La Iglesia en Chile celebra hoy -en la víspera de la Ascensión del Señor- el Día del Catequista, una ocasión propicia para recordar, valorar y agradecer el servicio voluntario y apasionado de hombres y mujeres que han acogido el llamado de Cristo y su Iglesia para “anunciar la buena noticia a todos”. En esta oportunidad, presentamos dos testimonios con dos experiencias de catequistas que han acompañado en el camino de la fe a varias generaciones en las parroquias verbitas Espíritu Santo de San Joaquín y San José Obrero de Rancagua. En sus relatos expresan el modo en que han aceptado y concebido el llamado recibido por Jesucristo para ser sus catequistas.

Ximena y Hernán: “Anunciar a Cristo con fuerza y convicción”

Mi nombre es Ximena Cayupi y con mi esposo Hernán Morales, pertenecemos a la capilla Cristo Redentor de la Parroquia Espíritu Santo de la comuna San Joaquín.

Nuestro servicio catequístico comenzó en la Catequesis Familiar allá por el año 1992, después de bautizar a nuestra hija y a través de los años hemos participado en varios grupos de Catequesis Familiar.

Cuando se realizó la Misión general en Santiago, tuvimos la oportunidad de formar nuestra primera comunidad de base, integrada en su mayoría por adultos mayores, un grupo que duró aproximadamente 4 a 5 años

Y haciendo un resumen, hemos participado en grupos de oración, y también en oración carismática, en varias otras comunidades de base, en cursillo de cristiandad, movimientos EME, EPE y aproximadamente hace unos 10 años nos llamaron a participar en la Catequesis Prematrimonial, donde entregamos nuestro testimonio de vida matrimonial

Hernán Morales y Ximena Cayupi, catequistas de la Parroquia Espíritu Santo

Pensamos que la función principal de los catequistas es llevar la luz de Cristo a los catequistas y acompañarlos en el seguimiento a Cristo

Al realizar una mirada en retrospectiva de nuestra acción pastoral como catequista ha sido como la vida misma: con buenas y malas, con altos y bajos, esperanza y desilusiones, pero siempre animándonos uno al otro para seguir en este hermoso caminar.

Ahora pensamos que los principales desafíos del catequista en el día de hoy son «anunciar a Cristo y su Evangelio, sin miedo, con fuerza y convicción»

Marcela: “Anunciar a un Cristo vivo, amoroso y que nos invita a vivir la alegría de ser hijos de Dios”

Soy Marcela Eliana Venegas Vargas, hija, catequista, madre y profesora de religión. Participo en la Capilla San Francisco Javier de la Parroquia San José Obrero de Rancagua y ejerzo la docencia en el  Instituto Sagrado Corazón de Jesús.

Desde muy pequeñita disfruté de las misas y cantaba los estribillos de las canciones, como si estuviese en un recital de rock. Fui creciendo y participé de mi preparación para primera comunión y tuve la gracia de tener una catequista, a quien no recuerdo tanto por lo que me enseñó, pero sí la forma amorosa con la que nos hablaba de Jesús y el trato cariñoso y amable que nos daba.

Recibir a Jesús sacramentado fue un hermoso momento y también un evento familiar, momentos que atesoro. Después de eso sí quería ir a misa para comulgar. Pasaron unos años y un día llaman a mi puerta, era el padre Ernesto Salvar, quien me invita a participar en un grupo juvenil en mi población. Tenía 12 años aproximadamente y la invitación me encantó, ¡wow!, además fueron hasta mi casa; para mí fue una gran invitación.  Por ello, los días de encuentro eran una cita a la que no podía faltar, conocía gente nueva, yo era muy, muy tímida, siempre de moño y a quien le temblaba la voz al opinar, pero era un tiempo que disfrutaba, me entretenían las dinámicas y seguía cantando con entusiasmo.  Nótese que dije “entusiasmo” y no he dicho que lo haga bien, para que no se hagan expectativas que hoy canto fenomenal, pues sigo cantando con entusiasmo. Mi gusto por participar en las misas se incrementó y ya no iba una vez a la semana sino dos veces, además de los encuentros con los jóvenes.

