Por: Bárbara Lizana

Recordamos hoy a nuestra Beata Laura Vicuña, una hermosa niña que, con una enorme fe y amor profundo, encontró en Dios un refugio seguro. Cómo pensar en ella y no recordar a tantos niños que pasan por nuestras vidas cargando una tremenda cruz, dolor y soledad, quienes alejados de Dios no logran encontrar ese espacio de seguridad que Laurita si encontró.

Hace un tiempo atrás comenzó a sonar un término, que personalmente, me hizo mucho sentido: “Los niños primero”. Término que aparece luego de una seguidilla de acontecimientos terribles donde varios niños y niñas perdieron su vida a manos de adultos que no lograron ver su vulnerabilidad con amor y ternura. Lamentablemente, Tomasito o Ámbar son nuestros mártires de una sociedad que poco escucha y visibiliza la infancia… los adultos de esta sociedad ¿realmente protegemos a nuestros niños?

En los ojos de Laurita se ven los ojos de muchos niños y niñas que sufren, ya sea por hambre, falta de salud, de oportunidades o por la falta de una familia. ¿Cómo ayudamos a nuestros niños cuando hay padres que no los protegen y atentan contra su integridad?, Laurita esperó por mucho tiempo la protección y ayuda de su madre, quien no lo hizo por muchos años. Sumergidas en una sociedad machista, una madre viuda con dos hijas pequeñas quedaba expuesta a muchos abusos, físicos, económicos, morales y también espirituales.

Dos años antes de su muerte, entregó su vida a Dios a cambio de la conversión de su amada madre, conversión que llegó en su lecho de muerte un 22 de enero de 1904. Laurita, motivada por el profundo amor hacia su madre, quiso dar a cambio su propia vida para librarla del dolor, del vacío y de una fe que ya no palpitaba.

Entonces uno piensa, ¿cuántos niños tienen ese mismo deseo hoy? ¿cuántos de nuestros niños claman por el amor y protección de sus padres?, ¿cuántos niños hoy son testigos del abuso del padre/padrastro hacia sus madres? ¿cuántos niños hoy tendrían la misma fortuna que Laura? Nuestra pequeña Laura, logró encontrar en sus maestras, en las religiosas de María Auxiliadora y especialmente en la Virgen María ese amor y cuidado que no logró encontrar en su familia. Una niña, que logró transformar todo su dolor en un profundo amor y devoción hacia Dios, comprometiéndose a ser una mensajera de él en nuestra tierra.

Tomando el proverbio africano, “para criar a un niño se necesita la tribu completa”, vuelvo a la pregunta ¿realmente protegemos a los niños de nuestro país? Los adultos tenemos la responsabilidad, como miembros de la tribu, de cuidar a cada uno de nuestros niños poniendo su bienestar en primer lugar. Lamentablemente, este mundo adulto prioriza otros intereses por sobre ellos… Estoy convencida de que una educación respetuosa y amorosa generará familias responsables y protectoras de sus hijos, potenciando los dones y virtudes que Dios nos entregó a cada uno.

Si Laurita fue una mensajera de Dios, ¿educamos a nuestros niños en el amor y la Fe? Laura y su hermana ingresaron al colegio «María Auxiliadora«, de la Congregación Salesiana, fundada por Don Bosco, en Junín de los Andes, donde fue instruida en la fe cristiana. Según sus palabras, era feliz en el colegio, al cual llamaba: “mi paraíso” y las hermanas la consideraban una niña devota, llena de caridad hacia sus compañeras y fiel a sus deberes cotidianos. Durante sus 13 años, practicó en grado heroico las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad hacia Dios y hacia el prójimo, y las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, templanza y fortaleza (Bacarreza, F. La Revista Católica. — no. 1081 (ene.-mar. 1989) p. 45-62) Su vida y el paso por su colegio, nos deja un tremendo desafío para la educación en los colegios católicos: transparentar la fe. Nuestra misión debe ser darle la oportunidad a todos nuestros niños de vivir la fe como lo pudo hacer Laurita, de tal manera que sea un elemento de cuidado, protección y buen vivir para todos los niños.

La conmemoración de Laurita, nos muestra que sigue existiendo una gran deuda en Chile con la infancia. Como país y sociedad, debemos avanzar hacia políticas que nos ayuden a asegurar su protección en un amplio sentido, frente a los abusos, proteger su infancia, su derecho a aprender y a jugar, a mantenerse niños felices, sanos en el amor y la fe.

“Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y a inteligentes, y se las has revelado a los niños” (Lucas 10,21)

Miremos a nuestros niños, protejámoslos porque en ellos están las revelaciones más hermosas de nuestro Padre.

Sobre el autor:
Bárbara Lizana

Madre, esposa, hija, hermana, nació en Santiago el 16 de abril de 1981.

Nacida en una familia de mucho esfuerzo y motivada por referentes de mucho respeto y cariño, como su abuelita analfabeta y una profesora normalista, decide dedicarse a la educación. Movilizada principalmente para apoyar a los sectores más vulnerables ingresa en el año 1999 a educación diferencial en la Universidad Metropolitana de la Educación. Luego decide estudiar educación general básica en la Pontifica Universidad Católica de Chile. Su experiencia laboral se inicia en la escuela Capellán Pascal y luego apoya el proyecto de colegio para hijos de pescadores, V Región. Retorna a Santiago a la Red Cognitas, donde se especializa en los primeros niveles de enseñanza básica. En el año 2010, llega a trabajar a la Fundación CMPC, donde se conecta con los sectores educacionales más vulnerables, muchos de ellos rurales. Hace carrera profesional por más de 10 años llegando a ser la encargada de levantar el área de Evaluación, monitoreando 70 escuelas y más de 9 mil estudiantes. En el año 2018 fue coordinadora regional de la Fundación Crecer con Todos. En el año 2019 llega al colegio Verbo Divino de Las Condes como Subdirectora del Primer ciclo, donde se ha preocupado de promover un equipo de trabajo de alto rendimiento con foco en los aprendizajes integrales de todos los estudiantes.