El P. Ignacio Muñoz, sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago, comparte con nosotros el modo en que san Carlos de Foucauld (canonizado ayer) ha influido en su ministerio sacerdotal y cómo el ejemplo del nuevo santo de la Iglesia le acercó aún más a Jesucristo.

En el contexto de la Canonización del Hno. Carlos  y cuando estoy a las puertas de cumplir 56 años de ministerio sacerdotal,  quiero manifestar lo importante que ha sido para mí  la persona y espiritualidad de este HOMBRE SANTO.

Empecé a descubrirlo cuando llegó a mis  manos  el libro “EN EL CORAZÓN DE LAS MASAS” del padre René Voillaume,  llamándome especial atención el capítulo NAZARETH. A esto se unió que realizando estudios de post grado de Teología  en el Instituto de Espiritualidad de la Universidad Gregoriana de Roma, fui invitado a participar de un Mes de Nazaret en Francia, organizado por la Fraternidad Sacerdotal Iesus Caritas de ese país. Sobre eso estaba al tanto el sacerdote responsable en Chile, en ese entonces, y a mi regreso a la Patria me ofrece la oportunidad de incorporarme a la Fraternidad, de la que formo parte ya hace 42 años.

Como sacerdote diocesano, esta  Espiritualidad compartida con otros hermanos sacerdotes del mismo Clero, me ha sido de mucho apoyo  para crecer espiritualmente y hacer más efectiva la misión de la Caridad  Pastoral tan propia de nosotros.

En la REVISION DE VIDA, ejercicio tan habitual en los seguidores de Foucauld, realizada en el encuentro periódico con los hermanos de la Fraternidad, he encontrado un constante cuestionamiento evaluativo y exigente en la búsqueda de ser pastor al estilo de Jesús el Buen Pastor, con entrega total, dispuesto a dar la vida por las ovejas como le sucedió al Hermano Carlos, hecho que me ha marcado enormemente.

Inspirado en la vivencia de nuestro santo he ido profundizando a través de los años que no podría ser auténtico pastor como nos indica el Evangelio si no llevo una vida de constante oración, siendo la base de ello  el ABANDONO EN LAS MANOS DEL PADRE, convicción tan acentuada en  él, sintetizada y regalada a la Iglesia como herencia suya en esa magnífica ORACIÓN  DE ABANDONO

Cuánto me ha servido para progresar en la vida de oración, esforzarme en priorizar los espacios suyos, como es antes que nada su inmenso amor a la Eucaristía, prolongada en la Adoración al Santísimo.

El P. Ignacio Muñoz Muñoz, sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago de Chile.

¡Qué bien me ha hecho su espiritualidad realmente cristocéntrica vivida en Nazaret junto a María y José para encauzar y fundamentar con esa orientación mi ministerio evangelizador!, teniendo como objetivo principal que las personas que el Señor me ha ido encomendando para pastorear y sacramentar logren, por sobre todo, ENCONTRARSE CON LA PERSONA DE JESUS RESUCITADO, haciendo de Jesús el centro de sus vidas.

Por otro lado, el hecho de que el Hno. Carlos haya optado por vivir en el desierto para allí en soledad, silencio y trabajo imitar mejor la vida de Nazaret, siempre me ha sorprendido y dado una gran lección espiritual.

Esa postura suya me ha motivado a la necesidad de buscar lugares de “desierto” en lo personal, los “Días de Desierto”, Retiros o Ejercicios Espirituales y   a su vez a incentivar en este sentido a personas, grupos comunidades y pastorales.

Al unirme a nuestra Iglesia en poner cada vez más en práctica la OPCION POR LOS POBRES que viene del mismo Jesús al decir de Lucas: “He venido a anunciar el Evangelio a los pobres”, fui constatando que el Hno. Carlos la vivió plenamente, enseñándonos con su ejemplo que hay que buscar en nuestro ministerio siempre el ÚLTIMO LUGAR para imitar con ese gesto al Maestro de la vida escondida en Nazareth.

Cada vez más he ido concluyendo que en la medida que en lo personal busco el último lugar como una actitud de vida que brota del Evangelio, por un lado, voy empeñándome más y más en que mi actuar pastoral sea dirigido preferencialmente a los que ocupan en la sociedad ese último lugar socialmente hablando, y por otro lado también hacia los que están en desconocimiento de Jesús y la Buena Nueva del Reino.

Finalmente, me he ido percatando poco a poco que mirar a Jesús desde esta perspectiva como lo hace nuestro Hno., quien lo admira porque desde la Encarnación y su vida nazarena opta, “siendo de condición divina” por ocupar el último lugar, no puedo al igual que dejar de contemplar su rostro reflejado en los más abandonados, los “botados en el camino”, los marginados de la sociedad, en los pobres de siempre.

Esa convicción tan arraigada  en su persona lo lleva a saberse hermano de todos, a fraternizar con todos como VERDADERO HERMANO UNIVERSAL. Esto me provoca luchar por dejar de lado lo que me impide amar de verdad y ser instrumento de hermandad y fraternidad en todo y con todos.

*Sobre el P. Ignacio:

 El Pbro. Ignacio Muñoz Muñoz es sacerdote de la Arquidiócesis de Santiago.  Nació en Talagante (Chile) el 1 de abril de 1942 y cursó enseñanza media y filosofía en el Seminario Pontificio de Santiago. Estudió Teología en la Universidad Católica de Chile y posee una licenciatura en Teología Espiritual por la Universidad Gregoriana de Roma.

Fue ordenado sacerdote el 3 de diciembre de 1966 y ha sido párroco en diversas parroquias de la Arquidiócesis. Además, sirvió como vicario episcopal de jóvenes, trabajadores y de la Zona Oriente.  Actualmente es canónigo de la Catedral de Santiago.