Por: Hna. Kreti Sanhueza, SSpS
Octubre es el mes en que la Iglesia celebra el Domund – domingo universal de las misiones-, con el que enfatiza la jornada misionera anual. En el mes de octubre, a su vez, la Iglesia promueve cada año, de manera especial, el espíritu misionero de todos sus fieles y refuerza la animación misionera adquirida con el bautismo.
Los santos y santas son fieles que han expresado siempre con mucha fuerza el deseo de anunciar y compartir con las demás personas la salvación alcanzada por Jesucristo y el amor de Dios que debe traducirse en bien de los hermanos. Es así que en este mes misionero la liturgia de la Iglesia celebra el testimonio cristiano de cuatro mujeres: Teresa del Niño Jesús (1873-1897); Teresa de Jesús (1515-1582); Eduvigis de Anjou (1374-1399), y Margarita María de Alacoque (1647-1690). De todas ellas voy referir algunas palabras, particularmente, sobre Teresa de Jesús, llamada también Teresa la Grande o Teresa de Ávila.
Sólo para recordar, Teresa desde niña expresó un fuerte entusiasmo por ayudar a que otros hicieran la experiencia de encuentro con Dios; quería ir, junto a su hermano Rodrigo, a “tierra de moros” para que, en el riesgo de ser descabezados, hablar y dar ejemplo de su fe en Dios. Si bien nunca llegó a hacerlo, de joven ingresó, en una primera etapa, al convento Santa María de Gracia, en favor de la solicitud que hiciera su padre para que la admitieran. En ese entonces no le resultó simple saber si tenía vocación o no para la vida monástica; luego, después de una grave enfermedad por la que regresa a su casa paterna, logra recibir en su interior y para sí misma, la confirmación de su vocación.
Así, el 2 de noviembre de 1533 entra en el convento de la Encarnación de Ávila y en noviembre de 1934 profesa sus votos. Dentro del convento tuvo una vida activa, recibía frecuentemente visitas y se interesaba por los asuntos que acontecían en su entorno social, junto a ello reconoce que dejó en parte su vida cotidiana de oración. Hacia 1555, ante una experiencia de oración frente la imagen de Jesús crucificado inicia un proceso de conversión. Al año siguiente comenzó a tener los primeros e importantes favores espirituales que no le abandonaron más. En 1560 hizo votos de aspirar siempre a lo más perfecto, lo que concretizó en su labor fundadora.
¿De qué manera ha contribuido Teresa de Jesús a la tarea evangelizadora de la Iglesia? Y ¿cuál es su aporte peculiar, en cuanto mujer? Tres cosas quisiera destacar al respecto: la búsqueda de lo fundamental, el coraje en su acción deliberada y la persistencia en la tarea iniciada.
Si tomamos en cuenta el contexto histórico, social y cultural en que desarrolla Teresa su vida religiosa, es posible comprender por qué busca una relación más auténtica con Jesús y con Dios. Su pertenencia a una sociedad que se define católica, no sólo para sí misma sino también delante de las demás naciones europeas, seguramente le llevó a creer, más de una vez, que su práctica religiosa era conforme a lo acordado en la Iglesia y en el convento; sin embargo, ante la imagen de Jesús crucificado percibió un nuevo llamado, uno de mayor radicalidad en el seguimiento y en el estilo de vida como monja del Carmelo. A partir de ahí, Teresa inicia un camino de mayor perfección cristiano-religiosa. Lo hace en su vida cotidiana y lo provee a través de sus escritos espirituales, con el fin de apoyar la opción de renovación de las demás religiosas que al igual que ella, buscan mayor pobreza, dedicación a la oración y amor a Dios. En esto Teresa contribuye a promover en la Iglesia, sobre la base de su opción fundamental de fe, una vida religiosa -carmelita- asumida convincentemente y que dé testimonio auténtico del seguimiento a Jesús, como el Señor amado y Salvador.
Unido a su camino de conversión, Teresa da inicio a un proceso de reforma del Carmelo. Más allá de la multiplicación de fundaciones, importa señalar el motivo de las mismas. En los escritos que dirige a sus hermanas expresa que las gracias recibidas en la oración son para dar fuerzas para servir a los demás. De ahí es posible entender que las numerosas fundaciones de nuevos conventos que lleva a cabo es para acoger y acompañar las situaciones que vive la gente en el mundo contemporáneo a ella. Así, Teresa, aun cuando experimentara varias veces la duda, se empeñó por establecer lugares donde se hiciera vida la sencillez, el silencio, la oración y la confianza en la Providencia.
Ciertamente que la actividad fundadora y de renovación llevada a cabo por Teresa experimentó apoyo y resistencias. En un principio contó con el apoyo económico de algunas mujeres. En relación al apoyo normativo-eclesial, Teresa lo solicitó de religiosos que tuvieran la suficiente autoridad gubernamental para alcanzarle los permisos requeridos. Al principio algunos dijeron que sí, pero después se retractaron. Sin embargo, Teresa supo seguir haciendo los contactos y las conversaciones necesarias, hasta alcanzar el Breve Pontificio para la fundación. Así, aun cuando ya estaban en marcha las nuevas fundaciones, surgieron voces, tanto laicales como eclesiales que se opusieron a que siguieran con esa obra de renovación, pero Teresa no se inmovilizó ante lo que ella reconoció como voluntad de Dios.
En síntesis, puedo decir que Teresa ha sido una mujer capaz de renovar la práctica religiosa acomodada de la época; de integrar la participación mixta, de hombres y mujeres, en la renovación de la vida religiosa y en la creación de nuevas fundaciones, algo nuevo para esos tiempos eclesiales, y de superar los movimientos de oposición que surgieron ante su tarea de renovación, fue capaz de no dejarse inmovilizar ni por el rechazo ni por la crítica ni por el miedo.
En ese sentido, Teresa puede ser considerada una mujer miembro eclesial activa, emprendedora, líder y fiel a los principios de seguimiento y testimonio cristiano públicos.
Sobre la autora:
La hermana Kreti Sanhueza, SSpS es miembro de la Congregación Misionera Siervas del Espíritu Santo, teóloga, académica de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y, actualmente, es la Coordinadora Provincial de las M. SSpS en Chile.