Soledad Lorena Tejeda Rodríguez.
Si hacemos el ejercicio de mirar un calendario “antiguo”, de esos que cuelgan en la pared, y que tienen números grandes, que incluyen las fases de la luna y el nombre de santos y santas, se podrán dar cuenta que la Iglesia Católica, hoy recuerda a la famosa Santa Catalina de Siena.
Sé qué se estarán preguntado, “ya, pero, ¿y quién era ella?”, bueno, basta con buscar en Google, colocar Santa Catalina de Siena y encontraran bastante información: como que nació el 25 de marzo de 1347 y murió una mañana del 29 de abril de 1380. Si. Por eso hoy la Iglesia la recuerda con especial atención, donde la Santa Sede la reconoce como copatrona de Italia y Europa. ¿Tan importante es? La respuesta es sí, y quiero que profundicemos un poco más en su pensamiento, más allá de datos numéricos sobre fechas.
Catalina de Siena es reconocida también como doctora de la Iglesia, que no es un título menor, pues, solo el Papa (en este caso de Catalina, fue Paulo VI) puede otorgarlo o un concilio ecuménico, donde reconocen a santos y santas como maestros o maestras de la fe para los y las creyentes de todos los tiempos. Pero, además, Catalina es conocida, como la mujer de fuego, pues ella misma se reconocía como una naturaleza de fuego, pues sus acciones y palabras siempre tenían una llama interior potente y con parresia (= hablar de todo y libremente). El Papa Juan Pablo II la definía como: “…la joven sienesa que entró con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época” (Motu Proprio, 1996).
La época que le tocó vivir a Catalina, no era tan distinta de los tiempos que experimentamos hoy, con una sociedad enferma, conflictos bélicos y una Iglesia con poca o nada de credibilidad (basta con mirar las encuestas)[1] y parafraseando a Sor Inés Lucía Caram OP, con una crisis profunda en la vida religiosa y falta absoluta de credibilidad en los ministros, una iglesia que se desangra. Muy parecido a lo que experimentamos en la Iglesia en Chile. Solo que Catalina, en su inmensa e inquebrantable fe, la lava y purifica con la Sangre de Cristo, porque para ella, la Sangre es la vida, la vida del Resucitado.
Catalina de Siena se comprometió con las problemáticas sociales y eclesiales de su época, pues como fue para Jesús, así también lo fue para Catalina, es imposible separar la Iglesia de Jesús. Tanto fue su afán por la reforma de la Iglesia, que escribió a un reconocido jerarca de su época lo siguiente: “No os quedéis más en silencio, gritad con cien mil lenguas. Veo que el mundo está perdido por callar, la esposa de Cristo está descolorida, ha perdido el color.”
Hoy, nuestra Iglesia Católica en Chile está desteñida por los casos de abusos sexuales, abusos de poder, abusos de conciencia, abusos espirituales, silencios frente al horror de tantos hermanos y hermanas que sufrían y sufren la falta de amor, la falta de justicia, la falta de reparación y la falta de empatía.
Frente a lo anterior ¿cómo se puede seguir siendo católico/a cuando vemos y se experimenta a diario (sobre todo como mujeres) la falta de amor y justicia en nuestra iglesia? Sor Inés Lucía Caram, OP, en una charla cuenta que: “…escuché una joven que decía que a ella no le daba vergüenza decir que era católica, pero que le dieran 10 minutos para explicarlo.” Y con justa razón. ¿Cuántos jóvenes hoy, les da vergüenza decir o asumir que profesan la religión católica debido al cuestionamiento de sus pares? Incluso hoy a nosotros/as mismos/as nos han preguntado: ¿Cómo puedes seguir creyendo con toda la discriminación que viven en esa iglesia? Tal vez es fuerte leerlo. Imagínense lo fuerte que es escucharlo y además repensarlo.
Catalina de Siena lo dijo fuerte y claro todo aquello que le molestaba de la Iglesia Católica, con parresia (como nos invita el Papa Francisco) se lo expresó a Papas y ministros. Juan Pablo II expresaría sobre Catalina en su Motu Propio: “Impresiona el tono libre, vigoroso y tajante con el que amonestaba a sacerdotes, obispos y cardenales” (Spes Aedificandi, 1999). Se la jugó por una Reforma de la Iglesia y en ese sueño, muere a los 33 años de edad producto de un accidente cerebrovascular.
Todos y todas, debemos sentirnos responsables y comprometidos con nuestra Iglesia, siguiendo al Dios de Jesús. En ese sueño también está, por ejemplo, la agrupación de “Mujeres Iglesia Chile”, que busca visibilizar a tantas mujeres que han entregado su vida por la Iglesia Católica, como lo hizo Catalina de Siena, y que también buscan la equidad dentro de ella, pues, las mujeres no somos seres humanos de segunda categoría, también somos hijas de Dios, pero que sentimos, experimentamos a Dios de maneras distintas desde nuestra femineidad.
También lo hacemos rescatando a mujeres de distintas épocas, sus obras, sus escritos, sus estudios, etc., … e imitando de igual manera a Catalina de Siena, hablando con voz clara y caminando con pasos firmes. Que el fuego de Catalina, también sea nuestro fuego y espíritu por una Iglesia al estilo de Jesucristo.
Fuentes:
- Juan Pablo II (1999). Motu Proprio Spes Aedificandi.
- Charla de Sor Inés Lucía Caram, OP. (Audio)
[1] https://encuestabicentenario.uc.cl/wp-content/uploads/2018/10/Resultados-Encuesta-Nacional-Bicentenario-UC-GfkAdimark-2018-Cap%C3%ADtulo-Religi%C3%B3n.pdf
Breve Biografía de la autora: Soledad Lorena Tejeda Rodríguez.
- Oriunda de Rupanco, comuna de Puerto Octay – X Región de Los Lagos. Nacida el 12 de octubre de 1984. Es profesora de Educación General Básica – Universidad de Los Lagos de Osorno.
- Diplomada en Estudios Interreligioso e Intercultural – Universidad Católica de Temuco.
- Diplomada en Teología Latinoamericana – Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Prof. Religión Católica – Universidad Alberto Hurtado, Santiago.
- Magíster en Acompañamiento Psicoespiritual – Universidad Alberto Hurtado, Santiago.
- Co-fundadora de “Mujeres Iglesia Chile”.