Por

P. Yuventus Adur, SVD

La Navidad (del Latin nativitas, nacimiento) es una de las festividades más importantes del cristianismo. Además, es una fecha popularmente conocida y celebrada en el mundo, pues contempla la humildad de un Dios que vino a nacer como un niño que trae la alegría para la familia humana. (Mateo 2,9-11).

La Navidad no es un mito, no es una ilusión ni un sueño, sino que es una realidad gloriosa, un tiempo de alegría. Por eso, el pesebre de Belén se convierte en un vínculo del mundo perdido con el Dios amoroso. En dicho lugar nace un hombre que nos enseña una nueva forma de vivir, y al mismo tiempo, nos induce a sostener una estrecha relación con nuestro creador. Por eso, la navidad significa que Dios está interesado en los seres humanos, pues nos ama tanto, que estuvo dispuesto a dar la vida de su único hijo para que todo aquel que en Él crea no se pierda, más tenga vida eterna.

¿Qué significa para ti la Navidad?

El niño que nació en un humilde pesebre, trae consigo un significativo momento glorioso, en el que Dios permitió que su Hijo naciera de una virgen. Y la Biblia cuenta que los Magos de oriente viajaron de lejos a adorar al niño, sin embargo, estaban un poco equivocados en su rumbo. Habían escuchado la antigua profecía, que está escrita en el libro de los Números 24.17 que dice nacerá la estrella de un hombre singular que fue elegido para todo el mundo.

Sin embargo, cuando llegaron a Jerusalén dirigieron sus pasos al palacio del rey, creyendo que el niño nacería en ese lugar, en medio de lujos, rodeado de gran glamour y placer. Pero ese no era el plan de Dios. El enviaba a su hijo representado como siervo, hecho semejante a los hombres y obediente hasta la muerte de cruz, con la certeza de que Jesús, con su pobreza, enriquecería al mundo.

Y escogió una joven familia de Israel: un hombre descendiente de David que se llamaba José que era justo y bueno; y María, una joven virgen que sólo quería hacer la voluntad de Dios. Dos personas que, aunque eran muy humildes, estaban dispuestos a obedecer al Creador.

La elección de esta singular pareja quiere decir que no importa lo humilde que seamos, o el país en que vivamos. Tampoco nuestra raza o el color de la piel. Si queremos hacer la voluntad de Dios debemos ser humildes. Él nos escogerá y hará grandes cosas con nosotros.

Retomando el relato, cuando llegaron los magos de oriente no encontraron al rey en el palacio, entonces preguntaron a los antiguos escribas y los sabios de Israel, quienes respondieron que habían visto su estrella y conocían su intención de adorarlo. Aquellos sabios hombres del lugar estaban al tanto de la ley de Dios, por lo que indagaron y se enteraron que el Señor iba a nacer en Belén, en la más pequeña de todas las tribus de Judá. Es así como los magos fueron despedidos por Herodes, quien los instó a ir y adorar a ese niño: ¡búsquenlo, y cuando le encuentren hágamelo saber para que yo también vaya a adorarlo!

Los magos siguieron la estrella, la que se detuvo junto a un pesebre. No se posó sobre un palacio, ni cerca de una gran mansión. No había allí un gran e imponente edificio, sino que simplemente un pesebre: un establo donde había vacas y animales domésticos. Fue el único lugar que encontró esa familia para posar, para que su hijo pudiera nacer, ya que en ningún otro sitio les habían dado habitación. Quizás antes fueron a un hotel de 5 estrellas, pero allí les rechazaron. Tal vez a otro lugar de lujo, pero les respondieron que no había espacio, porque preferían estar con los ricos, personas adineradas, elocuentes y sofisticadas. Pero no había sitio para Jesús.

Yo quiero preguntarte ¿hay espacio para Jesús en tu corazón? ¿Hay espacio para Jesús en tu vida? ¿Estás dispuesto a abandonar esos lujos, esos deseos pecaminosos para que Jesús entre en ti?

María y José arribaron a Belén y no había ningún sitio, sólo un pesebre, y Jesús llegó allí. El señor nos está pidiendo el corazón humilde, dispuesto, contrito y humillado. Es decir, Él no está pidiendo que seas perfecto, sabio o estudiado, porque el que se humilla le encontrará. Él habita con el humilde, a quien Dios nunca desprecia. 

Y esos magos hicieron varias cosas. Pero quisiera destacar sólo sus esfuerzos y sacrificios. Ellos viajaron de muy lejos a adorar al niño Dios, el rey que había nacido. Ellos caminaron cientos kilómetros, recorrieron miles de millas, anduvieron en desconocidos terrenos de noche y de día. No sabemos cuánto tardaron, pues la Biblia no dice el número, pero sí tenemos la certeza de que se trasladaron desde lugares muy lejanos. ¿Qué has hecho tu por Jesús? ¿Qué has tenido que dejar? Quien no deja su padre, su madre, no es digno de Él. Es decir, debes poner siempre en primer lugar a Dios.  Estos magos nos dan una lección de sacrificio y de esfuerzo. Esos hombres quizás habían renunciado a una vida cómoda y lujosa sólo por ir a adorar a Jesús.

¡Feliz Navidad para cada uno de los lectores de estas líneas!