Domingo 23° del año: 8 de septiembre 2024

Nueva reflexión sobre el Evangelio dominical de nuestro especial bíblico

Jesús se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: Effatá, que quiere decir: ¡Ábrete! Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos. (Marcos 7,31-37)

Referencias bíblicas

– Él se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había hecho con él, y todos quedaban maravillados. (Marcos 5,20)

– Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos a quienes curó imponiéndoles las manos. (Marcos 6,5)

– No descuides el carisma que hay en ti, que se te comunicó por intervención profética mediante la imposición de las manos del colegio de presbíteros. (1 Timoteo 4,14)

– Él extendió la mano, le tocó y dijo: Quiero, queda limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. (Mateo 8,3)

– Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. (Marcos 1,34)

– Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. (Isaías 35,5-6)

– No has querido sacrificio ni oblación, pero me has abierto el oído; no pedías holocaustos ni víctimas, dije entonces: Aquí he venido. Está escrito en el rollo del libro que debo hacer tu voluntad. Y eso deseo, Dios mío, tengo tu ley en mi interior. (Salmo 40,7-9)

– Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle. (Mateo 8,14-15)

– Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados. (Mateo 14,36)

– Al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: ¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al verlos, les dijo: Vayan y preséntense a los sacerdotes. Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. (Lucas 17,12-14)

– Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no entres más en él. (Marcos 9,25)

– Vayan y cuenten a Juan lo que oyen y ven: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; y dichoso aquel que no halle escándalo en mí. (Mateo 11,4-6)

– Los magos dijeron al faraón: ¡Es el dedo de Dios! Pero el faraón continuó obstinado y no les hizo caso, como había dicho Yahvé. (Éxodo 8,15)

– Al ver el cielo, hechura de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que lo cuides? (Salmo 8,4-5)

– Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. (Lucas 11,20)

– Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. (Mateo 12,28)

– Ustedes saben lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después que Juan predicó el bautismo; cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hechos 10,37-38)

Comentario

El relato de la curación de una persona sorda y con dificultades para hablar, está ubicado en el territorio pagano de la Decápolis. Esto es importante de tener presente, después de las discusiones que tuvo Jesús con los fariseos en territorio judío, sobre la verdadera práctica de la religión. Aquí en territorio pagano, Jesús se encontró con una auténtica manifestación de fe, cuando le trajeron un enfermo y le pidieron que impusiera sus manos sobre él. El enfermo, al tener problemas con la audición, era natural que tuviera también problemas con la locución. El sordomudo se transformaba así en símbolo de todas aquellas personas que no podían escuchar la voz de Dios y que menos podían establecer un auténtico diálogo con él. De este modo, también los paganos fueron invitados a superar la incomunicación con Dios y a participar de la nueva vida que Jesús anunciaba por encargo de su Padre.

Llaman especialmente la atención los detalles de la curación que aparecen en el relato. Jesús separó al discapacitado de los demás y tocó su oído y su lengua. Luego, se dirigió a su Padre y pronunció la palabra Ábrete. De inmediato se abrieron sus oídos y se soltó su lengua, de modo que hablaba normalmente. En el relato de la curación, Jesús aparece claramente como el que libera de los impedimentos para oír su mensaje y para dar testimonio de él.

Por eso, resulta sorprendente la orden de Jesús de no divulgar lo sucedido. La gente había estado alejada de la acción sanadora de Jesús; sólo después se dio cuenta de sus efectos. Pero, mientras más insistía Jesús en la prohibición, más era dado a conocer. El evangelio señala que, en el colmo de su asombro, la gente decía: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos. El sordomudo había sido liberado de su severa limitación, pero también a toda la gente se le había liberado su capacidad de anunciar a Jesús. La acción de Jesús había desencadenado un proceso incontenible. El apóstol Pedro lo expresó de este modo: Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo; él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que sufrían algún mal, porque Dios estaba con él. (Hechos 10,38) Sin embargo, el propio apóstol se lamentó de que esta dedicación de Jesús al bienestar de todos tuviera como triste resultado que él fuera colgado en una cruz. Con todo, agregó Pedro en su discurso, el desenlace final de la historia fue la resurrección de Jesús, con la que él superó, de una vez para siempre, todos los males que nos aquejaban.

P. Sergio Cerna, SVD