Los clamores de la Amazonía fueron transmitidos por el cardenal Pedro Barreto que mostró su alegría por la participación en la Asamblea.
Una rueda de prensa donde se han escuchado los clamores presentes en América Latina. Así podríamos considerar el momento vivido este martes en el que una vez más, como sucede cada día de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, representantes de diferentes realidades han relatado aquello que está presente en su día a día.
Clamores del pueblo negro y de la Amazonía
Son los clamores del pueblo negro, relatados por la hermana María Suyapa, que denunciaba la marginación de la mujer negra, a quien no se le reconoce lo que ofrece a la Iglesia y a la sociedad. La exclusión, según la representante de la Pastoral Afro Latinoamérica en la Asamblea Eclesial, es algo que duele, pero ella dice no perder la esperanza, que viene de la conversión pastoral que nos está pidiendo la Iglesia, que haga que “se pueda incluir a los que estamos en la periferia, sobre todo los negros, las mujeres”. La religiosa dice tener la esperanza de que un día nuestra Madre Iglesia cuente con nosotros, porque tenemos mucho que aportar a la Iglesia.
Los clamores de la Amazonía fueron transmitidos por el cardenal Pedro Barreto, que mostraba su alegría por la participación en la Asamblea. El presidente de la Red Eclesial Panamzónica (REPAM), denuncia las consecuencias de la pandemia en la Amazonía, sobre todo en Brasil, donde el pueblo yanomami, en el estado de Roraima, sufre las consecuencias del abandono, hasta el punto de ser dejados morir. Ante esto, insistía el cardenal Barreto, “la Iglesia no solo tiene que levantar su voz, sino expresar el dolor y el sufrimiento que surge como clamor desde la Amazonía”.
El purpurado recordaba las palabras del Papa Francisco en Puerto Maldonado, donde calificó a los pueblos originarios como los guardianes de la naturaleza. “La vida en la Amazonía sigue siendo un gran desafío, que nos obliga a todos a una conversión ecológica, social, cultural, y de manera especial de la Iglesia católica y otras comunidades de fe”, resaltó. También llamó a sentirse corresponsables de cuidar la vida y cuidar nuestra naturaleza, manifestó su esperanza de que la Iglesia de América Latina y el Caribe sea voz de aquellos que, por diversos motivos, viven en medio del dolor.
Jóvenes y formación en los seminarios
Los jóvenes, a través de María José Bolaños López, reconocieron los momentos de gracia vividos en los últimos años, con el Sínodo de los Jóvenes que ha abierto un espacio de participación. Sin embargo, la miembro del Equipo de Pastoral Juvenil Latinoamericana reclamó mayor abertura de espacios para los jóvenes. La joven mexicana ha insistido en que “queremos caminar juntos, con los sacerdotes, obispos, cardenales, religiosos, laicos, siendo esta Iglesia en conjunto y tener ese espíritu de sinodalidad”. Recordando las palabras del Papa Francisco, reafirmó la riqueza y creatividad de los jóvenes, que “siempre tenemos algo que aportar a nuestra Iglesia”.
El Rector del Seminario Mayor Nacional del Paraguay, padre Cristino Bonhert Bauer, mostró la realidad de la formación de los futuros sacerdotes, destacando la necesidad de una participación variada, también de laicos y laicas, en esos procesos de formación, reconociendo que no es una tarea fácil. Por eso, destacó que “no debemos cerrarnos y si poder dejarnos ayudar por todos”.
Una Iglesia que camina en red en la Amazonía
La Iglesia ha estado presente históricamente en la Amazonía, algo incentivado con la creación de la REPAM, que llevó a toda la Iglesia a caminar juntos, y la celebración del Sínodo para la Amazonía. Los pueblos indígenas se sintieron acompañados y pidieron que la Iglesia católica fuese una aliada, afirmaba el cardenal Barreto. El Sínodo para la Amazonía “mostró la importancia de los pueblos originarios para el bioma amazónico y la humanidad”, según el presidente de la REPAM, que recordó algunos pasos dados posteriormente, como la creación de la Conferencia Eclesial de la Amazonía.
El purpurado mostró su esperanza de que la Asamblea Eclesial sea una caja de resonancia de todas las angustias del continente. También insistió en las consecuencias que la economía neoliberal provoca en América Latina y el Caribe, refiriéndose a las oportunidades perdidas para cambiar una realidad que no lleva a poner a la persona humana por encima de los otros principios, que es lo que hace Jesús.
El pueblo negro se siente excluido
“El pueblo negro nos sentimos en la Iglesia como si no fuese nuestra Madre, como si fuese nuestra madrastra, somos marginados, somos excluidos, hay mucha indiferencia por parte de sacerdotes, de muchos obispos, y los misioneros que llegan a evangelizar lo hacen desde ellos mismos y no desde Cristo”, relató con dolor la hermana María Suyapa. En sus encuentros con las mujeres escucha las quejas que hacen: “no nos llevan en consideración, nos excluyen en la Iglesia y en nuestra sociedad”. La religiosa pidió del Papa Francisco un posicionamiento firme en favor del pueblo negro del continente, como ha hecho con los indígenas.
Ella ha insistido en no callarse, relatando situaciones dolorosas, como el sacerdote que “paró la misa porque cantamos el Padrenuestro en garífuna”. Eso la llevó a insistir en la necesidad de que sean evangelizados con nuestras culturas. Pero también mostró signos de esperanza, nacidos de un proceso sinodal, en el que “nos están incluyendo”. Por ello agradeció la posibilidad de poder participar de la Asamblea. Según la religiosa, “en la medida en que haya conversión se va a ir acabando con la exclusión y discriminación en nuestra Iglesia”.
Una Iglesia que aprenda a llorar
“Queremos una Iglesia joven que rescate la dignidad humana de los jóvenes”, reclamó María José Bolaños, denunciando el descarte y prejuicios que sufren. Según ella, “en la práctica nos quedamos fuera, necesitamos los jóvenes una Iglesia que aprenda a llorar, a reconocer los dolores para avanzar como Iglesia y llevar ese mensaje y vivir nuestra fe y los sueños de Jesucristo. Necesitamos una Iglesia que se descalce ante los jóvenes”. En palabras de la joven mexicana, “los jóvenes podemos aprender mucho, pero también podemos enseñar”, pidiendo una Iglesia que acoge y escucha.
“Para el clero no es la mejor época”, afirmaba el padre Cristino, mostrando los desafíos en la formación, entre ellas el que los formadores sepan responder a las expectativas de los jóvenes en relación con su vocación. La necesidad de considerar diferentes dimensiones en esos procesos de formación, insistiendo en la formación desde un plano comunitario, desde una espiritualidad realista y que se comprometa. El presidente de OSLAM destacó la importancia de itinerarios formativos transversales, con diferentes temas. Tampoco dejó de lado el enfrentamiento de los abusos, afirmando que “en el seminario y en la Iglesia no deberían tener lugar personas que se aprovechan de la Iglesia para convertirse en abusadores”.