El regalo de la vocación será sin duda un regalo exigente. Los regalos de Dios son interactivos y para gozarlos hay que poner mucho en juego, hay que arriesgar. Pero no será la exigencia de un deber impuesto por otro desde afuera, sino algo que se estimulará a crecer y a optar para que ese regalo madure y se convierta en don para los demás. Cuando el Señor suscita una vocación no solo piensa en lo que eres sino en todo lo que junto a él y a los demás podrás llegar a ser (n°289 Christus vivit).
Es así como surge esta misión de los sábados “abraza a un hermano “con nuestros alumnos, ellos sin esperar nada a cambio salen a misión después de participar de la eucaristía a entregar amor y llevando una excusa como una leche caliente y un pan, para conversar con los usuarios del hogar de Cristo, a medida que van pasando los segundos, minutos se puede observar la alegría de ellos y en general de todos nosotros, es impactante las vivencias de nuestros hermanos a ratos se provocan silencios en la escucha y el respeto en sus conversación, salta de repente una expresión que va dirigida a nuestros jóvenes “estudien, obedezcan a sus padres, para que no terminen como nosotros….”se puede ver claramente sus rostros llenos de pena, de arrepentimiento, de desdichas, esta vocación como regalo como dice esta exhortación, no será como algo impuesto sino plenamente desde el corazón.
Esta actividad misionera, surge claramente desde los principios de educar en la fe a nuestros alumnos y potenciar toda esta entrega que nuestros jóvenes tienen, esta misión nocturna tiene como objetivo salir para escuchar y acompañar a nuestros hermanos en su soledad, pena y abandono.
La primera sensibilidad o atención es a la persona. Se trata de escuchar al otro que se nos está dando el mismo en sus palabras. El signo de esta escucha es el tiempo que le dedico al otro. No es cuestión de cantidad sino de que el otro sienta que mi tiempo es suyo.es esto lo que tratamos de potenciar todos los sábados en misión, que nuestros hermanos se sientas valorados y queridos con nuestras visitas que ello se sienta acompañados cada instante, si Jesús estuviera con nosotros haría lo mismo no nos cabe duda, “…tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, era emigrante y me recibieron, desnudo y me vistieron…” (Mateo 25,35-40). En cada rostro de nuestros hermanos vemos el rostro viviente de Cristo.es esto lo que nos mueve cada sábado a salir.
Anabella Cornejo Garces
(profesora de religión Liceo Alemán del Verbo Divino Los Ángeles)