos del montón.

Me pregunto, como se las arregla Jesús, después de tres años de haberles enseñado de palabra y en la practica del diario vivir, un nuevo modo de vivir, parece que no entienden, siguen discutiendo, preguntándose, quien es el malo de la película. Igual como yo.  Siempre es el otro, cada uno se cree con autoridad de juzgar al otro, y Jesús sigue enseñando, “no sean como los poderosos del mundo” y otra vez les enseña la práctica de la humildad, lavándoles los pies.

Les dice: Yo soy maestro, dicen ustedes, tienen razón, entonces hagan lo mismo que yo, sírvanse unos a otros, tengan al otro como mayor.

Y yo me veo en la mesa también, junto con la hermana, que no deja de criticar mi manera de ser, con el hermano, que siempre se compromete a ayudar y no hace nada; allí esta el que quiere casarse con bombos y platillos, pero no le importa el sacramento; tambien acude a la mesa el joven, que espera ansioso la confirmación, para luego deshacerse de las obligaciones que le impone la Iglesia; ah también esta la anciana del rosario piadosa y calladita, yo la envidio; y tantos otros y, Jesús al parecer, pienso yo en la ULTIMA CENA, no tiene nada en contra de ellos, sencillamente comparte.

 Pero yo me desespero, porque pienso que estos no entienden nada de lo que significa el compromiso de haber comido en la misma mesa con la hermana y el hermano, (no tanto con Jesús, quien se fue donde su Padre), NO, más bien con el hermano en la calle, en la vecindad, con el drogadicto, el quien salió de la cárcel, ¿cómo decía Jesús?: “Estos son mis hermanos, con quienes comparto la vida, con quienes comparto la mesa, o la comunión como dicen ustedes”.

Y nos relata el evangelio de san Juan, que Jesús sigue enseñando, sabiendo que la muerte esta cerca, advirtiéndoles, que lo iban a dejar solo, no se cansa, les habla que deben estar unidos, que no tengan miedo, porque les iba a mandar el Espíritu de la verdad.

Y yo sentado en la mesa de Jesús, medito y muevo la cabeza: pienso, digo: para qué, si nadie te hace caso…

Y Jesús me mira como a Pedro o como a Judas, ni sé, y también mueve la cabeza, como para decirme: ¿TODAVIA NO ENTIENDES, LO QUE SIGNIFICA AMAR?

¿quieres DEJARME TAMBIÉN?

Y yo le digo: A QUIEN IRIA SEÑOR, TU TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA, y dame tu Espíritu de obediencia al PADRE.

*Sobre el autor:

El P. Josef Bocktenk es párroco de la Parroquia Sagrada Familia de Quilicura en la Región Metropolitana de Santiago.