“La vida consagrada, enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo el Señor, es un don de Dios Padre a su Iglesia por medio del Espíritu.”

Así se inicia la exhortación apostólica “Vita Consecrata” que escribió el papa san Juan Pablo II en 1996 al finalizar el sínodo sobre la Vida Consagrada en la iglesia, y que dio pie para la Jornada mundial de la Vida Consagrada, que se celebra cada 2 de febrero en la fiesta de la Presentación del Señor o “fiesta de la Candelaria”, como la conocemos en Chile. Es cierto que en nuestra patria se celebra la Vida Consagrada el 15 de agosto, para la fiesta de la Asunción de María. Pero bien vale la pena acoger esta invitación y reflexionar sobre el sentido de la Vida Consagrada hoy, y conocer alguna de sus búsquedas concretas de renovación y fidelidad.

Esta jornada tiene una triple finalidad, que busca revitalizar este precioso don:

  • agradecer a Dios por la riqueza y la alegría que significa la Vida Consagrada para toda la iglesia,
  • promover el conocimiento y la estima de la Vida Consagrada en sus diversos carismas,
  • celebrar juntos este don.

Este año el lema de esta jornada está relacionado íntimamente con el tema de la Sinodalidad, que ocupa a toda la iglesia: “Caminando Juntos”. De esta manera los Religiosos, son invitados a unirse al camino sinodal desde la consagración, la escucha, la comunión y la misión. Pues ser consagrado o consagrada significa ser consciente de la llamada recibida, la vocación compartida y la vida entregada. En el fondo, supone darse cuenta de que a Dios solo se le encuentra “caminando”. Y esto solamente se puede hacer desde la escucha atenta al Espíritu, a los hermanos y hermanas con quienes se comparte la vida, y a la humanidad herida con sus gozos y tristezas. En este sentido la verdadera escucha supone tres condiciones: reciprocidad, respeto y compasión.

Es en este espíritu de “caminar juntos” que, somos invitados todos los Consagrados a fortalecer la comunión especialmente en tres ámbitos:

  • dentro de la misma familia religiosa con su carisma propio,
  • con otros institutos religiosos (intercongregacionalidad),
  • y en la iglesia local diocesana.

Y esto sin perder de vista la misión que ejercemos en disponibilidad a la iglesia universal.

El lema nos recuerda que la Sinodalidad es una ayuda para depurar a la iglesia de todo tipo de abusos marcados por el clericalismo. Y acentúa nuestra “misión compartida” con obispos, sacerdotes y laicos, dándole sentido de familia en torno a los valores del evangelio y asumiendo tareas concretas.

 “El carisma comparte techo”: comunidades mixtas de laicos y religiosos.

Ciertamente desde hace tiempo que se hacen esfuerzos concretos en distintas partes del mundo para “caminar juntos” religiosos y laicos. Una parroquia a orillas del Danubio en la Baja Austria, donde en la casa parroquial comparten vida y misión el párroco, antiguo misionero en África, un vicario y un matrimonio con dos hijos, que trabajan en la sede parroquial. Un monasterio en Francia donde conviven y comparten vida y oración monacal, familias con monjas consagradas. Y una experiencia en España, que queremos presentarles más detenidamente.

Desde 2015 cuatro religiosos escolapios de Salamanca viven con un matrimonio y sus tres hijos, una “comunidad conjunta” con laicos vinculados a su congregación. Esta comunidad lleva adelante un colegio con internado, varias viviendas hogar para jóvenes con dificultad, una escuela de formación profesional y una fundación de economía eco social.

Tanto el matrimonio como los religiosos trabajan en las diferentes obras. Su tarea es participar en la vida de las obras, cuidarlas, cuidar a las personas, ser el centro de la presencia de la comunidad cristiana, animar las celebraciones, ofrecer acompañamiento y desarrollar los propios trabajos: profesores, dirigiendo la casa de acogida, atendiendo a migrantes, pastoral juvenil, etc.

Pero la Sinodalidad se vive también en la vida comunitaria, lo que aporta “frescura” a la vida comunitaria y a la misión, buscando adaptarse unos a otros en horarios y ritmos. Una comunidad así ofrece la posibilidad de ampliar el horizonte, centrar la mirada en la misión y enriquece la mirada, especialmente de los religiosos. Para el matrimonio esta experiencia ha implicado un cambio de cultura y mentalidad para todos los participantes, ya que la convicción de que el futuro es de los laicos pasa de ser una idea teórica a una realidad muy concreta.

Por cierto, este camino conjunto no ha sido fácil, ha habido resistencias en las filas de los religiosos. Sin embargo, el superior de la comunidad afirma, que el enriquecimiento que este tipo de comunidades significa, llega a ser una llamada a la fraternidad más radical que la que los propios religiosos esperan.

Estas iniciativas para “caminar juntos” pueden poner en nuestro horizonte la amplitud de la Vida Consagrada hoy, y sus posibilidades para el futuro, entusiasmando a otros a ponerse también en camino, puesto que Cristo siempre está llamando.

 

Fuente: Vida Nueva Digital