El P. Gino Jiménez Huésped sirvió 17 años como misionero en Ghana donde no sólo conoció y vivió con las diferente culturas, sino que pudo participar en valiosos signos de diálogo entre las religiones predominantes. Su testimonio refleja una misión vivida desde el estilo del Diálogo Profético, impronta que inspira y propone la SVD para salir al encuentro de los pueblos y compartir la Buena Noticia de Jesucristo.
Ghana actualmente para los verbitas en Chile ya no encierra tanto misterio, puesto que no solo son varios los chilenos que en el pasado sirvieron la misión de la Iglesia allí en distintos períodos y pudieron comunicar sus variadas experiencias, sino que afortunadamente, misioneros ghaneses, desde hace muchos años han compartido su vida y riquezas culturales en forma directa, viviendo con nosotros. Y todo esto, sin contar con el hecho que algunos visitantes, religiosos y laicos que han ido a Ghana han compartido sus experiencias en Chile, y aún más, hoy, el avance de las comunicaciones e internet nos dan a conocer mucho y en forma instantánea el desarrollo y crecimiento de ese país en todo orden de cosas.
Ahora me remito a una experiencia personal que de alguna forma marcó mi vida y ministerio y que, por lo recibido, aún influye en cómo visualizo la realidad y sus desafíos.
En Ghana existe una multiplicidad de culturas e idiomas, siendo el inglés el idioma oficial por haber sido antigua colonia inglesa, pero igualmente existen varios idiomas vehiculares que habla una gran parte de la población dependiendo de su ubicación territorial. En todo caso, el Twi se destaca por la amplitud de su uso e influencia, principalmente debido al comercio.
Durante esos 17 años en Ghana, todos los viví en el Distrito Norte, identificado comúnmente como Distrito de Yendi (tanto en lo civil como en la Congregación), que estuvo compuesto en un momento por 7 parroquias verbitas y un centro de formación pastoral. En aquel Distrito habitan gente de 8 tribus distintas con sus respectivos idiomas y algunos migrantes de distintas partes del país. De esos 17 años, 13 los viví en dos oportunidades en el poblado de Yendi, capital del distrito, y 4 años en Tatale, un poblado fronterizo con Togo. En mi testimonio me concentraré en lo vivido en Yendi donde comencé y terminé mi servicio misionero en Ghana. Allí me desempeñé con los pueblos dagomba, konkomba y komba quienes se entremezclaban en el radio parroquial. Las religiones predominantes en este territorio son la Religión Tradicional, en la que resalta la veneración a los ancestros, el Islam y el Cristianismo, en el mismo orden proporcional.
El poblado de Yendi, es en su mayoría musulmán de la rama sunita moderada proveniente de las diversas cofradías (madrazas) espirituales y cuya mística trajeron los mercaderes que comenzaron a llegar a la costa occidental de África a partir del siglo XII. Posteriormente, en el siglo XVII en el norte de la actual Ghana, tuvo lugar la conversión del jefe supremo de los dagombas lo que contribuyó a la propagación más rápida del islam sunita entre su gente. Aparte de los sunitas, también en Yendi hay un pequeño grupo de la rama (secta) musulmana llamada Ahmadiya (proveniente originalmente de India en el siglo XIX). Igualmente, Yendi alberga diversas denominaciones cristianas junto a los católicos, como metodistas, presbiterianos, asambleas de Dios, adventistas, pentecostales, etc. Todos los cristianos en el pueblo de Yendi constituyen un 10% aprox.
El P. Gino con Mariama, una lideresa cristiana.
Diálogo interreligioso
En Ghana, el ambiente en cuanto a convivencia y relación entre religiones y denominaciones en general es de tolerancia, respeto y a veces, hasta de colaboración. Si me enfoco en uno de los aspectos del servicio misionero en el poblado de Yendi y en algunas aldeas, mi labor desde un comienzo se desarrolló en convivencia diaria con musulmanes, y esporádicamente, con las iglesias cristianas del lugar, especialmente, participando en las fiestas de las cosechas de cada iglesia, organizadas para reunir fondos una vez al año.
Pero cierta vez, durante el año 1998, en un encuentro con el pastor metodista, conversamos acerca de nuestra realidad de cristianos en una zona mayoritariamente musulmana y de religión tradicional y de la importancia de estar más unidos y de testimoniar nuestra fe y unión con signos más concretos. Es así como nos pusimos de acuerdo organizando un grupo ecuménico e invitando a otras iglesias cristianas que existían en el territorio para dialogar cómo llevar nuestro propósito a la realidad. Así comenzó un camino ecuménico con las iglesias Metodista, Anglicana, Iglesia Evangélica Presbiteriana, Adventistas del Séptimo Día, Asambleas de Dios y la Iglesia Católica. Hubo iglesias que no se adhirieron a nuestra invitación, como los Pentecostales, Testigos de Jehová y Bautistas.
