Nuestro Superior Provincial, P. Yuventus Kota SVD, comparte su mensaje de Navidad para los visitantes de www.verbodivino.cl

La Navidad es eterna y divina, es más que una tradición. No es solo mística, sino también es un acontecimiento histórico y real. Es metahistórico, en el sentido de que es Dios quien se hace hombre y se envuelve en la historia misma, iluminándola y dándole pleno significado. La Navidad no acaba, mientras existamos.

En mi infancia y juventud, la fiesta navideña era una fiesta de celebración compartida: con mis amigos, compañeros y vecinos de distintos credos y religiones; una celebración sencilla y humilde. No había grandes luces y adornos lujosos, no nos preocupábamos de regalos materiales.  En el colegio preparábamos juntos el árbol de Navidad y armábamos el pesebre. Dramatizábamos el nacimiento del Niño Dios, interpretando algunos roles principales: los ángeles, los reyes magos, los pastores y sus ovejas, el burro y el buey, la estrella de Belén. Cada uno aportaba: Mohamed llevaba la Cruz, pues su padre era carpintero. Con Kadijah reuníamos la paja y bambú para el pesebre; con Esther, Solea, María, Slamet, fabricábamos lo que necesitábamos para recrear el nacimiento. Lo más importante para nosotros era el encuentro con el niño Dios en el pesebre, era un momento de gozo y alegría, de paz y amor.

En esta sociedad post moderna, la fiesta navideña se ha transformado en marketing, con grandes propagandas de cosas materiales (regalos, menú para la  cena familiar, paseos, etc.). Vivimos en un mundo en el que se valora el individualismo, un mundo calculador, ambicioso, ruidoso e impersonal. El mundo que ha perdido la fe en Dios, ha perdido también la esperanza de alcanzar el consenso social y el sentido de comunidad.  Como decía el filósofo Nietzsche: “mi juicio es mi juicio y otros no tienen derecho a él”, quiere decir que cada uno se concentra en su propio mundo, ya no hay confianza entre unos y otros. Para un post moderno, la relación no está orientada hacia el otro, sino que gira en torno a él, es decir, prevalece el amor a sí mismo. Esto se transforma en una expresión narcisista, es decir, enamorado de sí mismo, que carece de ojos para el mundo exterior y para Dios. Una relación regida por la soberbia, la arrogancia y la altanería.

Ante una sociedad que se ha vuelto demasiado calculadora, fría e impersonal, San José, en su profundo silencio interior, nos deja una profunda lección sobre la providencia Divina, que en más de una ocasión en nuestra vida, ocurren imprevistos que están al margen de lo que nos hemos propuesto y que no nos queda más que confiar en Dios. Por ello, ante cualquier conflicto interior, personal o familiar, debemos dejarnos guiar en silencio por la voluntad de Dios.

En una sociedad ruidosa, nuestra Madre María nos revela en esta Navidad su secreto: “la importancia del silencio y la confianza en la vida”. El silencio es el mejor modo de escuchar, acompañar y compartir con el mundo lo que significa seguir a Jesús y ser su discípulo: “María, por su parte, guardaba todas esas cosas y las meditaba en su corazón”. (Lc 2, 19).

Como decía un sabio: “la palabra es plata y el silencio es oro”. María, también nos recuerda, a través de su testimonio, que el silencio más profundo es el de la memoria, para evitar los malos recuerdos y purificar el pasado; los de la imaginación, para no anticipar desgracias; los de la susceptibilidad, para no cuestionar todo y victimizarnos.

En esta sociedad apresurada no hay tiempo para los demás, pero el burro y el buey nos enseñan la calma, no andar de prisa, pues la prisa nos apremia y nos angustia, nos enferma y nos provoca estrés. Estos testigos en el pesebre nos invitan a disfrutar y saborear la alegría navideña y el privilegio de detenernos a compartir la vida sin apuros.

Ante los post modernos, enamorados de sí mismos, que carecen de ojos para el mundo exterior y Dios, los Reyes Magos nos ofrecen un secreto maravilloso: “la docilidad a Dios”. Se dejaron guiar por la luz divina, fueron sabios y prudentes al no fijarse en sí mismos, en su orgullo ni en su poder. Buscaron fuera de sí mismos, poniendo su plena confianza en la verdadera razón de su vida y camino, que es Dios. Nuestro caminar es a veces largo y oscuro, pero podemos seguir este ejemplo de los Reyes Magos poniendo nuestra mirada en la Estrella divina,  para iluminar nuestro corazón rebelde, que se ciega y endurece, para que se convierta en un corazón sensible y dócil ante la voluntad de Dios y la necesidad del mundo actual.

La disponibilidad del pesebre nos muestra que ante esta sociedad ambiciosa, que se torna insaciable, se hace necesario meditar sobre nuestra pobreza espiritual y el desprendimiento interior. Éste, desde su sencillez y humildad, su pobreza y abandono, donde habitan diversidad de animales, pasó de ser el último lugar digno, a ser el primer sagrario en la historia, después de María. Esto nos demuestra que el camino de la ambición no nos lleva a la felicidad.

De los pastores podemos aprender de su fe sencilla, viva y alegre, que se manifiesta en momentos de incertidumbre y de oscuridad, así mismo, en el gozo y en lo más íntimo de su corazón.  Aprendamos de los secretos de los ángeles, espíritus puros, que nos enseñan a valorar y gozar de lo espiritual. Junto con ellos y los pastores, entonemos un canto de alabanza por el nacimiento del niño Dios en nuestro corazón.

Navidad es cuando te duele el dolor del otro, te alegra la alegría del otro, cuando  gozas la felicidad por la presencia de Dios en tu vida y en la de los demás, al cumplir tu deber y derecho, al renunciar a tu propio yo (el orgullo) y al solidarizar con los más necesitados.

“Navidad es Dios en nosotros, entre nosotros y en nuestro corazón”.

¡Feliz Navidad!

+P. Yuventus Kota SVD