*Por: Óscar Torres

*Artículo publicado en la víspera de la solemnidad de Nuestra Señora del Carmen

 

«Virgen del Carmen bella; madre del Salvador; de tus amantes hijos, oye el cantar de amor”.

Con este cántico nacional, en los años 50, la imagen del templo Votivo de Maipú, recorrió Chile, antes de su instalación en el Santuario, que ya se había construido.

Canto procesional en la Tirana: “Que bella sale María, en su linda procesión, juntos te llevaremos por toda la población (se repite y la banda irrumpe con la música de este cántico y todos en coro siguen con las demás estrofas- la banda baja el volumen para que se escuche el coro de la población, y lo aumenta con estruendo en cada bis). Vivirlo cercanamente y cuando se ha nacido con ello, emociona al extremo. Se une la fe y la emoción.

Origen de esta festividad.

Siendo tan conocida y difundida mundialmente, su origen es casi desconocido y tal vez oscuro. Tenemos que remontarnos al Libro I de Reyes (I Reyes, 18-44) y al Profeta Isaías (35, 2), en el Antiguo Testamento. Su origen se liga a un conjunto de monjes ermitaños que vivían en estos lugares, en el “Karm- El”, “Carmen”, “jardín o viña de Dios”, cercanos al Monte Carmelo, cerca de la ciudad de Haifa.

La Orden del Carmelo, el origen del hábito carmelitano y el Escapulario.

En el siglo XIII, alrededor del año 1.200, el Patriarca Latino de Jerusalén, les pidió que se ordenaran y asociaran y nació la Orden de Los Carmelitas, aprobadas por los Papas Honorio III e Inocencio IV.

El año 1.251, en Inglaterra, se dice que la Virgen se apareció a Simón Stock, superior de los Carmelitas. En esa aparición la Virgen le habría exhibido el hábito y el escapulario que quería que usaran los Carmelitas

La festividad se celebra desde muchos años en España, Portugal y América Latina: Argentina, Chile, Colombia, Venezuela y Perú (“Patrona Perpetua de Lima”).

¿Cómo llegó a Chile?

Hemos podido registrar tres oportunidades:

La primera vez, llegó a Chile como devoción de la Orden Carmelitana. En 1690 (Siglo XVII), la rama femenina se extendió al país, al fundarse en Santiago, el primer monasterio chileno “El Carmen Alto de San José”, luego surgirían otros conventos como el “El Teresa de Jesús” de Los Andes. Es la época de la colonización española.

La segunda vez, a través del paso de la caravana del Descubrimiento y Conquista de Diego Almagro, hacia Chile, en 1536 (Siglo XVI). Se asentó la leyenda del noviazgo y bautizo de la “Ñusta Huillac”, con el capitán portugués Vasco de Almeida. Corría en aquellos años, la explotación del mineral de plata de Huantajaya, hacia la cordillera de la costa de Iquique.

Pero la fiesta se remontaría a períodos ancestrales, de la fe de los pueblos originarios en sus creencias, manifestadas en los mensajes estampados en los cerros, en “geoglifos” y “petroglifos”, para el tránsito caravanero de la época. Era la influencia de la cultura Tiahuanaco (lago Titicaca) (figura superior de Tunupa), Bolivia y del Tahuantisuyo (Cuzco), Perú, y la adoración al sol, que marcaba las creencias de quechuas y aymaras, hace 3.000 años.

Más tarde se hallaría una pequeña imagen de la Virgen del Carmen y se diría que la Virgen quiere que donde “reinó” la “Princesa Tirana”, se lleve adelante una devoción a ella. En el período cristiano, habría influido la fe religiosa del Santuario altiplánico de Sipiza (minas de oro) y la sostenibilidad del mineral de Huantajaya (se abastecía de agua del “Pozo del Carmen de La Tirana”). Hay vestigios de esta actividad desde el Siglo XVIII. Se había conformado probablemente un complejo religioso- cultural, altiplánico y de los valles, entre Sipiza, Huantajaya y Pica (La Tirana, Pozo Almonte, La Huayca, Canchones), oasis floreciente con buen abastecimiento de agua. La influencia de la religiosidad aymara perduraría desde la altiplánica “Isluga”, conocida como su ciudad “sagrada”.

La Fiesta ha llegado a ser una de las grandes de Chile. Siguió siendo sostenida en el siglo XIX por Huantajaya (6 de Agosto) y en el XX, por las Oficinas Salitreras de Tarapacá, cuando el territorio pasó a ser chileno, desde 1883. La fecha fue declarada feriado regional y luego nacional (16 de julio).

Como es sabido a ella concurre una multitud de fieles, a un poblado donde está el Santuario, que en el año tiene muy pocos habitantes. En los últimos tres años, se ha suspendido por la epidemia (2020, 2021 y 2022).

Su característica principal es la presencia organizada de conjuntos danzantes, promeseros, “hermandades” como se llaman en España.

La fiesta pasó por varias etapas: Sipiza/Huantajaya, salitreras, influencia altiplánica de Bolivia (Oruro- “Diabladas”) y el momento actual, iniciado en los años 60, como parte del ceremonial del pueblo mariano, en que los danzantes fueron aceptados plenamente en la liturgia popular de la fiesta.

Es de esperar que el próximo año se realice y en el anhelo de los danzantes y feligreses, puedan volver a cantar a la “Reina del Tamarugal”, a la “Chinita” y repetir “para el año volveremos”.

Llegó a Chile después, en una tercera ocasión, en la Guerra de la Independencia, en hombros de los soldados del Ejército Libertador de los Andes (1817). Era la “Virgen del Carmen de Cuyo”, Mendoza, Argentina, a quien el General José de San Martín, hizo que los soldados la juraran como reina y generala del Ejército Libertador.

Cuando se produjo el triunfo de Maipú, se juró que sería la Patrona de los ejércitos de Chile y en homenaje, se le construiría un templo (votivo), en el que se desarrollan múltiples actividades marianas.

*Sobre el autor:

Óscar Torres Rivera es tarapaqueño, nacido en Huara (norte de Chile). Posee estudios en Ciencias  Jurídicas y Sociales en la Universidad de Chile y además es  Gestor Cultural.