*Por: Juan Sebastián Witt

Reflexión publicada con motivo del Día Mundial del Clima

Cada zona geográfica del planeta tiene un clima particular que la caracteriza, determinado básicamente por su latitud, su altitud y la influencia oceánica.  Cada clima determina el paisaje de la región y a todos los seres vivos que habitan en ella.  El clima es un conjunto de condiciones que posee la atmósfera en un lugar y la relación entre la temperatura, las precipitaciones (cantidad y la frecuencia), la humedad, la presión atmosférica, los vientos y otros elementos que lo conforman.

Hace alrededor de 30 o 35 años comenzó a hablarse de los agujeros en la capa de Ozono provocados por los CFC (Clorofluorocarbono) y el uso de aerosoles, que permitían el paso de los perjudiciales rayos ultravioleta, responsables del cáncer a la piel, lesiones oculares y efecto invernadero.  Con los años se sindicó a los gases de efecto invernadero y no a los agujeros del O3 como los responsables de este fenómeno y el consecuente calentamiento del planeta.  Las emisiones de Carbono y otros gases como el Metano, son las que están provocando que cambie el clima en todo el mundo.

Cada producto, cada servicio, cada estilo de vida posee una “Huella de Carbono”, que en alguna medida contribuye al Calentamiento Global y la alteración de los diferentes climas del planeta. El Carbono que emitimos a la atmósfera genera un daño que debemos compensar pagando o realizando acciones de mitigación por su impacto en el medioambiente.  El tema de las emisiones, fue “resuelto” por el mercado.  Si tenemos cómo pagar el daño que producimos, podemos producirlo, …dicen.

En la naturaleza, el Carbono es uno más de los elementos químicos que engranan, o engranaban, en un equilibrio perfecto y armónico que tiende a compensar las alzas y las deficiencias que eventualmente se producen.  Todas las especies vegetales, al realizar la fotosíntesis, transforman en Oxígeno el CO2 que generan las especies animales al exhalar cuando respiran.  Las grandes extensiones de bosques y selvas alcanzaban a compensar incluso los excesos provocados por eventuales incendios o erupciones volcánicas.  Incluso el Carbono que permanece como componente de la materia orgánica inerte es incorporado al suelo y transformado en nutrientes por insectos, gusanos, bacterias y hongos, si cuentan con condiciones mínimas de humedad y ventilación.

El problema es que desde que llamamos “recursos naturales” a la Naturaleza, los bosques son cada vez menos y la producción de gases de efecto invernadero es cada vez mayor, porque la población mundial es cada vez más numerosa y cada vez necesitamos más de todo.  Más alimento, más minerales, más energía, más espacio, más viviendas, más vestimenta. Y como consecuencia de esto, a pesar del aparente bienestar que nos hemos procurado al disponer de estos bienes, generamos cada vez más residuos y destruimos cada vez más los ecosistemas que nos protegían.

La solución no está en compensar el daño que provoquemos con dinero o irrisorios planes de mitigación.  La solución está, por un lado, en disminuir drásticamente la producción de gases de efecto invernadero producidos por la industria y el transporte, y por otro, recuperar los ecosistemas que hemos destruido. 

La industria produce prácticamente todo lo que consumimos por necesidad o por gusto y al producirlo o para producirlo, esta debe disponer de recursos naturales como minerales, combustibles, superficie, agua, etc., y emite a la atmósfera, directa o indirectamente gases de efecto invernadero.  Además, al extraes o explotar estos recursos y disponer de ellos, daña de una u otra forma a los seres vivos de diferentes especies que dependen de esa geografía, suelo, aire y agua.  Seres vivos que nos procuran el ambiente que necesitamos para vivir.

Este titánico emprendimiento debe comenzar desde cada ser humano que ha de ser consciente del estado de las cosas porque ha sido o debe ser educado en torno a este tema y esta necesidad urgente.  Cada uno de nosotros debe cambiar sus hábitos egoístas y vivir procurando el bienestar de otros más que el propio.

Podemos acelerar la recuperación de ecosistemas dañados protegiéndolos en calidad de reservas o parques y reforestando con especies propias del lugar.  Podemos consumir menos, podemos elegir productos fabricados con responsabilidad y un verdadero compromiso con la sustentabilidad, productos duraderos, reparables, reutilizables, de materiales nobles o reciclados y reciclables.  Podemos elegir transportarnos a pie o en bicicleta, así como vivir cerca de nuestros lugares de trabajo o estudio.  Podemos disminuir nuestro consumo de agua en jardines y baños. Podemos elegir alimentos locales, naturales, sin envase y saludables, incluso cultivar en nuestros jardines, balcones o plazas parte de las hiervas, frutas y verduras que requerimos.  Debemos reducir nuestro consumo para reducir nuestros desechos.  No nos conformemos con botar papeles o envoltorios en el tarro de basura, separar los desechos para que sean reciclados o compostar los residuos orgánicos de nuestra cocina, ¡eso es un deber, es lo mínimo que podemos hacer!

Si sumamos voluntades y acciones, podemos revertir el aumento de la temperatura en la atmósfera y los océanos, esta fiebre que hoy sufre la Tierra y sanar de este modo esta enfermedad que le provocamos.

La encíclica Laudato sí, la encíclica ecológica del Papa Francisco, nos invita a todos, no solo a los católicos, a hacer todo lo que podamos por nuestra Casa Común.  Como miembros de la Congregación del Verbo Divino nos hemos comprometido en un plan de siete años a responder a este Clamor de la Tierra.  Como educadores podemos hacer que este compromiso trascienda, crezca y se multiplique.  Mientras más fervorosos seamos al enseñar, y más consecuentes y consistentes seamos en nuestra práctica, mayor será el cambio y el bienestar para nuestras comunidades y hermanos de todo el mundo.

*Sobre el autor:

Juan Sebastián Witt Rodríguez es ex alumno del Colegio del Verbo Divino de Las Condes (CVD).  Cursó estudios de Geografía en la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC) Y se tituló de profesor de Educación General Básica en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.  Es especialista en Huertos Escolares y Educación Ambiental y desde el 2017 es Delegado de Medio Ambiente del CVD.