*Por: Felipe Hermosilla

El 15 de enero celebra la Iglesia la fiesta de san Arnoldo Janssen. Para celebrar su memoria, nuestra cohermano P. Felipe Hermosilla SVD presenta una breve reflexión sobre sus últimas cartas dirigidas a los misioneros en Chile.

Arnoldo Janssen a través de sus cartas

Dentro del colosal epistolario del nuestro Padre Fundador (para el proceso de canonización se reunieron alrededor de diez mil cartas), una de sus últimas cartas está dirigida a nuestra patria. En noviembre de 1908, Arnoldo Janssen yace enfermo -producto de una parálisis- en su habitación de la casa madre de Steyl. Presiente que el fin de su vida ya se acerca. Los demás miembros de la generación fundadora partieron al encuentro con el Padre, y en su cuerpo se reflejan los pesados años como fundador y superior general de la Sociedad del Verbo Divino. Como ha sido a lo largo de toda su vida, su confianza en los planes de Dios queda demostrada ahora que espera el llamado del Señor. Sin embargo, la situación de nuestra congregación en Chile sigue siendo su mayor preocupación. En la carta dirigida al P. Kaufhold, con fecha 18 de noviembre de 1908, expresa su preocupación: “En estos catorce días que llevo enfermo, ¡cuántas veces pensé en mi querido Chile y con cuánta frecuencia desfilaron ante mis ojos cada uno de los Padres que allá se hallan mientras consideraba las difíciles circunstancias de su situación! Créamelo, ninguna misión me ha dado en estos días tantas preocupaciones como Chile y a ninguna parte se han dirigido mis pensamientos con más frecuencia que a Chile, una y otra vez”. La infructuosa primera misión en Valdivia junto con la decisión de abandonar Chile y, posteriormente, la propuesta de trabajo en el norte del país han sido un calvario para Arnoldo Janssen y sus cohermanos.

A través de la lectura de sus cartas –que ha sido mi trabajo en el “Grupo de estudio de fuentes Arnoldo Janssen” – podemos acompañar y profundizar el desarrollo humano y espiritual de Arnoldo Janssen. Muchas de ellas contienen largas y meticulosas instrucciones sobre el futuro de las obras alrededor del mundo, el presupuesto estipulado, la compra de terrenos, correcciones fraternas, saludos de aniversario y onomástico, etc. Pero las dos últimas cartas que escribe a Chile son un legado espiritual de un hombre que amó y sirvió a Dios y a su Iglesia sin medida ni objeciones. Desde las primeras cartas dirigidas a los cohermanos de China y Argentina, en las cuales es evidente la imagen de un hombre meticuloso, ordenado e interesado en el éxito de su congregación, sus cartas dictadas desde su lecho de enfermo (de hecho, debido a la parálisis casi no pudo firmarlas) reflejan aquel amor paternal por los suyos y su constante confianza que el carisma verbita no es suyo, sino un don que proviene del Espíritu Santo. El Fundador sabía que en todo momento la congregación viviría momentos de gran prestigio, pero también de dolores y fracasos, tal como él lo expone: “Pero aún allí (por la situación en Copiapó) no todo es miel sobre hojuelas. Creo que, pasadas las horas amargas, ya volverán días de gozo y que, de las aflicciones que Dios manda a nuestra Congregación en esa nación, se cosecharán buenos frutos para la salvación de las almas y la gloria de Dios. La verdad es que la Divina Providencia tiene determinado que cada gracia deba ser merecida mediante pesares y oraciones”.

No es un azar del destino que, en la postdata de la segunda carta, Arnoldo Janssen legue un consejo espiritual para todos nosotros. En su carta dirigida al P. Degenhardt, con fecha similar a la anterior, nos deja este sabio consejo de Padre, Guía y Fundador: “Por cuanto nuestra congregación se ha fijado como fin el culto a Dios Espíritu Santo, que éste sea y permanezca su objetivo y que ella jamás se aparte del mismo. Ésta es mi voluntad, que vuelvo a recalcar: que no haya cohermano que no la cumpla. Lo contrario llevará a grandes desgracias, cosa que nunca jamás deberá ocurrir”.

San Arnoldo Janssen sigue siendo un referente como iniciador de cosas nuevas cuando otras se caen a pedazos. Para nosotros, los misioneros del Verbo Divino, ni el futuro, ni las crisis, ni el secularismo pueden mermar nuestra confianza en el Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, fuerza que crea y renueva todas las cosas.

*Sobre el autor:

Es misionero y neopresbítero del Verbo Divino, chileno oriundo de Lonquimay. Participa del Grupo de Estudios de las Fuentes del Fundador, donde se ha especializado en las cartas del Fundador a América Latina. Trabaja en la parroquia San José Obrero de Rancagua y en el Colegio del Verbo Divino de Santiago.