*Por: P. José Fco. Yuraszeck SJ
En el marco del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, me permito compartirles algunas reflexiones que tal vez orienten el quehacer cotidiano de los católicos en esta titánica tarea que ha sido establecida desde el 2015 como el primero de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Agenda 2030 de la ONU)[1] que todos los países debiéramos procurar alcanzar.
Lo primero es que los católicos somos ciudadanos como todo el resto de los ciudadanos, y por lo tanto los desafíos sociales, económicos y políticos que tenemos, no son muy distintos de los del resto de los ciudadanos. Ante el debilitamiento y destrucción del tejido social, que hace que campee el narcotráfico y la violencia en muchos barrios llamados críticos, ¿cuál debiera ser nuestra respuesta? Ante la oleada migratoria que hace que se agolpen en nuestras fronteras y ciudades cientos de ciudadanos venezolanos, colombianos y haitianos, ¿cuál debiera ser nuestra actitud? Ante la soledad y el abandono en que viven cientos de miles de personas mayores, ¿qué hacemos? ¿Qué es lo que debiera distinguirnos a los católicos? Tal vez lo que el Padre Hurtado tenía de Místico Social. El ver en el rostro de cada persona que sufre o que tiene alguna necesidad el rostro mismo de Cristo, y procurar entonces aliviar ese dolor como si fuera al mismo Cristo que se sirve. ¿Qué otras motivaciones necesitamos?
Constatamos que estamos inmersos en una gravísima crisis socioambiental, que en sus consecuencias afecta particular y gravemente a los más pobres, como afirmara hace algunos años el papa Francisco en la encíclica “Laudato Si”[2], sobre el cuidado de la casa común que es la tierra. Nos debiera mover el deseo de avanzar junto a tantas otras personas hacia la construcción de una sociedad más inclusiva, menos extractiva,[3] que ofrezca posibilidades de crecimiento y despliegue de capacidades a todas las personas, independiente de las circunstancias de su nacimiento. Nos debiera mover también el deseo de complejizar la mirada sobre nuestro modo de vivir, interactuar y vincularnos entre personas, con el medio ambiente del que somos parte, y con las futuras generaciones. Y también el complejizar el modo como medimos o evaluamos los avances en la lucha contra la pobreza.[4]
Debiéramos aspirar a que en nuestra vida cotidiana, el amor, la compasión y la misericordia se impongan como sentimientos predominantes; que sea la justicia social y no el mero asistencialismo la que rija nuestras interacciones, deteniéndonos ante las personas que están malheridas al lado del camino, y desde ese encuentro desatando iniciativas de Solidaridad. Es lo que el mismo papa Francisco nos invita a considerar y hacer en su más reciente encíclica “Fratelli Tutti”[5], sobre la fraternidad y la amistad social.
Nos debiera mover también la convicción de que la pobreza en sus distintas formas es la más grave vulneración de los Derechos Humanos, y que poner la mirada sobre ella y hacer esfuerzos colectivos por superarla es un deber ético ineludible. Una tarea urgente, entonces, es la de contribuir a la transformación y a la actualización de las instituciones que nos hemos dado para el cuidado del bien común, para que eficazmente sirvan ese propósito, mejorando las condiciones sociales que favorezcan el que cada cual despliegue en libertad el proyecto particular de vida que anhela. Para ello es muy importante fomentar el trabajo complementario de la Sociedad Civil Organizada y los distintos servicios del Estado. Tan importante como ello es la consideración de que la evidencia debe nutrir la actividad política, y que la colaboración se imponga por sobre la competitividad: solo juntas podremos enfrentar los grandes desafíos colectivos que tenemos.
Al concluir estas palabras les comparto, como información y motivación adicional, el que ante el proceso constituyente en el que estamos embarcados como país, varias organizaciones de la sociedad civil hemos decidido sumar miradas e iniciativas que brotan de la experiencia cotidiana de cercanía y trabajo con personas y grupos de personas pertenecientes a los sectores más vulnerados y excluidos en distintos territorios. El fruto de este esfuerzo es el documento “Constitución y Pobreza”, entregado hace algunas semanas a la mesa de la Convención Constitucional, y se puede descargar en el siguiente enlace: https://www.hogardecristo.cl/constitucionypobreza/.
¡Que el padre Hurtado, san Alberto Hurtado, que fundó hace 77 el Hogar de Cristo, nos inspire en esta urgente tarea de erradicar la pobreza en nuestro país y el mundo entero!
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[1] Ver https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/
[2] Francisco, «Laudato Si’».
[3] Cf. Acemoglu y Robinson, Por qué fracasan los países.
[4] Es lo que ya se ha hecho al incorporar la multidimensionalidad en su evaluación. Cf. Stiglitz, Sen, y Fitoussi, Mismeasuring Our Lives.
[5] Cf. Francisco, «Fratelli tutti».
Referencias
Acemoglu, Daron, y James A. Robinson. Por qué fracasan los países. Traducido por Marta García Madera. Ebook. Barcelona: Planeta, 2012.
Francisco. «Fratelli tutti», 3 de octubre de 2020.
———. «Laudato Si’», 24 de mayo de 2015. http://w2.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html.
Stiglitz, Joseph E., Amartya Sen, y Jean-Paul Fitoussi. Mismeasuring Our Lives. New York: The New Press, 2010.
*Sobre el autor:
El P. José Francisco Yuraszeck Krebs es sacerdote de la Compañía de Jesús y actualmente sirve como Capellán General del Hogar de Cristo en Chile.
Cursó sus estudios básicos y medios en el Colegio del Verbo Divino de Las Condes entre los años 1983 y 1994.