Nuestros encuentros de iglesias cristianas aparte de la oración y reflexión versaban sobre variados temas, cómo organizarnos para ciertas celebraciones especiales cristianas, por ejemplo, cuando celebrábamos la procesión de ramos por el pueblo. También la celebración del Lunes de Pascua en conjunto, preparación de villancicos para Navidad por el pueblo, competencias deportivas juveniles, nuestra ayuda a la prisión del lugar, etc. Y también, la coordinación de las fiestas de la cosecha de cada iglesia, para hacer posible la participación y colaboración.
Pero con el caminar en el tiempo, nuestra unión ecuménica no quedó sólo ahí. Por ello decidimos abrir posteriormente un cauce de diálogo interreligioso que originó el desarrollo de un grupo ampliado de diálogo interreligioso con musulmanes en los que participaban inclusive algunas mujeres musulmanas junto al Imán (sumo sacerdote) y mallams (sacerdotes) y alhajéis (peregrinos) musulmanes. (Ambas ramas musulmanas participaban juntas, hecho que era algo extraordinario). El objetivo era buscar lo que podría beneficiar más a la gente del lugar (Yendi).
En conjunto con estos líderes musulmanes, programábamos charlas en las escuelas del pueblo acerca de cómo prevenir enfermedades, la promoción de las matrículas de niñas en las escuelas, encuentros de formación con charlas y foros para la paz en el territorio, etc.
Este último tema (de la paz), lo asumió posteriormente el obispo Vincent Boi-Nai (verbita), en el año 2001 a cuyo objetivo le dedicó mucho tiempo, contribuyendo a la paz en todo el territorio, esfuerzo que fue reconocido inclusive por la Fundación Adenauer (de Alemania), que le otorgó un premio de reconocimiento internacional.
Una actividad junto con pastores y otros líderes
Misión sin prejuicios ni miedos
Reflexionar brevemente sobre la experiencia vivida, me lleva a pensar en que es posible dar pasos de diálogo, cruzando límites que parecen a cierta vista, infranqueables, al ser condicionados por nuestro entorno y formación limitada, pero que, al animarnos a dar esos pasos, se abren nuevas perspectivas nunca pensadas. Personalmente, vivir en medio de ese ambiente concreto, viniendo de Chile, el último rincón del mundo, encerrado geográfica y religiosamente, me ayudó a abrir la mente y el corazón y llegar a conocer y valorar otros mundos culturales y religiosos, experimentar lo que es ser minoría y ver el mundo que me rodeaba desde otra perspectiva igualmente enriquecedora. Otra experiencia fue vivir también la experiencia de fragilidad por las condiciones propias del entorno, como vivir en un territorio siempre inestable, ante la perspectiva y amenazas de guerras constantes, las limitaciones de salud personal, las limitaciones en poder comprender a cabalidad cosmovisiones de vida tan distintas. En fin, todo esto me condicionó, por una parte, pero también me ayudó a abrirme a nuevas dimensiones de servicio en las que me fui formando, adaptando y, por qué no decirlo, improvisando también, para contribuir a la vida y misión en el lugar.
Pienso que no debemos temer al diálogo, puesto que, si bien nos hace caminar muchas veces, por sendas y dimensiones desconocidas, sin tantas seguridades a las que echar mano, al entrar en el mundo del otro, de lo diferente y de lo hasta impredecible, esta experiencia nos lleva en su trayecto a enriquecer nuestro propio camino de manera sorprendente. Tal creo fue la inspiradora experiencia de Jesús al encontrarse con la mujer samaritana junto al pozo (Juan 4, 6-26). En tal encuentro, despojándose de prejuicios y tabúes de raza, sexo, religión, ambos personajes pudieron enriquecerse en un diálogo sin fronteras. Y al ponerse en igualdad de condición, de tú a tú, tampoco le impidió a Jesús su anuncio de la Buena Nueva. Y más aún, al hablar desde su identidad, su diálogo fue sin duda profético. Esta experiencia de vida y misión de Jesús son una eterna fuente de inspiración y renovación también para todos quienes queremos a nuestra Congregación religiosa misionera.
En la imagen, el antiguo líder supremo del pueblo dagomba.