¿Cómo nace mi inquietud de trabajar en la catequesis?

 A mis 14 años, un sábado y en la misa de la tarde, mientras rezaba el Padrenuestro, sentí algo muy especial, una conexión con Dios muy fuerte, que de alguna manera me animaba a trabajar en algo, ¿en qué?, no tenía idea, pero ese mismo día el padre Manuel Bahl pregunta al terminar la misa, ‘¿quién quiere ser catequista?’ y sin saber como yo tenía mi mano levantada y fueron varias otras manos de jóvenes que aceptaron la invitación, nos inscribieron y comenzamos rápidamente una formación; pero también la catequesis, tomamos grupos de niños, dos jóvenes para un grupo de aproximadamente 12 niños, quienes tenían  menos años que nosotras que éramos las catequistas.

Marcela Venegas, catequista de la Parroquia San José Obrero de Rancagua

¿Qué enseñar?

¿Qué haríamos frente a estos niños?, fue aprendizaje y práctica al mismo tiempo, una cosa, una idea tuve siempre clara, “Dios es AMOR”, esa fue mi mayor enseñanza en aquel tiempo, fue tan hermoso realizar este servicio, lo disfrutaba muchísimo, lo tomé con tanta responsabilidad y compromiso, me preparaba y buscaba material para enseñar y la Biblia fue mi gran guía.

Tuvimos una catequista Marta Thomson que nos dio formación. Era una persona de gran carisma, educaba con firmeza, pero con amor, aquí surgieron grandes amistades y un grupo de jóvenes avivados por las ganas de servir, de misionar, de cantar y de vivir la alegría de ser cristianos, ¡¡qué recuerdos!!

En la medida que recibía mas formación y conocimiento, lo iba impregnando en los niños que me tocaba acompañar en su preparación para ese gran encuentro personal con Jesús y hoy dando una mirada y al recordar hubo tiempos que quizás el entregar conocimiento era mi mayor objetivo, hoy y con los años siento que he vuelto a los inicios a ese “Dios es Amor”, como mensaje principal, hoy existe una necesidad de evangelizar y de anunciar a un Cristo vivo, amoroso y que nos invita a vivir la alegría de ser hijos de Dios. Existe la necesidad de evangelizar a través de la escucha atenta, después de lo que he podido estudiar y aprender para transmitir, siento que el mayor mensaje, el que es inagotable es hablar del Amor infinito de nuestro Padre. 

Soy una agradecida de haber sido llamada, invitada a trabajar, con lo que soy: con mis luces y mis sombras, con mis tiempos brillantes y con los nublados, podría no haber aceptado esta invitación y solo haber mirado desde mi ventana, desde la comodidad de quedarme en casa y no entregar un sábado en la tarde o domingo en la mañana este servicio, pero esto ha sido y es parte de mi vida de lo que soy y de lo que amo, lo disfruto y me apasiona hablar de mi Jesusito. He crecido con los testimonios que he escuchado, con las sonrisas de los niños, con las lágrimas de los corazoncitos heridos, con la fe de los niños, ver los ojitos de los niños llenos de admiración por el poder de Dios y los milagros de Jesús, su “súper héroe”.

Hoy agradezco a quienes confiaron en mí, a los padres que año tras año llevan sus niños a la catequesis y a todos los niños que he tenido el honor y la enorme responsabilidad de acompañar en la fe.

¡Gracias, Señor! por estos 35 años de servicio, gracias por extender mi contrato de catequista y regalarme la energía, ánimo y alegría de anunciarte, gracias por que en los tiempos de sombras me sostuviste y me permitiste continuar.

Si haz sentido la invitación de trabajar por el Señor, anímate el necesita de tus manos y de tu voz para este gran trabajo y si ya lo estás haciendo, entonces conoces de lo que lo hablo.